Natividad del Señor 25 de Diciembre de 2011
“Encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”
La señal que el ángel da a los pastores al anunciarle la Buena Noticia del nacimiento
del Salvador, san Juan la repite con palabras que nos desbordan: “La Palabra se
hizo carne, y acampó entre nosotros” (Jn 1, 14). Esa Palabra de Dios que nos habla
desde cerca, se nos da en un niño indefenso y lleno de ternura. Es el Dios que nos
revela Jesús, y que en estos días de Navidad, y siempre es luz: “el pueblo que
caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba tierras de sombras, y una luz
les brill” (Is 9, 2).
Estamos tan acostumbrados a esa luz de Navidad que la confundimos con las luces
que iluminan nuestras plazas y calles; que cuelgan del árbol de Navidad. Que
iluminan el Belén puesto en un rincón del salón de la casa, o que hacen más
atractivos los regalos que intercambiamos en estos días. Puede suceder que las
navidades nos impidan descubrir el sentido profundo de la Navidad. La actitud de
María que “conservaba el recuerdo de todo esto, meditándolo en su interior” (Lc 2,
20), es la que nos ayudará, sin duda, a vivir la Navidad con verdadero sentido
cristiano.
Navidad nos recuerda un hecho pasado que sucedió hace más de dos mil años.
Hecho histórico, el primer paso de una nueva historia, que es la historia de la
salvación del mundo, a pesar de todo lo negativo que nos envuelve. Son muchos
miles de seres humanos que su vida es verdadera Navidad para los otros, sobre
todo para los más desamparados. La salvación avanza, a pesar de que nuestra
historia sigue teñida de sangre, de violencia, de corrupción, de injusticia, de
destrucción y de temores.
Navidad tiene que ser un paso adelante. No quedarnos en un recuerdo nostálgico
de lo que pasó, sino ser empuje y coraje para llevar adelante, en este tiempo, el
espíritu y el camino queridos por Jesús y manifestado en el Evangelio. “Todos los
que lo que oyeron se admiraban de lo que decían los pastores” (Lc 2, 19). La
misión de Cristo es la de los cristianos. Salvar el mundo es, sobre todo, poner a
salvo a los hombres, liberarlos de la ignorancia, de la opresión. Salvar al mundo es
humanizarlo, construirlo a la altura y al servicio del hombre, de todos los hombres.
Dios se ha hecho hombre en Jesús para enseñarnos que la salvación no está en la
riqueza, ni en el poder, ni en la violencia, ni en la desigualdad, sino en el amor: “un
nio nos ha nacido, un hijo se nos ha dado” (Is, 9, 6), en la cercanía: “la Palabra se
hizo carne” (Jn 1, 14). Siendo Dios, se hace hombre, uno cualquiera, un nio
indefenso, impotente, accesible y amable, en la entrega sin reserva: “Tanto am
Dios al mundo que dio a su Hijo único” (Jn 3, 16). El amor es el mensaje de
Navidad, es la tarea a renovar cada Navidad. Por eso toda Navidad es un
compromiso hacia el futuro. Más allá del pecado y de las limitaciones de nuestra
vida, la Buena Noticia resuena de nuevo llenando el mundo de luz, alegría y
esperanza: “La gloria del Seor, los envolvi de claridad…. Os traigo la gran alegría
para todo el pueblo…Os ha nacido un Salvador”.
La Navidad es siempre actualidad. Dios no vino sólo entonces en Belén. Nadie se
debe sentir excluido de la venida de Dios. Navidad es amor personal de Dios a cada
uno de los hombres. Contemplar a Dios hecho niño nos puede ayudar a acoger,
como María, esta venida tan personal, tan propia, tan amorosa y entrañable de
Dios a cada uno de nosotros, y aprender a mirar, comprender y amar a cada
persona, a cada hombre y a cada mujer como hizo Jesús a lo largo de su vida.
Navidad espera una sencilla y comprometida acogida, para que no se repita lo de
“no tener sitio en la posada”, para que nuestra vida cambie y aprendamos a
descubrir a Dios en cada persona, y a no adorar nunca dioses falsos: el dinero, el
egoísmo insolidario, el orgullo. Se nos invita a vivir el nacimiento de Jesús como
nuestro propio nacimiento a una fe más personal y más comprometida para ser un
testigo que busca, ve y comunica lo encontrado, como hicieron los pastores.
Pidamos en esta Navidad esa sencillez y simplicidad de corazón que sabe descubrir
en el fondo de estas fiestas a un Dios entrañable y cercano.
Joaquin Obando Carvajal