EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Miércoles de la IV Semana de Adviento (21 de diciembre)
Cantar de los Cantares 2,8-14.
¡La voz de mi amado! Ahí viene, saltando por las montañas, brincando por las
colinas.
Mi amado es como una gacela, como un ciervo joven. Ahí está: se detiene detrás
de nuestro muro; mira por la ventana, espía por el enrejado.
Habla mi amado, y me dice: "¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía!
Porque ya pasó el invierno, cesaron y se fueron las lluvias.
Aparecieron las flores sobre la tierra, llegó el tiempo de las canciones, y se oye en
nuestra tierra el arrullo de la tórtola.
La higuera dio sus primeros frutos y las viñas en flor exhalan su perfume.
¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía!
Paloma mía, que anidas en las grietas de las rocas, en lugares escarpados,
muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz; porque tu voz es suave y es hermoso tu
semblante". Coro
Salmo 33(32),2-3.11-12.20-21.
Alaben al Señor con la cítara,
toquen en su honor el arpa de diez cuerdas;
entonen para él un canto nuevo,
toquen con arte, profiriendo aclamaciones.
pero el designio del Señor permanece para siempre,
y sus planes, a lo largo de las generaciones.
¡Feliz la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se eligió como herencia!
Nuestra alma espera en el Señor;
él es nuestra ayuda y nuestro escudo.
Nuestro corazón se regocija en él:
nosotros confiamos en su santo Nombre.
Evangelio según San Lucas 1,39-45.
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel,
llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu
vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del
Señor".
Comentario del Evangelio por
La liturgia bizantina
Himno Akatistos a la Madre de Dios (siglo VII)
«El niño salto de alegría en mi vientre»
Concibiendo la Virgen a Dios en su seno,
corriendo subió hasta Isabel.
Y su niño, reconociendo al punto el saludo de
María, se alegró, y con saltos a guisa de cantos,
a la Madre de Dios aclamaba:
Salve, sarmiento del inmortal brote.
Salve, heredad de fruto sin defecto.
Salve, cultivas al labrador amigo de los hombres.
Salve, engendras a quien nuestra vida engendra.
Salve, terreno que produce abundancia de misericordias.
Salve, altar que sostiene propiciaciones abundantes
Salve, pues haces brotar un prado de delicia.
Salve, pues preparas un puerto a las almas.
Salve, incienso agradable del sacerdocio.
Salve, reconciliación del universo entero.
Salve, beneplácito de Dios para los mortales.
Salve, ante Dios audacia de los mortales.
¡Salve, virginal Esposa!
En interna galerna de contrarias mociones
el prudente José era agitado.
Amoríos sospecha, sabiéndote casta, oh Intachable.
Más tras saber que tu concepción
viene del Espíritu Santo, dice:
¡Aleluya!
Escucharon los pastores angélicos himnos, en
honor a la venida de Cristo encarnado,
y corriendo como hacia el Pastor
lo contemplan cual cordero sin tacha, apacentado
en el regazo de María,
a quien dijeron cantando himnos:
Salve, Madre del cordero y del pastor.
Salve, aprisco de espirituales ovejas.
Salve, baluarte contra invisibles enemigos.
Salve, entrada de las puertas del Paraíso.
Salve, pues los Cielos con la tierra se alegran.
Salve, pues la tierra con los Cielos danza.
Salve, de los Apóstoles boca que no calla.
Salve, osadía invencible de los Vencedores.
Salve, de la fe firme base.
Salve, esplendorosa señal de la gracia.
Salve, por tí el infierno fue expoliado.
Salve, por tí fuimos revestidos de gloria.
¡Salve, virginal Esposa!
Tras contemplar el singular nacimiento
nos hicimos extraños al mundo, trasportando la
mente hasta el cielo. Pues por este [nacimiento] el
Dios altísimo sobre la tierra fue manifestado como
humilde hombre, queriendo atraer a lo alto a los
que le aclaman:
¡Aleluya!
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