Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María Santísima.
1. Meditación de la primera lectura (GN. 3, 1-20).
Estimados hermanos:
Aunque la primera lectura correspondiente a la Solemnidad que estamos
celebrando sólo abarca los versículos 9-15 y 20 del capítulo 3 del primer libro de la
Biblia, he creído necesario comentar el citado capítulo completo, para así poder
meditar mejor, sobre el papel que desempeña Nuestra Santa Madre, en la
Redención de la humanidad.
¿Con qué finalidad creó Dios a la humanidad?
Dios creó el universo, y vio que estaba bien, -es decir, que su obra existía, de
acuerdo con el propósito con que la creó-.
"Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien" (CF. GN. 1, 31).
Dios no creó el universo casualmente, sino que lo hizo con el propósito de
contribuir a la creación de un Reino, en que habitaran el amor, la paz y la armonía.
Dios creó ángeles para que nos sirvieran a El y a los hombres.
"De los ángeles, por su parte, dice la Escritura: Dios crea a sus ángeles como
seres espirituales, y hace a sus ministros como llamas ardientes... ¿Qué son los
ángeles, sino espíritus que han recibido la misión de servir a los que están en
camino de heredar la salvación?" (HEB. 1, 7. 14).
Dios no hizo de los ángeles esclavos, sino que los dotó de la libertad necesaria
para que eligieran servirlo, o rechazarlo. En el libro de Job, vemos cómo se
alegraron los ángeles, cuando nuestro Santo Padre creó la tierra.
"¿Dónde estabas tú cuando fundaba yo la tierra?
Indícalo, si sabes la verdad.
¿Quién fijó sus medidas? ¿Lo sabrías?
¿Quién tiró el cordel sobre ella?
¿Sobre qué se afirmaron sus bases?
¿Quién asentó su piedra angular,
entre el clamor a coro de las estrellas del alba
y las aclamaciones de todos los hijos de Dios?" (JOB. 38, 4-7).
De la misma manera que muchos hombres rechazan a Dios, también hubo
ángeles que se revelaron contra nuestro Padre común.
"Cuando he aquí que otra figura prodigiosa apareció en el cielo: un enorme
dragón color de fuego (símbolo de Luz-Bel, quien, al renegar de Dios, fue conocido
como Satanás), con siete cabezas y diez cuernos (símbolos de los enemigos de
Dios), y una diadema en cada una de sus siete cabezas. Con su cola arrastró un
tercio de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra (tales estrellas
representan a los ángeles que se revelaron contra Dios)" (CF: AP. 12, 3-4).
Al igual que los ángeles, los hombres también fueron creados para servir y
glorificar a Dios. Esta es la causa por la que en la Biblia se describe la creación del
género humano, y Dios hace que los hombres dominen la tierra, haciéndoles
conocer el amor con que les ama, haciéndolos copartícipes con Cristo de su futuro
Reino mesiánico.
Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza
nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias
y en todas las alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra.
Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y
hembra los creó. Y bendíjolos Dios, y díjoles Dios: «Sed fecundos y multiplicaos y
henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los
cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra"" (GN. 1, 26-28).
Aunque Dios le concedió al hombre poder sobre la creación, le impuso una
prueba, para que le mostrara lealtad. Tal prueba consistía en que el hombre le
permaneciera fiel, no haciendo de la soberbia su propia divinidad.
"Y Dios impuso al hombre este mandamiento: «De cualquier árbol del jardín
puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el
día que comieres de él, morirás sin remedio"" (GN. 2, 16-17).
Adán y Eva fueron creados en estado puro, -es decir, nuestros primeros padres,
no estaban marcados por la mácula del pecado-.
"Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno
del otro" (GN. 2, 25).
Tal desnudez, ha de ser entendida en el sentido de que ambos eran inocentes, no
habían pecado.
Adán y Eva tenían que cuidar el jardín en que Dios los puso mientras probaba su
fidelidad a El, pero, ¿hasta cuándo se prolongó la buena relación existente entre la
Suma Divinidad y nuestros primeros padres?
"La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yahveh Dios
había hecho. y dijo a la mujer: "¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de
ninguno de los árboles del jardín?"" (GN. 3, 1).
La serpiente es un símbolo del Demonio o Satanás. Tal como vimos
anteriormente, Dios les prohibió a Adán y a Eva que se alimentaran del fruto del
árbol del conocimiento del bien y el mal, y no de los frutos del resto de los árboles
del Edén. Notemos cómo Satanás utilizó una pregunta engañosa con el doble
propósito de granjearse la confianza de Eva, y de empezar a hacerla sentirse mal,
por vivir sometida a Dios.
¿Por qué engañó el Diablo a Eva, en vez de llevarse a Adán a su terreno? Los
hebreos consideraban que los hombres eran superiores a las mujeres en todos los
aspectos. Esta es la razón por la que, el autor del texto sagrado, culpó a Eva, de
que el pecado y el sufrimiento, entraran en el mundo.
"Respondió la mujer a la serpiente: «Podemos comer del fruto de los árboles del
jardín. Mas del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No
comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte.» Replicó la serpiente a la mujer:
«De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que
comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y
del mal"" (GN. 3, 2-5).
¿Por qué quiso el Demonio engañar a Adán y a Eva? Al revelarse contra Dios,
Satanás, -a pesar de que sabía -y no ignora- que tiene la guerra contra Dios
perdida, tiene el empeño de enemistar a los hombres con la Suma Divinidad. Esta
es la razón por la que el Demonio le dijo a Eva que ni Adán ni ella necesitaban vivir
sujetos a Dios, sino que debían aspirar a hacer con sus vidas lo que quisieran.
Se nos ha enseñado que la rebeldía de nuestros ancestros se nos ha contagiado,
porque, ¿quién no ha decidido en alguna ocasión prescindir de Dios, sabiendo que
ello es caer en el pecado, no porque Dios es autoritario, sino porque sabe que sin El
no podemos alcanzar la plenitud de la felicidad?
"Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y
excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su
marido, que igualmente comió" (GN. 3, 6).
¿Imitamos la conducta de Eva?
¿Creemos que es bueno para nosotros prescindir de Dios en nuestra vida?
¿Nos vemos como dioses, o consideramos como dioses los bienes que sólo tienen
la finalidad de estar a nuestra disposición para facilitarnos la vida?
¿Creemos que la verdadera sabiduría radica en prescindir del amor a Dios y a
nuestros prójimos los hombres?
Además de no vivir como buenos cristianos, ¿hacemos lo posible para que
nuestros prójimos pierdan la fe?
Eva le dio a comer a Adán del fruto prohibido, y él aceptó dicho alimento por sí
mismo, pues no lo hizo coaccionado por su mujer, aunque la idea de que Eva
engatusó a Adán, ha hecho que muchas religiones cristianas consideren que los
hombres son superiores a las mujeres, las cuales viven relegadas a la realización de
la tarea de servir a sus familiares, sin voz ni voto en la toma de decisiones, que
sólo corresponde a los hombres.
¿Qué sucedió cuando nuestros primeros padres desobedecieron a Dios?
Adán y Eva perdieron la inmortalidad, la munidad, -es decir, podían enfermarse-,
y adquirieron la conciencia de la responsabilidad del acto que habían llevado a
cabo.
"Entonces se les abrieron a entrambos los ojos (se percataron de la gravedad de
su desobediencia a Dios, y del significado de las consecuencias de su acción), y se
dieron cuenta de que estaban desnudos (se percataron de que eran pecadores); y
cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores" (GN. 3, 7).
Adán y Eva no se avergonzaron por causa de su desnudez física -la cual se
describe en GN. 2, 25 simbolizando su inocencia tal como vimos anteriormente-,
sino por causa de su inferioridad con respecto a Dios. El sentimiento debía ser en
parte de vergüenza, y en parte de impotencia, por causa de su nueva y frágil
condición humana.
La desobediencia de nuestros primeros padres, si bien les hizo tener la
experiencia del mal, -la cual les era desconocida-, no les fue necesaria, ya que,
después de que hubiera terminado el tiempo en que tenían que demostrarle su
fidelidad a Yahveh, hubieran vivido en la presencia de Dios, libres de todo
padecimiento.
¿Cómo reaccionaron Adán y Eva ante Dios, después de comer del fruto prohibido?
"Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahveh Dios que se paseaba por el jardín
a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron de la vista de Yahveh
Dios por entre los árboles del jardín. Yahveh Dios llamó al hombre y le dijo:
«¿Dónde estás?» Este contestó: «Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque
estoy desnudo; por eso me escondí.» El replicó: «¿Quién te ha hecho ver que
estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?» Dijo el
hombre: «La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí»" (GN. 3,
8-12).
Imaginemos, por un momento, que Dios se pasea por el mundo, y que podemos
sentir su presencia, tal como lo hicieron Adán y Eva, antes de desobedecer al
Altísimo.
¿Cómo debieron sentirse Adán y Eva para esconderse de Dios, sabiendo que
nadie ni nada puede ocultársele a nuestro Creador?
Dios llamó a Adán con la familiaridad de siempre. "¿Dónde estás?", -le preguntó-.
¿Por qué no vienes a recibirme como siempre? ¿Qué ha sido de la alegría con que
siempre que nos vemos celebramos nuestra vinculación?
Adán le replicó a Yahveh: Me he escondido de Ti porque no tengo valor en tu
presencia.
Dios sabía lo que había hecho Adán, pero intentó que el hombre le declarara su
pecado, para probar su confianza. El hecho de que Yahveh fuera quien descubriera
la desobediencia de Adán, fue otro motivo que lastimó a nuestro Santo Padre.
¿Somos capaces de confesar nuestros pecados, o, tal como Adán culpó a su
mujer de su desobediencia a Dios, buscamos excusas para justificar nuestros
múltiples incumplimientos de los Mandamientos de nuestro Creador?
"Dijo, pues, Yahveh Dios a la mujer: «¿Por qué lo has hecho?» Y contestó la
mujer: «La serpiente me sedujo, y comí.» Entonces Yahveh Dios dijo a la serpiente:
«Por haber hecho esto,
maldita seas entre todas las bestias
y entre todos los animales del campo.
Sobre tu vientre caminarás, y polvo comerás
todos los días de tu vida.
Enemistad pondré entre ti y la mujer,
y entre tu linaje y su linaje:
él te pisará la cabeza
mientras acechas tú su calcañar"" (GN. 3, 13-15).
La condena de la serpiente, es la condena simbólica que le espera al diablo,
cuando el mundo sea el Reino de Dios.
El texto de GN. 3, 15, es llamado "Protoevangelio", por contener un anuncio de la
obra salvadora que realizó Jesús que se nos relata en los Evangelios, y, además, es
el fragmento bíblico, en que se inspiran todos los dogmas marianos.
Dios le dijo a la serpiente: "Enemistad pondré entre ti y la mujer". Dado que Eva
desobedeció a Dios, ella no puede ser nuestro ejemplo de fe a imitar, así pues, este
es el hecho por el que la Madre de Jesús, es la nueva Eva, que es Madre espiritual
de los católicos.
La mujer de que se habla en GN. 3, 15, no sólo es nuestra Santa Madre, sino que
también es la Iglesia redimida por Cristo, que está representada por Nuestra
Señora.
La enemistad existente entre la mujer y la serpiente, es la enemistad existente
entre Dios y el mundo que le rechaza.
El linaje de la mujer, son los hijos de la Iglesia, y, el linaje de la serpiente, son
los aliados del Demonio.
El hecho de que el linaje de la mujer le pisará la cabeza al linaje de la serpiente,
significa que, aunque Jesús fue víctima del linaje de Satanás, el Señor, al resucitar
de entre los muertos, venció al Demonio. La derrota de Jesús fue breve, si es
comparada con los siglos sin término que se prolonga su glorificación.
Si el texto de GN. 3, 15 se refiere a la descendencia de la mujer, -a Jesús, Hijo de
María Santísima-, ¿por qué es utilizado para promover los dogmas marianos?
Eva, -la primera mujer que fue creada por Dios-, tenía que haber sido un modelo
de fe a imitar para toda la humanidad, pero ella decidió desobedecer a Yahveh, lo
cual exigía que fuera otra mujer la que ocupara su lugar, que hubiera nacido con el
privilegio de estar libre de la mancha del pecado original, que la Iglesia junto a San
Pablo, enseña que todos contraímos, a partir del momento en que fuimos
concebidos.
Al leer la Biblia, nos percatamos de que nadie ni nada que esté relacionado con
Dios, puede estar marcado por la mácula del pecado, así pues, recordemos lo
escrupulosa que era la Ley mosaica con respecto a la pureza, y que, para que el
sacrificio de la Redención de la humanidad fuese válido, tenía que ser llevado a
cabo por Nuestro Salvador, una víctima pura, que jamás desobedeció a Dios. Por
último, recordemos que, si queremos vivir en la presencia de nuestro Santo Padre,
tenemos que vivir un proceso de purificación, con el propósito de ser santificados.
Hoy celebramos el hecho de que Nuestra Santa Madre nació libre de padecer los
efectos de la mácula del pecado original, porque nosotros no podemos redimirnos
por nuestros medios, y porque, lo que somos, y lo que seremos cuando nuestro
mundo sea el Reino de Dios, se lo debemos a nuestro Santo Padre. Vivimos
intentando cumplir la voluntad divina, para agradecerle a Dios el bien que nos ha
hecho, dado que nuestras obras de seres imperfectos, no pueden compararse con
la suma perfección de Nuestro Creador. Seremos salvos porque Dios nos ama, no
por nuestros méritos.
Si nuestra Santa Madre nunca desobedeció a Dios, ello significa que le consagró
su virginidad a Yahveh. La relación mantenida entre el Señor y quienes creen en El,
es comparada con una relación matrimonial. Esta es la razón por la que, cuando
nuestra tierra sea el Reino de Dios, la humanidad redimida se entregará a su Señor,
tal como lo hace una virgen al que será su marido.
Por ser Madre de Dios, y por el dolor que sufrió durante las horas que se prolongó
la Pasión de nuestro Salvador, y que antecedieron a su Resurrección, creemos que
Santa María es la Corredentora de la humanidad, lo cual justifica el papel que le
atribuimos, al interpretar los símbolos de GN. 3, 15.
Si nuestra Santa Madre pudo corredimir a la humanidad en virtud de los méritos
de Nuestro Salvador y de su pureza virginal, es lógico creer que fue asunta al cielo
en cuerpo y alma, porque, al no estar marcada por la mácula del pecado original,
no tiene que padecer la muerte, de la que San Pablo enseña que es el precio que
pagamos, por haber nacido padeciendo los efectos de la desobediencia original, y
por causa de nuestros pecados personales.
Y si Dios lo quiere, llegará el día en que sea proclamado el quinto dogma
mariano, para que ello contribuya a fortalecer nuestra fe y a aumentar los hijos de
nuestra Santa Madre la Iglesia, para que quede demostrado que, por ser nuestra
Corredentora, María Santísima es, ante el Señor nuestro Dios, la Abogada que
necesitamos, y la Medianera de todas las gracias, por cuanto le pide al Señor todos
los bienes que nos concede, por lo cuál nos regocijamos, porque, de alguna
manera, -en términos espirituales-, las dádivas que recibimos de Dios, están en las
manos de Nuestra Santa Madre.
Sigamos meditando el texto del Génesis.
"A la mujer le dijo (Dios):
«Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos:
con dolor parirás los hijos.
Hacia tu marido irá tu apetencia,
y él te dominará"" (GN. 3, 16).
Este es el versículo bíblico cuya interpretación ha sometido a muchas mujeres a
los hombres, por creer los tales que ellas son las responsables de que existan el
mal y el dolor, por ser descendientes de Eva. Sé que esta creencia es discutible,
pero me la han confirmado líderes de diferentes sectas y religiones.
Por su parte, el hombre fue castigado, por escuchar la voz de la mujer que lo
indujo a pecar, en vez de obedecer la instrucción divina, que le fue dada, en espera
de la conclusión de la prueba de fidelidad, a que Yahveh lo sometió.
" Al hombre le dijo: «Por haber escuchado la voz de tu mujer y
comido del árbol del que yo te había prohibido comer,
maldito sea el suelo por tu causa (maldita sea la tierra porque me has
desobedecido):
con fatiga sacarás de él el alimento
todos los días de tu vida.
Espinas y abrojos te producirá,
y comerás la hierba del campo.
Con el sudor de tu rostro comerás el pan,
hasta que vuelvas al suelo,
pues de él fuiste tomado.
Porque eres polvo (te hice de la tierra) y al polvo tornarás (morirás)."
El hombre llamó a su mujer «Eva», por ser ella la madre de todos los vivientes"
(GN. 3, 17-20).
El texto que hemos meditado, termina afirmando dos cosas:
1. Adán le puso nombre a su mujer, cumpliendo el anuncio que Dios le hizo a
Eva, de que debía vivir sometida a su esposo, pues, para los hebreos, el hecho de
conocer el nombre de una persona, significaba tener poder sobre la misma.
2. Si Eva es la madre de la humanidad porque somos sus descendientes, María de
Nazaret, es nuestra Madre espiritual.
2. Meditación del Salmo responsorial (SAL. 97/98, 1. 2-3ab. 3c-4).
Después de meditar el capítulo tres del primer libro de la Biblia, nos disponemos a
orar, y nos valemos, para dirigirnos al Señor, de los primeros cuatro versículos, del
Salmo 97/98.
"Cantad a Yahveh un canto nuevo,
porque ha hecho maravillas;
victoria le ha dado su diestra
y su brazo santo" (SAL. 97/98, 1).
Cantémosle a Dios un cántico nuevo, -es decir, la mejor alabanza que jamás se le
haya cantado-, porque ha hecho grandes maravillas en nuestra vida al
manifestársenos, y, por medio de la Pasión, muerte y Resurrección de Cristo, nos
ha redimido, por lo que nos hace esperar el día en que viviremos en un mundo, en
que no existirá ninguna forma de padecimiento. Esta es la causa por la que San
Pablo nos instruye, en los siguientes términos:
"Y, por encima de todo, practicad el amor, que es la cumbre de la perfección. Que
la paz de Cristo reine en vuestra vida; a ella os ha llamado Dios para formar un solo
cuerpo. Sed agradecidos. El mensaje de Cristo llene con toda su riqueza vuestros
corazones, y sed de veras maestros y consejeros los unos de los otros. Con un
corazón profundamente agradecido, cantad a Dios salmos, himnos y canciones
inspiradas. En fin, cuanto hagáis o digáis, hacedlo en nombre de Jesús, el Señor,
dando gracias a Dios Padre por medio de él" (COL. 3, 14-17).
Que el amor a Dios y a nuestros prójimos, -demostrado en el servicio a los
mismos-, la vivencia de la fe que profesamos, y nuestra alabanza a Dios,
constituyan la mejor canción que podamos cantar durante los años que se prolonga
nuestra vida.
El Señor ha logrado su victoria con su mano derecha, pues la derecha es el lugar
de honor. Jesucristo, -según rezamos en el Credo-, está sentado a la derecha de
nuestro Santo Padre en el cielo. Dios ha logrado la victoria sobre el mal, el
sufrimiento y la muerte simbólicamente, -porque aún no ha derrotado totalmente a
sus contrarios-, y ha procedido con gran honestidad, y lealtad a sus principios.
El brazo del Señor es Santo, porque nuestro Dios es superior a las fuerzas del
mal.
"Yahveh ha dado a conocer su salvación,
a los ojos de las naciones ha revelado su justicia" (SAL. 97/98, 2).
Dios, -por medio de la Biblia, y de sus predicadores religiosos y laicos-, nos ha
dado a conocer la salvación con que premiará el amor y fidelidad de sus amados
hijos, y, al mismo tiempo, el transcurso de la Historia, nos hace comprender que,
nuestro Santo Padre, nos ha revelado su justicia, porque, aunque perdona nuestros
pecados, no nos libra de vivir las consecuencias del mal que hemos hecho, porque
ello es útil para nuestra purificación y santificación.
"Se ha acordado de su amor y de su lealtad
para con la casa de Israel.
Todos los confines de la tierra han visto
la salvación de nuestro Dios" (SAL. 97/98, 3).
Dios hizo de los hebreos su primer pueblo, una nación santa de la que pensamos
que fue una imagen de lo que representa la Iglesia en la presencia de nuestro
Padre común.
De la misma manera que Dios fue un Padre amante y leal con los israelitas, El
cuida del pueblo cristiano, pues no deja de manifestarles su amor a quienes
verdaderamente ama.
Alegrémonos, porque no estamos solos, pues somos hijos del Dios del cielo y de
la tierra.
"¡Aclamad a Yahveh, toda la tierra,
estallad, gritad de gozo y salmodiad!" (SAL. 97/98, 4).
3. Comentario de la segunda lectura (EF. 1, 3-6. 11-12).
"Alabemos a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por medio de Cristo
nos ha bendecido con toda suerte de bienes espirituales y celestiales" (EF. 1, 3).
¿En qué sentido nos ha colmado Dios de dones espirituales? El Espíritu Santo nos
concede sus dones según los vamos necesitando, cuando sabe que no nos vamos a
oponer a ejercitarlos.
Dios nos concede sus dones espirituales -y los bienes materiales que nos da-, por
medio de Jesucristo, porque Nuestro Señor vivió su Pasión, murió y resucitó, para
perfeccionarnos, con tal que podamos vivir en la presencia de Nuestro Santo Padre
celestial.
"El nos ha elegido en la persona de Cristo antes de traer el mundo a la existencia,
para que nos mantengamos sin mancha ante sus ojos, como corresponde a
consagrados a él" (CF. EF. 1, 4).
Antes de crear el mundo, Dios nos destinó, -sin perjuicio de que cambiáramos su
designio mediante el uso consciente de nuestra libertad de renegar de El-, a que
viviéramos en su presencia, no en nuestro estado actual de imperfección, sino en el
estado glorioso, en que está Cristo Resucitado y glorificado.
Si nos abstenemos de pecar para vivir en la presencia de Dios, hacemos lo
correcto, porque ello es lo que debemos hacer, si queremos consagrarnos al Dios
Uno y Trino, -es decir, si queremos entregarle nuestra vida, para amoldarnos al
cumplimiento de su voluntad-.
"Amorosamente nos ha destinado de antemano, y por pura iniciativa de su
benevolencia, a ser adoptados como hijos suyos mediante Jesucristo" (CF. EF. 1, 4-
5).
Desde antes de crear el mundo, Dios nos destinó, -no por nuestros méritos, sino
porque es su voluntad amarnos incondicionalmente-, a ser sus hijos adoptivos,
porque Jesús pagó en la cruz, el mal de que la humanidad ha sido causante, testigo
y víctima al mismo tiempo.
Dios no nos ha destinado a vivir sufriendo eternamente, pues San Pablo nos dice
que, junto a Cristo, -y por medio de Nuestro Salvador-, nos ha destinado, a vivir,
felizmente, en su presencia.
"De este modo, la bondad tan generosamente derramada sobre nosotros por
medio de su Hijo querido, se convierte en himno de alabanza a su gloria" (EF. 1, 6).
Agradezcámosle al Señor el bien que nos ha hecho, con las palabras del Salmista:
"Atiéndeme y respóndeme, Señor, Dios mío;
sigue dando luz a mis ojos,
líbrame del sueño de la muerte;
para que no diga mi enemigo: "Le he podido",
ni se alegre mi adversario de mi fracaso.
Pues yo confío en tu lealtad,
mi corazón se alegra con tu salvación
y cantaré al Señor por el bien que me ha hecho" (SAL. 13, 4-6).
Pidámosle al Señor que atienda nuestras oraciones, para que la adversidad que
vivimos, no nos haga perder la fe.
Que nunca les falte la luz a nuestros ojos, y que seamos capaces de interpretar
todo lo que nos sucede, desde el punto de vista de la fe que profesamos.
Que el Señor nos libre de la muerte física, y de la muerte que supone la
ignorancia de su conocimiento.
Que el Señor nos socorra, para fortalecer nuestra fe, eliminar a los adversarios
que son nuestros problemas, y para que los no creyentes puedan abrazar la fe que
profesamos, al ver cómo mejora nuestra calidad de vida.
Confiemos en la lealtad del Señor.
Regocijémonos, mientras esperamos que el Señor cumpla la promesa de
conducirnos a su presencia, limpios de nuestros pecados, y libres de los problemas
que nos afligen.
¡Alabemos al Señor por el bien que nos ha hecho, y no dejará jamás de
hacernos!.
"En Cristo mismo, también nosotros participamos de la herencia a la que hemos
sido destinados de antemano, según el designio del Dios que todo lo hace de
acuerdo con los planes de su libre decisión" (EF. 1, 11).
Los cristianos hemos sido destinados por Dios a ser coherederos con Cristo de la
felicidad que Dios nos tiene reservada.
Dios no procede jamás sin pensar lo que ha de hacer, pues siempre actúa en
conformidad con el plan que trazó desde la eternidad, para hacernos felices,
viviendo en su presencia.
"Así, nosotros, los que antes esperábamos en Cristo, seremos un himno viviente
a la gloria de Dios" (EF. 1, 12).
San Pablo hace referencia a sus hermanos de raza, de quienes espera acepten a
nuestro Salvador, para que puedan vivir en la presencia de nuestro Padre común.
Nos es preciso meditar un versículo más del texto de San Pablo que estamos
considerando, para recordar que no sólo los hebreos fueron destinados a vivir en la
presencia de Dios, pues la esperanza de salvación, también es para los paganos,
para toda la humanidad.
"Y vosotros también, los que habéis oído el mensaje de la verdad y habéis
acogido con fe el anuncio feliz de vuestra salvación, al ser injertados en Cristo,
habéis sido sellados con el Espíritu Santo prometido" (EF. 1, 13).
Por haber sido vinculados a Cristo espiritualmente, hemos sido marcados por el
Espíritu Santo, para que, por la recepción de sus dones, y el ejercicio de los
mismos, podamos alcanzar la salvación.