Feria Mayor (Adviento)
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
Día 18 de diciembre
a.- Jr. 23, 5-8: Suscitaré a David un vástago legítimo.
El profeta, luego de anunciar la deportación de Jeconías, sin retorno y sin
descendencia real, la mirada y voz del autor sagrado se extiende hacia el futuro
primero para consolar a su pueblo y luego para anunciar los pecados de Judá y de
sus pastores, porque Yahvé personalmente pastoreará a su pueblo y hará volver de
todas las partes donde están dispersos sus hijos (cfr. Jer. 23,3). Es el anuncio del
retorno del exilio, la catástrofe nacional se hace relativa, porque los israelitas
volverán a reunirse bajo la custodia de Yahvé, que gobernará a su rebaño como su
único pastor. Dios será exigente con las clases dirigentes, causantes de la ruina
nacional, pero misericordioso con los extraviados. Además de atraerles a buenos
pastos, les dará buenos pastores que los apacienten (cfr. Jer. 23,4). La profecía e
mueve en dos planos: anuncio de la restauración que sigue al exilio, y los pastores
serán Zorobabel, Josué, Esdras, Nehemías, etc., que actuaron en repatriación y
restauración de la vida nacional; le sigue la perspectiva mucho más amplia, el
mesianismo. Esto dirigentes postexílicos son tipos de los pastores de los tiempos
mesiánicos, que se identifican con el Mesías, los apóstoles y sucesores. No tendrán
nada que temer porque reinará la paz mesiánica: he aquí que vendrán días (v.6).
Los tiempos del Mesías está presididos por la figura del Mesías, vástago justo. Es el
retoño de la casa de David, que impondrá el derecho y la justicia, que reinará
prudentemente. Esta referencia parece depender de la profecía de Isaías sobre el
“vástago de Jesé” (Is.11,1-9), sobre el que descansará el espíritu de Yahvé,
Príncipe de la Paz, dotado con todas las cualidades de gobierno: inteligencia,
ciencia, sabiduría, fortaleza y temor de Dios. En el trasfondo encontramos la
idealización del reinado de David, modelo de soberano (cfr.2 Sam.8,15). El vástago
en Jeremías es el justo, porque reinará con justicia y equidad. En un primer plano
se trata de la reorganización de las tribus de Israel, una vez que regresan del exilio,
dirigidas por Zorobabel, pero el profeta vuela más allá a n horizonte glorioso, en
que habrá justicia y derecho sobre la tierra. Será día de salvación para todo el
pueblo; de Judá, o reino del sur, y e Israel, reino del norte (v. 6). Serán de nuevo
un solo reino gobernados por el Mesías; se trata del viejo deseo de reunificar las
tribus, separadas luego de la muerte de Salomón, pero que se cumplirá en los
tiempos del Mesías, y será tal la equidad, que se podrá afirmar: Yahvé es nuestra
justicia (v.6). Este título no se refiere a la divinidad de Jesucristo, sino que vincula
el reinado del Mesías con la justicia. Será el niño que nacerá de una virgen (cfr.
7,14), que se llamará Enmanuel, en cuanto Yahvé está con él y con su pueblo. La
salvación que obrará el Mesías, primero con el retorno de la cautividad y luego los
tiempos mesiánicos que se vislumbran, serán muy superiores a lo realizado en el
éxodo, es decir, ésta liberación no tiene comparación con lo que viene para Israel y
la humanidad, la verdadera liberación del pecado (v.7).
b.- Mt. 1, 18-24: El hijo de María viene del Espíritu Santo.
El evangelio, nos habla de José que asume la paternidad legal de Jesús. Al final de
la genealogía, la última mencionada era María (Mt. 1,16), pues ahora el
evangelista trata de explicarnos esa paternidad de José, pero todo cambia, Jesús
nace de María, por una obra particular, exclusiva y directa de Dios. Si bien, por
José, el hijo entra en la descendencia davídica, porque lo adopta, la llegada del
Mesías se debe por la obra de Dios en la historia de Israel, prodigiosa y
extraordinaria como ninguna. Los datos evangélicos hablan a las claras de la
intervención del favor divino: María ante de ir a vivir con José su prometido, resulta
que espera un hijo del Espíritu Santo (v.18). Repudiarla en secreto era la intención
de José, el varón justo, pero el ángel se lo impide, para explicar el prodigio del feliz
estado de su mujer: por obra del Espíritu Santo (vv.19-20). Esta revelaciones por
sueños no recuerdan las que recibía José, el hijo de Jacob (v.16; cfr. Gn.37,2).
Todo estos e concluye con que Jesús es el Mesías, hijo de Abraham inserto en el
pueblo de Israel, como hijo de David, está dentro de las expectativas mesiánicas,
peor lo más importante, Jesús viene directamente de Dios (cfr. Mt.3,17). Vemos
cómo Dios Padre, se vale de personas concretas para llevar adelante su plan de
salvación. María, será la madre natural y José, el padre legal del vástago legítimo,
que se sentará en el trono de David: Jesús como Mesías. «José, hijo de David, no
temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu
Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su
pueblo de sus pecados.» Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del
Señor por medio del profeta: Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le
pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: «Dios con nosotros.” (vv.
19-23). El esposo, José, no duda en hacer la voluntad de Dios en su matrimonio.
Las palabras del ángel, le dan la seguridad que necesitaba, luz para emprender la
misión que se le confía. Será el padre legal del hijo de María, venido del Espíritu
Santo, para salvar a su pueblo de los pecados. La duda, fue reemplazada por la
obediencia a la fe. Así como José, desciende de David por razones genealógicas,
también se inserta en el dinamismo de la obediencia a la fe, con la que asume una
misión, que está en la economía de la salvación dispuesta por Dios Padre. Dos
veces menciona el evangelista el nombre del Niño (vv. 21.25), no es sólo la
denominación de la persona sino que se relaciona con ella misma, es ella misma
(cfr. 1 Sam. 25, 25). Conocer el nombre de una persona puede significar tener
influencia o autoridad sobre ella, de ahí la necesidad a veces de guardarlo (cfr.
Gn.32, 29; Jc. 13,18), pronunciarlo crea vínculos estrechos con la persona (cfr. Gn.
2, 19-20). Jesús viene a significar: “Yahvé salva”, lo que habla de la misin que
tendrá: “ÉL salvará a su pueblo de sus pecados” (v.21). Pero encontramos el otro
pasaje en ya no se le denomina Jesús, sino Enmanuel, es decir, Dios con nosotros
(cfr. Is. 7,14). Aquí vemos como el evangelista hace referencias proféticas para
dejar de manifiesto que el Mesías entra en el proyecto de salvación ya en curso,
pero además, como Dios es cercano a su pueblo. Este Mesías, según Mateo, es la
garantía cierta que Dios está presente en medio del pueblo, la misma que el
Resucitado hará extensiva hasta el final de los tiempos (cfr. Mt. 28,20). Es así como
Enmanuel, y el Resucitado, en la visión de Mateo, asegura ese estar con nosotros,
permanente del Mesías y del Dios Altísimo. De este modo José, como María, se
convierte en modelo de fe y obediencia a la voluntad del Padre eterno. Prototipo
bíblico, de este Adviento, hombre de fe; lo mismo la vida de todos nosotros está
llamada a ser, vocación y proyecto, que Dios nos ha entregado para vivir en la fe
oscura y luminosa, la esperanza dinámica y el amor encendido, como respuesta a
ese querer salvador. De imitar de José, es el respeto y temor santo de Dios que
invadió su alma, al conocer la voluntad de Dios, manifestada en su esposa María;
su integridad y silencio, su vida de oración y trabajo, su disponibilidad absoluta a
querer hacer de su misión y tarea un servicio a la redención del hombre caído.
Sor Isabel escribe con motivo de la Navidad: “Ese dulce Cordero pequeito/ es la
luz eterna y verdadera, / el que reina en el seno del Padre, /y su plena verdad
manifiesta. / ¡Oh pura, Oh dulce visión!/ En mi alma de nuevo se cumple/ el
grande, el sublime misterio,/ de una nueva Encarnacin” (Poesía 75).