"Soy manso y humilde de corazón"
San Mateo 11, 28-30:
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
VOLVER AL GRAN AMOR CON QUE DIOS ME HA AMADO
Siento la necesidad de repetir a mi corazón la verdad de mi filiación porque me queda la
sospecha del amor de Dios. Es la sospecha que la serpiente envidiosa de nuestra dignidad
sembró en nuestros corazones huma nos desde el comienzo. Se trata de una sospecha que
se alimenta continuamente al presentarme un rostro de Dios enemigo de nuestra libertad,
celoso de nuestra felicidad, juez duro y severo, incapaz de comprender nuestra flaqueza.
Escuchando la invitación de Jesús de ir a él, se me exhorta a volver al gran amor con que
Dios me ha amado para poder considerarme tal y como soy en realidad, es decir, su amigo
e hijo del Padre. Para comprender mi filiación y la paternidad de Dios en mis relaciones,
debo acercarme al corazón de Jesús. Así podré escuchar esas palabras suyas que
desbordan la plenitud de su corazón (cf. Mt 12,34). De lo contrario, mi religiosidad será
mercenaria, un cansancio ímprobo y estéril de prácticas y observancias incapaces de
pacificar mi corazón.
En la contemplación y escucha de Jesús “sencillo y humilde de corazón” es donde me libero
del peso de una religión tejida únicamente de méritos, obras, deberes, porque en Jesús se
manifiesta el rostro amable de Dios, capaz de saciar mis más profundos deseos. La fe se
convierte entonces en experiencia de ser revestido de la fuerza de lo alto, de un correr sin
fatigarse, porque soy como aupado sobre las alas de un águila al encuentro de un amor
preexistente y, precediéndome, me enseña a desear tu promesa.
ORACION
Señor Jesús, tú nos invitar a ir a ti. Qué hermoso es descubrir que nos quieres cercanos,
alumnos de tu escuela, que deseas hacemos partícipes del misterio de tu Padre,
reconociéndonos amados y hermanos tuyos.
¡Ira ti! Ira tu escuela exigente y fascinante. Ira ti para aprender de ti que eres manso y
humilde de corazón.
¡Ir a ti! No con nuestros méritos sino con nuestros cansancios y opresiones. Ir a ti sin
fingimientos, sin ocultar nuestras miserias y debilidades. Ir a ti para poder abrirte nuestro
corazón y contarte nuestras fatigas y nuestras culpas.
¡Ira ti! Y en ti recobrar las fuerzas y encontrar la paz tan ansiada. Tu querer no nos aplasta
porque tu yugo es suave y tú carga ligera.
Realmente es espléndida tu promesa, por la que te alabamos y bendecimos.