III Domingo de Adviento, Ciclo B
INAUGURACIÓN SOLEMNE
Padre Pedrojosé Ynaraja
Si sois jóvenes, como siempre os supongo, mis queridos lectores, tal vez la crisis
actual no la sufráis directamente. Me refiero a la crisis económica del Primer
Mundo. Como podría recordar el peligro nuclear, el aumento de tamaño del agujero
de ozono, o el cambio climático. Lo primero que quisiera es que no os alarméis. La
narración del Diluvio refleja antiguas tradiciones, que se nos han trasmitido
también por el relato de Guilgames. Del fenómeno que destruyó grandes helechos y
ocasionó la desaparición de los dinosaurios, nos aprovechamos hoy sirviéndonos del
carbón, petróleo y los gases que acompañan. No hay mal que por bien no venga,
dice el refrán. Al peligro nuclear, no hay que olvidar que le acompañan energías
útiles en el terreno industrial y el terapéutico.
No os alarméis, no viváis atolondrados y desesperanzados. No temáis. Estos
fenómenos desagradables, que el hombre de bien no ignora y Dios no desconoce,
nos deben llevar al arrepentimiento, a la conversión, que es cosa muy diferente al
pánico. Si os enteráis de las noticias que nos trasmiten los medios, observareis que
unas hablan de primavera de países mediterráneos, otras de quiebra de los
caudales de Euros. Lo que no podemos olvidar, que es lo más trágico e injusto, es
que para una multitud de países, esto no les es noticia importante. La escasez de
medios económicos, el hambre y la opresión, llevan siglos sufriéndolos. Les falta
comida, mientras entre nosotros se destruyen alimentos. Os pongo un ejemplo,
para que vosotros, mis queridos jóvenes lectores, analicéis otros semejantes y tal
vez más vuestros. El pan, muchos lo compran a diario. El que no es del día, a
algunos no les gusta y lo tiran. Os confieso que el que ha acompañado mi plato de
sardinas este mediodía, hacía más de 15 días que lo tenía en casa. Como la
mermelada que me fabriqué hace meses o las galletas que pueda gustar y se
elaboraron hace tiempo, según consta en la etiqueta. Si las naranjas,
paradójicamente las más baratas, venían de Sudáfrica y las manzanas de Brasil,
por tanto recogidas hace bastante tiempo ¡a qué tantos aspavientos con lo que
tenemos en la mesa y nos parece caducado y despreciable!.
Todo el mundo, todo el del nuestro, caduco y decadente, pretende conseguir
diplomas y apuntarse a cursos y cursillos, arrimarse a gente importante e ir
fabricándose un currículo abultado. Tal proceder le parece imprescindible. Quien
oyera vociferar a Juan, e indagara su historial, quizá le podría tachar de
inadaptado, marginal o analfabeto y no se equivocaría. No había recibido clases en
la sinagoga, ni doctorados o masters en los pórticos del Templo. Su sabiduría no
era académica, ni su audacia consecuencia de cursos de defensa personal. En otros
lugares, nos cuenta el Evangelio, que era un hombre que, dejada la niñez, había
vivido la austeridad del desierto. Allí recibió el “doctorado honoris causa” en
espiritualidad, otorgado por unanimidad, por el claustro de patriarcas, profetas,
salmistas, sabios pedagogos sagrados y poetas místicos.
Acabo refiriéndome al lugar donde ocurrió lo que nos cuenta el texto de hoy. He
estado unas cuantas veces en ambas orillas. Actualmente se puede ir libremente a
uno y otro lado. Por el jordano, donde nos dice Juan el evangelista que se había
establecido el Bautista, la Betania trans jordanem, hay muchos vestigios
arqueológicos y se han construido y se construyen actualmente todavía, iglesias
cristianas. Por el lado de Israel, hasta hace poco los latinos sólo podíamos ir el
último jueves de octubre y eso con las debidas precauciones y un montón de
vigilancias militares, pues, los alrededores, son campos minados. No quiero
ocultaros que la fiesta de la que os hablaba, la de finales de octubre, es inolvidable.
Peninsulares e hispano americanos, asisten y se encuentran fervorosos. “Sin
papeles” y cónsules de las naciones europeas que mantienen privilegios en el lugar,
rodean un sencillo templete protector del sol, para la Eucaristía. Hemos sido más de
cincuenta sacerdotes los que concelebrábamos, las veces que he podido asistir,
proclamando la Palabra de Dios en más de siete lenguas.
También os seré sincero. En la actualidad, estos tramos del Jordán, son la cloaca
del entorno y el agua baja lentamente totalmente sucia y con desagradable
apariencia de contaminación en todos los sentidos. Para conservarla, la someto a
doble filtrado y ebullición consiguiente y, aún así, no es lo transparente de la que
brota de sus fuentes, al pie de la cordillera del Líbano.
Padre Pedrojosé Ynaraja