Solemnidad: Natividad del Señor.
Misa de medianoche
"María dio a luz a su Hijo"
Pautas para la homilias
Los que viven en el campo saben bien lo que es la oscuridad de la noche. En
cambio, en las ciudades, debido al alumbrado público, ésta se hace mucho menos
patente.
Antiguamente, cuando aún no se había inventado la electricidad, la noche sumía al
mundo en las tinieblas, sobre todo cuando la luna no proyectaba su plateada luz.
Entonces era muy peligroso aventurarse a estar a la intemperie, porque en las
tinieblas cualquier cosa podía pasar. Al llegar la noche, en cierto modo el mundo se
sumía en el caos.
Pero, paradójicamente, en medio de la total oscuridad, el firmamento cobra toda su
belleza y esplendor. Cuando alzamos la mirada a lo alto y contemplamos el cielo
cubierto de estrellas, nuestro corazón se llena de paz y alegría disfrutando de tanta
hermosura. Fray Luis de Granada afirma que el firmamento estrellado, con su
apabullante belleza, armonía y grandeza, es el elemento de la naturaleza que mejor
nos habla de Dios.
Al contemplar con fe el firmamento, nuestro corazón se llena de amor por nuestro
Creador.
Pues bien, en el contexto de la oscuridad de la noche la Iglesia celebra la Misa del
Gallo. En medio del caos y el peligro, una Luz se hace presente para alumbrar
nuestra vida, para darle todo su sentido.
Dios creó el mundo bueno y bello, pero el ser humano lo sumió en la oscuridad del
pecado. Y la humanidad caminó en medio de las tinieblas, en medio del peligro y el
caos, hasta que Dios tuvo a bien enviar a su Hijo al mundo para alumbrar nuestras
vidas.
El Niño Jesús vino para dar fin a aquella larga noche espiritual. No es de extrañar
que el lugar de su nacimiento fuera indicado por una estrella, pues Él es la estrella
más esplendorosa, la luz más hermosa.
La belleza del firmamento estrellado nos habla de lo hermosa que se vuelve nuestra
vida cuando Jesús nace en medio de ella. Con Él, la oscuridad y el caos de nuestro
corazón son transformados en amor y felicidad.
Pero la Navidad no es sólo una experiencia personal: es ante todo una experiencia
comunitaria que celebramos junto a la familia y la comunidad parroquial o religiosa.
Y hemos de reconocer que ni nuestra familia ni nuestra comunidad son perfectas.
Hay algunos momentos en los que no son precisamente un ejemplo para nadie. A
veces es mejor esconderlas «debajo del celemín o de la cama» (Mc 4,21), pues,
más que luz, transmiten tinieblas
Esa experiencia también la vivió el decadente Pueblo de Israel en tiempos del
profeta Isaías, como nos narra la primera lectura que hemos leído. Pero nosotros,
como él, hemos «visto una luz grande» (Is 9,2). Y hacia ella hemos caminado
espiritualmente durante el tiempo de Adviento hasta llegar a esta noche, la Noche
Buena, en la que celebramos que «un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado»
(Is 9,5), para dilatar nuestra existencia «con una paz sin límites» (Is 9,6).
Es la Noche de Paz en la que compartimos todos juntos la Buena Noticia del
nacimiento del Salvador en medio del mundo. Él se ha hecho carne, uno de
nosotros, para llenar de luz nuestra existencia, para dar pleno sentido a nuestra
vida.
Aunque a veces parece que vivimos en una «noche» oscura e impenetrable, y
pensamos que nunca pasará, que no podremos vencerla, que siempre seremos
tiniebla la fiesta de Noche Buena nos dice que no hay mal en el mundo que no
sea superable, que no hay tristeza ni angustia que no se puedan vencer, pues Dios
nos ha enviado un Salvador cuya Palabra es revitalizadora, iluminadora,
resucitadora
Con el Nacimiento del Hijo de Dios el mundo recobra la vista. Y lo mismo podemos
decir de nuestra familia, de nuestra comunidad y de cada uno de nosotros. Es una
experiencia semejante a la que tuvo aquel ciego de Jericó que fue curado por Jesús
(cf. Mc 10,46-52): la vida nos cambia totalmente porque se llena de sentido.
En definitiva, la Noche Buena, la noche de Navidad, es la fiesta de la esperanza, en
la que experimentamos que, efectivamente, una Luz ha nacido en el mundo y esa
Luz brilla en nuestro corazón.
Fray Julián de Cos Pérez de Camino
Convento de San Esteban (Salamanca)
Con permiso de dominicos.org