Comentario al evangelio del Martes 06 de Diciembre del 2011
Querido amigo/a:
¿A qué se dedica Dios? ¿En qué emplea su tiempo? Básicamente en hacer tres cosas: llamar
constantemente, perdonar a todas horas y consolar con infinita ternura. Por eso, cuando llevamos y
dejamos salir al Espíritu Santo que llevamos dentro, lo que nos sale es consolar. El que está lleno de
Dios no maldice, ni reniega, ni condena. Lo que le sale es lo contrario. De ahí el mandato de hoy de
Isaías, su primera palabra: “consolad/consuelen”. Es lo que deberíamos hacer con más frecuencia los
cristianos, consolar, llevar más amor, dar buenas noticias. Porque este mundo, nuestras realidades,
necesitan más palabras de consuelo y menos palabras de condena. Hay que amar nuestra realidad y
nuestro mundo, también con sus negatividades (y las nuestras personales) que tenemos que aceptar.
Pero tenemos que recordar cada vez que nos levantamos por la mañana, que sólo el amor es capaz de
transformarlo todo. Necesitamos más consuelo y menos condenas.
Hoy podíamos hacerle esta pregunta al Señor en nuestra oración personal: ¿dónde y a quién puedo y
tengo que llevar palabras y gestos de consuelo y no lo estoy haciendo? Dímelo Señor. Dame tu luz para
darme cuenta y la fuerza para hacerlo. Que yo pueda preparar tu venida sembrando esta estrella en el
corazón de aquel que vive a mi lado o que veo todos los días en mi trabajo. Que de mis labios salgan
palabras de consuelo y ternura y de mis manos gestos de acogida, especialmente hacia los que más me
cuesta, que suelen ser los que necesitan más amor en sus vidas.
Jesús lo dice bien claro en el Evangelio de hoy: Dios no quiere que se pierda nadie, por eso arriesga lo
que nosotros no haríamos, dejar las noventa y nueve ovejas. Fíjate si arriesga. ¿Es la “política” de Dios
la condenación? Por si a alguno/a todavía dudaba…
Vuestro hermano en la fe:
Juan Lozano, cmf.
Juan Lozano, cmf