LA NATIVIDAD DEL SEÑOR, Misa de la Aurora
(Isaías 62:11-12; Tito 3:4-7; Lucas 2:15-20)
Las noticias de Belén no son buenas. Sigue el enfrentamiento entre los israelís y los
palestinos. Pero ya los palestinos están fracturados con los musulmanes acosando a
los cristianos. Más lamentables aún los conflictos en Siria y Egipto pueden
involucrar toda la región en incendios. Como si no fuera bastante peligroso, los
Estados Unidos están retirándose de Irak dejando ese país, particularmente los
cristianos, aterrados. Con todo este revuelto nos conviene a volver a Belén hace
dos mil años cuando la esperanza de la paz nació.
El evangelio está mañana retrata a varios personajes cerca el pesebre del niño
Jesús. Cada uno tiene algo para decirnos si le hacemos caso. Primero que
escuchemos a los pastores. Son gente rústica que espera, como todos judíos, la
venida del Señor. Atienden a las noticias del ángel que ha nacido en Belén el
Salvador y llegan a darle homenaje. En un poema navideña un sacerdote anglicano
pregunta si no es el caso que él sea pastor también. Ciertamente es porque tienen
que pastorear las almas. De la misma manera todos somos pastores porque todos
tenemos responsabilidades para atender. Entonces todos nosotros deberíamos
acompañar a los pastores de Belén a ver al Salvador.
Pero desgraciadamente no es que todos tengan este deseo. A lo mejor por puro
gozo los pastores cuentan a los ciudadanos de Belén todo lo que han
experimentado. Pero estas personas, como la semilla que cae sobre tierra rocosa,
sólo se maravillan con las noticias. No averiguan la cosa por su propia parte. Son
como muchos de nuestros contemporáneos que celebran la Navidad con rompopo y
regalos pero no se esfuerzan a seguir a él que festejan. Les falta la esperanza de
realizar la promesa del Salvador recién nacido.
El evangelio sólo menciona la presencia de José, el esposo de María. Pero otros
pasajes en este evangelio según san Lucas lo describen como justo - fiel a Dios y
obediente al imperador. También dejan el sentido que es trabajador y atento a su
papel como protector de Jesús y María. Queda como modelo para los padres y
madres, trabajadores y ciudadanos.
Los ortodoxos tienen una oración tratando de María como el regalo humano más
perfecto al niño Jesús. Ciertamente lo cuida bien pero aún más al caso guarda en
su corazón todo lo que pasa. Es el mejor regalo porque se hace su mejor discípulo
meditando la palabra de Dios – eso es su propio hijo -- para anunciar su significado
en un tiempo futuro. Quizás Jesús le tenga en cuenta cuando habla de la semilla
que cae sobre la tierra fértil para producir fruto cien por una.
Finalmente queda el niño Jesús recostado en un pesebre. Al estudiante de la Biblia
su paradero indica el cumplimiento de la profecía de Isaías que por fin Israel
reconoce a su rey como un asno reconoce la pesebre de su amo (Isaías 1:3). A
nosotros el niño Jesús recostado en el comedero nos sugiere que en tiempo él va
darse a nosotros como comida. Algunos artistas han pintado al niño irradiando luz
como una lámpara sobrecargada. Es decir como un faro la palabra de Dios ya arde
para guiarnos a la vida eterna.
Viendo la serenidad del nacimiento de Jesús nos parece irónico que algunos no
quieren una replica en plazas públicas. Pero hay batalla sobre la religión y el estado
en muchas partes. No obstante, lo importante no es que algunos se maravillen del
nacimiento en el tiempo navideño sino que lo guarden en el corazón. De allí emite
la luz que resuelve conflictos entre tanto familias como naciones. De allí produce los
esfuerzos que cuidan a los niños para que crezcan en hombres y mujeres justos. De
allí se siembra la semilla que da el fruto de la vida eterna.
Padre Carmelo Mele, O.P