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Cuando la alegría es verdadera
Domingo 3º de Adviento. Jn 1, 6-8.19-28
11 de diciembre de 2011
Tenemos momentos en la vida en los que la alegría puede parecer no sólo una quimera totalmente
inalcanzable, sino incluso una provocación insoportable. De hecho, tanto las circunstancias adversas
como las personas amargadas por cualquier motivo, se llevan mal con todo lo que represente la verdadera
alegría, esa que nos asoma la esperanza. Hay un sobrenombre para este tercer domingo de Adviento:
“gaudete”, el domingo del “alegraos”. Hace una semana recordábamos que el Adviento nos debe conducir
a un cambio en nuestra vida cristiana, a un allanar los caminos abajando las altiveces, enderezando los
entuertos, desmantelando las trampas, desarmando los conflictos... para que el Señor vuelva a entrar de
lleno en nuestro quehacer cotidiano. Pero el Adviento no es un tiempo triste en el que ponemos la atención
en nuestro esfuerzo, como si el Seor viniera “forzado” por nuestra generosidad o impresionado por
nuestra conversión. Él nos pide preparación, esfuerzo, colaboración... pero su venida es gracia, es don.
Por eso, la liturgia de este domingo nos viene a recordar que la alegría cristiana se llama también
esperanza, porque la esperanza cristiana genera alegría. Isaías, entreviendo el día de la llegada del Mesías
exclamaba: “Desbordo de gozo con el Seor, y me alegro con mi Dios” (Is 61,10). El profeta aadirá una
hermosa comparacin para comprender su dicha: “Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace
brotar sus semillas, así el Seor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos” (Is 61,11). Este
es el anuncio de verdadera alegría: nuestra tierra no es maldita, nuestros jardines no son marchitos,
porque algo va a suceder que llenará de luz, verdad e inocencia... lo que la terca realidad tantas veces se
empeña en oscurecer y acorralar.
Esa buena noticia era aquel que todos esperaban, y que el Bautista anunció como Luz. Vuelve a
salir el tema del Adviento como preparación real para una venida real de Jesucristo a nuestras vidas.
Porque sólo quien toma conciencia de sus oscuridades, puede de verdad esperar a alguien que le traiga la
luz. La alegría de saber que un mundo nuevo empieza cada vez que hacemos hueco en nosotros y entre
nosotros, al Reino de Dios que Jesús nos trajo. Esta es la buena noticia: vendar los corazones desgarrados,
rehabilitar a los cautivos y libertar a los prisioneros (sean cuales sean los desgarrones, las cautividades y
las prisiones). Dios viene. El año de gracia es proclamado. Se nos invita a brindar sin chinchines de
burbujas efímeras, sino con la alegría honda y duradera, la que nace de la esperanza del don de una
Persona que es nuestra Buena Noticia. Así lo celebramos, humildemente ciertos de esta razón de
esperanza que con la alegría cristiana se nos ha dado.
Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Corrada del Obispo 1. 33003 Oviedo