Queridos hijos e hijas de Dios,
Vemos como María vive esta apertura a la voluntad
de Dios.
El Sí de María no se improvisa. Si María puede decir
Sí al ángel, sí a Dios, es porque ella abrigaba este
deseo profundo de todo creyente de descubrir lo
que Dios quiere de nosotros.
Celebramos esta solemnidad mariana que nos lleva a
contemplar a María libre de pecado. Nació sin el pecado
original y durante su vida no pecó...
Vale la pena considerar esta realidad, no sólo de que
María no pecó, sino que sabemos que María ha estado la
persona humana más santa que ha existido. A pesar que
no ha escrito ninguna obra filosófica o teológica que
iluminara la Humanidad (como Santo Tomás de Aquino),
a pesar que no ha fundado ninguna congregación
religiosa que diera mucho fruto (como San Ignacio de
Loyola), a pesar que no ha dado su vida a favor de los
pobres (como San Juan de Dios), a pesar todo esto ella
es la más santa...
Por tanto, no hay vocaciones más buenas que otras.
No es una vocación mejor ser fundadora de una
orden religiosa que ser madre de familia. Cada cual
tiene la suya... No somos nosotros que escogemos, es
Dios quien escoge. Y en aquel camino que nos escoge
estamos llamados a ser santos...
Por tanto, la vocación de María no es ser fundadora
de nada, ni escribir un súper libro... Su vocación es
ser madre de Jesús, el Hijo de Dios, esposa de
José.
¿Qué quiere decir esto? ¿Cómo hemos de
interpretarlo? Se podrían hacer numerosas reflexiones,
yo propongo dos ideas para explicarlo:
Hace falta que en nuestra plegaria mostremos una
gran apertura a los planes de Dios, a lo que Dios nos
quiere ofrecer, a lo que Dios quiere hacer a través
nuestro.
1. Dios tiene un plan para cada uno. Nos hace falta
desear conocer este plan, rezar para poder
descubrir la voluntad de Dios en nuestra vida, en las
grandes decisiones y en las pequeñas de cada día.
2. Esto nos introduce en la segunda idea: lo que
santifica no es hacer grandes cosas (escribir …,
fundar …, evangelizar medio mundo,...), lo que
santifica es hacer con amor las cosas que hemos de
hacer. Y en esto nunca nadie superará a María.
Jesús es redentora, es salvadora”. ¡¡Tenía toda la
razón!!
Muchísimos santos han hecho cosas más grandes y
espectaculares que María, pero ninguno ha puesto
tanto amor en lo que tenía que hacer como lo ha
hecho María.
Jesús nos salva , nos redime , no sólo muriendo en cruz,
sino también con los 30 años de vida oculta. Y esto
tiene para nosotros, después de lo que hemos dicho, una
interpretación muy clara: en Jesús también
descubrimos esta importancia de las cosas pequeñas.
La vida de María grita con fuerza un lema: la
importancia de las cosas pequeñas.
Para ser santo, no hace falta hacer grandes cosas, hace
falta descubrir lo que Dios nos ofrece y poner mucho
amor en lo que hacemos.
Esta importancia de las cosas pequeñas tiene su
correspondencia en Jesús: ¡30 años de vida oculta! ¡Qué
gran misterio! Nuevamente aparece el misterio de las
cosas pequeñas. ¿Cómo es que Jesús está 30 años de su
vida escondido del mundo? El motivo es que con esta
vida oculta, llena de pequeñas cosas, nos está
redimiendo.
Por tanto, de la mano de María aprendemos que la vida
ordinaria es fuente de santificación. No hay una
distinción natural (hacer la comida...) y sobrenatural
(rezar...), para un cristiano todo es sobrenatural. Todo
es lleno de Dios, todo es ocasión para unirse a Dios...
“Dios está entre lo pucheros” santa Teresa.
Recuerdo que en una reunión de un grupo de jóvenes
dije que Jesucristo realiza la redención de los hombres
con su pasión, muerte y resurrección... Y un joven me
corrigió, dijo: “en la pasión, muerte y resurrección de
Jesús culmina su redención, porqué toda la vida de
Vivimos un poco distraídos y no paramos atención a la
gran importancia que tiene vivir la vida ordinaria con las
gafas de la fe. Es el continúo advenimiento de Cristo a
nuestra vida, es la venida intermedia de la que
hablábamos el domingo...
En esta solemnidad pidamos a María que sea nuestra
maestra y nos ayude a santificarnos en las cosas
pequeñas de cada día...