Espera vigilante y orante
2011-12-19
Evangelio
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 5-25
Hubo en tiempo de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, del
grupo de Abías, casado con una descendiente de Aarón, llamada Isabel. Ambos
eran justos a los ojos de Dios, pues vivían irreprochablemente, cumpliendo los
mandamientos y disposiciones del Señor. Pero no tenían hijos, porque Isabel era
estéril y los dos, de avanzada edad.
Un día en que le correspondía a su grupo desempeñar ante Dios los oficios
sacerdotales, le tocó a Zacarías, según la costumbre de los sacerdotes, entrar al
santuario del Señor para ofrecer el incienso, mientras todo el pueblo estaba afuera,
en oración, a la hora de la incensación.
Se le apareció entonces un ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del
incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y un gran temor se apoderó de él. Pero el
ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu
mujer, te dará un hijo, a quien le pondrás el nombre de Juan. Tú te llenarás de
alegría y regocijo, y otros muchos se alegrarán también de su nacimiento, pues él
será grande a los ojos del Señor; no beberá vino ni licor y estará lleno del Espíritu
Santo, ya desde el seno de su madre. Convertirá a muchos israelitas al Señor; irá
delante del Señor con el espíritu y el poder de Elías, para convertir los corazones de
los padres hacia sus hijos, dar a los rebeldes la cordura de los justos y prepararle
así al Señor un pueblo dispuesto a recibirlo».
Pero Zacarías replicó: «¿Cómo podré estar seguro de esto? Porque yo ya soy viejo y
mi mujer también es de edad avanzada». El ángel le contestó: «Yo soy Gabriel, el
que asiste delante de Dios. He sido enviado para hablar contigo y darte esta buena
noticia. Ahora tú quedarás mudo y no podrás hablar hasta el día en que todo esto
suceda, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido
tiempo».
Mientras tanto, el pueblo estaba aguardando a Zacarías y se extrañaba de que
tardara tanto en el santuario. Al salir no pudo hablar y en esto conocieron que
había tenido una visión en el santuario. Entonces trató de hacerse entender por
señas y permaneció mudo.
Al terminar los días de su ministerio, volvió a su casa. Poco después concibió
Isabel, su mujer, y durante cinco meses no se dejó ver, pues decía: «Esto es obra
del Señor. Por fin se digno a quitar el oprobio que pesaba sobre mí». Palabra del
Señor.
Oración introductoria
Ven, Señor Jesús, porque mi fe vacila ante la angustia y los problemas que parecen
no tener solución. Aumenta mi fe para saber acoger todos los acontecimientos de
este día. Quiero encontrarme contigo en esta oración para que mi respuesta no sea
como la de Zacarías, ¡que sepa creerte y amarte en las pequeñas y grandes cosas
de mi vida!
Petición
Señor y Dios mío, alcánzame la gracia de ser cada día más fiel a mi fe en
Jesucristo.
Meditación
Espera vigilante y orante
«Pero, ¿cómo podemos prepararnos para abrir el corazón al Señor que viene? La
actitud espiritual de la espera vigilante y orante sigue siendo la característica
fundamental del cristiano en este tiempo de Adviento. Es la actitud que caracteriza
a los protagonistas de entonces: Zacarías e Isabel, los pastores, los magos, el
pueblo sencillo y humilde, pero, sobre todo, ¡la espera de María y de José! Estos
últimos, más que ningún otro, experimentaron en primera persona la emoción y la
trepidación por el Niño que debía nacer. No es difícil imaginar cómo pasaron los
últimos días, esperando abrazar al recién nacido entre sus brazos. Que su actitud
sea la nuestra, queridos hermanos y hermanas. Escuchemos, en este sentido, la
exhortación de san Máximo, obispo de Turín, ya antes citado: “Mientras nos
preparamos a acoger la Navidad del Señor, revistámonos con vestidos nítidos, sin
mancha. Hablo del traje del alma, no del cuerpo. ¡No tenemos que vestirnos con
vestidos de seda, sino con obras santas! Los vestidos lujosos pueden cubrir las
partes del cuerpo, pero no adornan la conciencia”. Que el Niños Jesús, al nacer
entre nosotros, no nos encuentre distraídos o dedicados simplemente a decorar de
luces nuestras casas. Decoremos más bien en nuestro espíritu y en nuestras
familias una digna morada en la que Él se sienta acogido con fe y amor. Que nos
ayuden la Virgen y san José a vivir el Misterio de la Navidad con una nueva
maravilla y una serenidad pacificadora» (Benedicto XVI, 20 de diciembre de 2006).
Reflexión apostólica
«En virtud de su vocación al Regnum Christi , sus miembros están invitados a
acoger con docilidad el propio carisma, observar sus principios y directrices,
identificarse con su metodología y estilo propio de formación y apostolado, y
adherirse de mente y corazón a las consignas y prioridades que el Movimiento les
ofrece a través de los directores» (Manual del miembro del Movimiento Regnum
Christi , n. 207).
Propósito
Concretar hoy un medio «especial» para prepararme espiritualmente para la
Navidad.
Diálogo con Cristo
Jesús, aumenta mi fe. Gracias por esta oración que me ayuda a contemplar las
diversas actitudes que puedo tomar ante tu llamado. Cerca de ti, Señor, podré
tener la fuerza y el ánimo para crecer en el amor. Ven, Señor. Ven, no tardes. Ven
que te espero. ¡Ven pronto!
«Un acto de obediencia hecho por amor agrada más a Dios que muchas oraciones,
recitadas sólo con los labios, o que muchas obras de apostolado de gran
envergadura, pero sin pureza de intención»
( Cristo al centro, n. 1682).