II Semana de Adviento
Introducción a la semana
La manera tan rotunda con la que, en este domingo, se abre el evangelio de
Jesucristo, Hijo de Dios, según San Marcos, nos indica muy a las claras la subida
de tensión espiritual que caracteriza litúrgica y espiritualmente esta segunda
semana de nuestro Adviento. Se nos indica, al tiempo, una sugerente tarea y
una densa esperanza (preparad el camino del Señor… esperamos un cielo nuevo
y una tierra nueva… Él os bautizará con Espíritu Santo). Emerge, además, la
poderosa voz del Precursor que habla sin miedo acerca del disfrute del consuelo
de Dios Padre que no sabe abandonar a los suyos, disfrute que está al alcance
de todo el que se ponga manos a la obra.
En esta semana, la Mesa de la Palabra brinda sabrosos detalles de los muchos
que nos hablan en el evangelio de la cercana sensibilidad del Maestro de Galilea
(con los pequeños, los cansados, los enfermos, los excluidos…) que, además,
sirven de referente a tantas hermosas palabras de estímulo y consuelo como del
profeta Isaías nos van a llegar en las primeras lecturas. Palabras para
saborearlas y agradecerlas, palabras para que fermenten en vida y esperanza.
Destaca, además, por sí misma y por una tradición arraigada con firmeza en el
pueblo cristiano, la fiesta que la comunidad creyente hace del singular privilegio
de María de Nazaret: la Concepción Inmaculada de aquella que se brindó toda
entera para que en ella se hiciera todo según la palabra viva y fecunda de Dios
Padre. La Llena de Gracia estará a nuestro lado en todo lo que hagamos por
centrar en su Hijo la mejor razón de nuestra esperanza.
Y aunque no tenga relieve alguno desde el punto de vista litúrgico, el martes es
ocasión propicia para poner en manos del Padre lo mejor de todos nosotros en
pro de la justa concordia en nuestro país; necesitamos la densa paz de nuestro
Dios para no desoír las voces de las carencias y sufrimientos de nuestro
derredor.
Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)
Con permiso de dominicos.org