IV Semana de Adviento
Lunes
“No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te
dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Juan”
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro de los Jueces 13, 2-7. 24-25
En aquellos días, había en Sorá un hombre de la tribu de Dan, llamado Manoj.
Su mujer era estéril y no había tenido hijos.
El ángel del Señor se apareció a la mujer y le dijo: «Eres estéril y no has tenido
hijos. Pero concebirás y darás a luz un hijo; ten cuidado de no beber vino ni
licor, ni comer nada impuro, porque concebirás y darás a luz un hijo. No pasará
la navaja por su cabeza, porque el niño estará consagrado a Dios desde antes de
nacer. Él empezará a salvar a Israel de los filisteos.»
La mujer fue a decirle a su marido: «Me ha visitado un hombre de Dios que, por
su aspecto terrible, parecía un mensajero divino; pero no le pregunté de dónde
era, ni él me dijo su nombre. Sólo me dijo: "Concebirás y darás a luz un hijo:
ten cuidado de no beber vino ni licor, ni comer nada impuro; porque el niño
estará consagrado a Dios desde antes de nacer hasta el día de su muerte."»
La mujer de Manoj dio a luz un hijo y le puso de nombre Sansón. El niño creció y
el Señor lo bendijo. Y el espíritu del Señor comenzó a agitarlo.
Sal 70,3-4a.5-6ab.16-17 R/. Que mi boca esté llena de tu alabanza y cante tu
gloria
Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R/.
Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R/.
Contaré tus proezas, Señor mío,
narraré tu victoria, tuya entera.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 5-25
En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, del
turno de Abías, casado con una descendiente de Aarón llamada Isabel. Los dos
eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según los mandamientos y leyes del
Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos eran de edad
avanzada. Una vez que oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno, según
el ritual de los sacerdotes, le tocó a él entrar en el santuario del Señor a ofrecer
el incienso; la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda
del incienso. Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del
incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor.
Pero el ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado:
tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te llenarás de
alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento. Pues será grande a los ojos del
Señor: no beberá vino ni licor; se llenará de Espíritu Santo ya en el vientre
materno, y convertirá muchos israelitas al Señor, su Dios. Irá delante del Señor,
con el espíritu y poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacía
los hijos, y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, preparando para el
Señor un pueblo bien dispuesto.»
Zacarías replicó al ángel: «¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y
mi mujer es de edad avanzada.»
El ángel le contestó: «Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido
enviado a hablarte para darte esta buena noticia. Pero mira: te quedarás mudo,
sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis
palabras, que se cumplirán en su momento.»
El pueblo estaba aguardando a Zacarías, sorprendido de que tardase tanto en el
santuario. Al salir no podía hablarles, y ellos comprendieron que había tenido
una visión en el santuario. Él les hablaba por señas, porque seguía mudo. Al
cumplirse los días de su servicio en el templo volvió a casa. Días después
concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir cinco meses, diciendo: «Así me ha
tratado el Señor cuando se ha dignado quitar mi afrenta ante los hombres.»
II. Oramos con la Palabra
OH RENUEVO del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos,
ante quien los reyes enmudecen, las naciones imploran su auxilio, y su nombre,
Jesús, es garantía de salvación. Todo lo bueno me viene de ti, te necesito, Señor
Jesús. ¡Ven a librarnos, no tardes más!
Esta oración está incluida en el libro: Evangelio 2011 de
EDIBESA.
III. Compartimos la Palabra
Las figuras relevantes en la liturgia de este día son Sansón en la Primera Lectura
y Juan Bautista, Zacarías e Isabel, en el evangelio. El paralelismo entre ambos
es intencionado. Sansón defenderá a su pueblo, en nombre de Dios, de los
ataques de los filisteos. En el Evangelio se nos narra el nacimiento milagroso de
Juan, en tiempos del rey Herodes.
Dos anunciaciones
Tanto el anuncio y nacimiento de Sansón como el anuncio y nacimiento de Juan
tienen muchas coincidencias, sobresaliendo en ambos Dios y su voluntad de
salvación.
Ambos nacen milagrosamente, y su nacimiento parece más obra de Dios que de
los hombres. En ambas anunciaciones hay un ángel, enviado por Dios, que se
presenta a quien va a ser padre del niño. Dentro de cinco días, volveremos a
encontrarnos con el ángel Gabriel en Nazaret, dialogando con María en nombre
del mismo Dios. En las dos ocasiones, el padre aduce ante el ángel obstáculos
que, humanamente hablando, dificultan y parecen hacer inviables los planes de
Dios. En nuestro caso, esterilidad de la madre y la edad avanzada. Dificultades
que siempre quedan solventadas por parte del ángel. Y, a veces, se sirve de un
signo. Signo que no siempre evita la incredulidad. Finalmente, en ambas
ocasiones, Dios, por medio del ángel, impone el nombre del niño. Y, en la Biblia,
el nombre responde a las cualidades y a la misión del que lo lleva.
Zacarías e Isabel
“Los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según los mandamientos y
leyes del Seor”. Isabel era descendiente de Aarón. Zacarías era un sacerdote
“del turno de Abías”. Intachables ante Dios, presumiblemente con muy buena
fama ante los hombres, tienen la desgracia de no tener descendencia ni
esperanza de tenerla. Isabel es estéril y ambos de avanzada edad. En aquella
época tener hijos era una bendición, y carecer de ellos una vergüenza y
maldición.
Mientras Zacarías cumplía su servicio sacerdotal ante Dios en el Templo, tuvo
que entrar en el Santuario a ofrecer incienso, mientras la asamblea permanecía
fuera, orando. Entonces, “se le apareci un ángel del Seor, de pie a la derecha
del altar del incienso”. Zacarías, que no se lo esperaba, “se sobresalt y se llen
de temor”. Zacarías duda y pide pruebas al ángel. Y, por su incredulidad, qued
mudo hasta que aquel anuncio fuera una realidad.
Todo un mensaje para los que, de la mano de Juan, nos preparamos para lo que
vamos a escuchar al ángel dirigiéndose a María.
Juan, el Precursor
El hijo de Zacarías e Isabel no tendrá que guardar silencio como su padre. Todo
lo contrario. Anunciará el paso del silencio antiguo a la Palabra nueva. Juan
tendrá la misión de conducir al pueblo del Antiguo al Nuevo Testamento. Él no
será la Palabra, sólo la voz. Pero, para que nadie se equivoque tendrá, como
Precursor, la misin de sealar inequívocamente: “Ese es. Seguidlo”.
Todo lo que sucede en el Templo pertenece a lo antiguo. Lo nuevo va a tener
lugar en el hogar de Zacarías e Isabel. Isabel concibió milagrosamente a Juan; la
antigua vergüenza desaparecerá y todos acudirán a felicitar a los ancianos
padres. Entre ellos, María. “Y, en cuanto Isabel oy el saludo de María, salt la
criatura en su vientre y –lo que es más importante- se llenó Isabel del Espíritu
Santo”.
Juan, el Precursor, en el vientre de Isabel; Jesús, el Salvador, en el de María. Y,
organizándolo todo, el Espíritu Santo. Este hogar es nuestro mejor templo para
preparar adventualmente Navidad. Y, entonces, ofrecer el incienso, adorar, orar
y escuchar.
Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino
Con permiso de dominicos.org