Carta del Obispo de Posadas – 2º domingo de adviento – 04-12-2011.
“NUESTROS JÓVENES”
Estamos caminando el tiempo de Adviento con el propósito de volver a Dios para celebrar bien la
Navidad. Pero este camino lo podemos realizar solamente cuando captamos desde la fe que tenemos
que convertirnos en “pequeos” para comprender el Reino que nos anuncia Jesucristo, el Seor. El
Evangelio de este domingo (Mc. 1,1-8), nos dice :”Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del
Seor, allanen sus senderos” (Mc. 1,3).
El fin de semana pasado en el inicio del adviento reflexionaba sobre el contenido de la esperanza
cristiana, ligada a la expresión bíblica y litúrgica “Ven Seor Jesús”, y la consecuencia que tiene para
nosotros al momento de realizar un buen examen de conciencia teniendo en cuenta la propia vocación y
misión, y por lo tanto sus consecuencias en la evangelización de la cultura que generamos.
El 8 de diciembre celebraremos la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, fecha
tan querida por el pueblo de Dios. En relación a esa celebración habitualmente he tratado de reflexionar
sobre el valor de “la pureza”, especialmente ligada a nuestros jvenes. Es cierto que este tema de la
pureza no solo está olvidado, sino que padece la agresión de propuestas consumistas que bombardean
valores esenciales, como la vida, la familia, y claro también la pureza de los jóvenes como temas que
dificultan un estilo donde lo único válido es la compra y venta, y un relativismo que elimina la
consideración ética, del bien y del mal… En este contexto nuestros adolescentes son víctimas de
ambientes sociales donde la familia es anulada, y el estado muchas veces se ausenta, permitiendo el
crecimiento anárquico de la droga, el alcohol, la prostitucin infantil…
Resulta un tanto asombroso que los noticieros y programas periodísticos se asombren del crecimiento
de la delincuencia juvenil y por otro lado en muchos casos fomenten todo tipo de formas violentas y
relativistas, o bien muchos busquen la solución en la sola represión. Digo asombroso, porque no
siempre preguntan sobre las causas que provocan el crecimiento de la droga, alcohol, promiscuidad…
temas que generalmente quedan en profundos silencios, a veces seriamente sospechosos.
En el documento de Aparecida de 2007, cuando se refiere a nuestros adolescentes y jóvenes de
América Latina, si bien parte de una mirada positiva que no queremos perder, donde hoy tantos chicos y
chicas que tienen ideales, y desean comprometerse y hasta entregar sus vidas en la pureza, y también
de creer en ideales que pueden ser posibles de alcanzar como la justicia y la solidaridad, también
reflexiona con preocupación sobre el mayor sector de la población, como señalábamos en nuestro
Sínodo diocesano, que más del cincuenta por ciento de la población de Misiones tiene menos de 30
años. Aparecida señala : “Por otro lado, constatamos con preocupacin que innumerables jvenes de
nuestro continente atraviesan por situaciones que les afectan significativamente: las secuelas de la
pobreza, que limita el crecimiento armónico de sus vidas y generan exclusión; La socialización, cuya
transmisión de valores ya no se produce primariamente en las instituciones habituales (como la familia,
la escuela…), sino en nuevos ambientes no exentos de una fuerte carga de alienación; Su
permeabilidad a las formas nuevas de expresiones culturales, producto de la globalización, lo cual
afecta su propia identidad personal y social…” (444).
En esta reflexión queremos profundizar sobre la esperanza en el contexto del adviento y el valor de la
pureza en relación a la fiesta de la Inmaculada que celebramos el 8 de diciembre. Hablar de la pureza
de vida, como una opción del respeto y cuidado de nuestra propia naturaleza humana, parece ir a
contrapelo del consumismo y de las propuestas permanentes que no toman a nuestros jóvenes como
sujetos, sino como objetos de compra y venta.
La pureza es un valor que va más allá de lo sexual. Lo vemos en tantos ejemplos de vida que
encontramos en nuestro pueblo; Qué maravilloso y testimonial es ver la pureza de una anciana, que ha
vivido tantas cosas, que ha luchado tanto, que es madre, abuela y su rostro refleja en medio de sus
arrugas, la pureza de vida. Nuestros jóvenes son el presente y el futuro y por lo tanto todo lo que
invirtamos en ellos será un signo de esperanza.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez