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IV Semana del Adviento
Miércoles
Lc 1, 39-45
¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme ? Estas palabras
las pronunció Isabel cuando la virgen la visitó. La presencia de la Virgen María en la
casa de Isabel, trajo gran alegría, quien llena de Espíritu Santo exclam: “Apenas
llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú que has
creído, porque se cumplirá cuando te fue anunciado de parte del Seor” (Lc 1, 44-
45).
A través del saludo de las respectivas madres, se realiza el primer encuentro
entre Juan Bautista y Jesús. San Lucas recuerda que María „fue aprisa‟ (cf. Lc 1, 39)
a casa de Isabel. Esta prisa por ir a casa de su prima indica su voluntad de ayudarle
durante el embarazo; pero, sobre todo, su deseo de compartir con ella la alegría
por la llegada de los tiempos de la salvación. En presencia de María y del Verbo
encarnado, Juan salta de alegría e Isabel se llena del Espíritu Santo (cf. Lc 1, 41).
Nuestra Madre María se es nuestro modelo en todo los momentos de su vida
Hoy la contemplamos acogiendo la voluntad divina, ofreciendo su colaboración
activa para que Dios pudiera hacerse hombre en su seno materno. Llevó en su
interior al Verbo divino, yendo a casa de su anciana prima que, a su vez, esperaba
el nacimiento del Bautista. En este gesto de solidaridad humana, María testimonió
la auténtica caridad que crece en nosotros cuando Cristo está presente.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)