Comentario al evangelio del Lunes 12 de Diciembre del 2011
Queridos amigos, paz y bien.
Comenzó ayer la tercera semana de Adviento. En las dos primeras semanas, el héroe ha sido el
profeta Isaías. Ahora, desde ayer, irrumpe en el panorama litúrgico la figura de Juan el Bautista. En
esta ocasión, de forma indirecta, a través de la pregunta de Jesús. Ante las demandas de los sumos
sacerdotes y de los senadores del pueblo, el Maestro responde a las preguntas con preguntas.
A través de su pregunta, todos se ven forzados a reflexionar sobre cómo entienden a dios, y
cómo lo reciben en su vida. No es que Cristo quiera evitar contestar, sino que quiere colocar en el
centro lo que de verdad merece la pena. No importa quién nos hable de Dios, lo importante es que
hablen de Él, trasladen su mensaje y ayuden a encontrar su voluntad.
El mensaje del Bautista era de conversión. Las palabras de Juan eran antecedente de las de
Jesús. Y tanto Juan como Cristo molestaban, porque obligaban a tomar la vida en las manos y pensar.
Rompían la rutina. Los jefes religiosos no querían responder, porque veían que tanto el “sí” como el
“no” les perjudicaba. Digamos que se ponían por encima de la Ley, como no necesitados de revisar su
vida y convertirse. Quizá sea la tentación de los hombres religiosos, pensar que ya está todo
conseguido, conformarse y no andar más.
En 1531, un indio, Juan Diego, vio a la Virgen en un pueblecito de la tierra mejicana. La Madre
se acercó a él, para hablarle de Dios y llevarle el mensaje del Evangelio. La Sencilla, acercándose a los
sencillos. Aquí puedes ver su imagen, venerada hasta hoy en el Santuario de nuestra Señora de
Guadalupe. Que, como la Madre, sepamos esperar a Jesús.
Vuestro hermano en la fe,
Alejandro, C.M.F.
Alejandro José Carbajo, cmf