EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Viernes de la IV Semana de Adviento (23 de diciembre)
Libro de Malaquías 3,1-4.23-24.
Yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino delante de mí. Y en seguida
entrará en su Templo el Señor que ustedes buscan; y el Angel de la alianza que
ustedes desean ya viene, dice el Señor de los ejércitos.
¿Quién podrá soportar el Día de su venida? ¿Quién permanecerá de pie cuando
aparezca? Porque él es como el fuego del fundidor y como la lejía de los
lavanderos.
El se sentará para fundir y purificar: purificará a los hijos de Leví y los depurará
como al oro y la plata; y ellos serán para el Señor los que presentan la ofrenda
conforme a la justicia.
La ofrenda de Judá y de Jerusalén será agradable al Señor, como en los tiempos
pasados, como en los primeros años.
Yo les voy a enviar a Elías, el profeta, antes que llegue el Día del Señor, grande y
terrible.
El hará volver el corazón de los padres hacia sus hijos y el corazón de los hijos
hacia sus padres, para que yo no venga a castigar el país con el exterminio total.
Salmo 25(24),4-5.8-10.14.
Muéstrame, Señor, tus caminos,
enséñame tus senderos.
Guíame por el camino de tu fidelidad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador,
y yo espero en ti todo el día.
El Señor es bondadoso y recto:
por eso muestra el camino a los extraviados;
él guía a los humildes para que obren rectamente
y enseña su camino a los pobres.
Todos los senderos del Señor son amor y fidelidad,
para los que observan los preceptos de su alianza.
El Señor da su amistad a los que lo temen
y les hace conocer su alianza.
Evangelio según San Lucas 1,57-66.
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo.
Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había
tratado, se alegraban con ella.
A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías,
como su padre;
pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan".
Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre".
Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran.
Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados.
Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.
Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores,
y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea.
Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían:
"¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él.
Comentario del Evangelio por
San Máximo de Turín (?-v. 420), obispo
Sermón 57, sobre el nacimiento de Juan Bautista, 1 ; PL 57, 647
«Tu mujer te dará un hijo...muchos se alegrarán de su nacimiento (Lc
1,13-14)»
Por anticipado, Dios había destinado a Juan Bautista, a que viene para
proclamar la alegría de los hombres y la alegría de los cielos. De su boca, la gente
entendió las palabras admirables que anunciaban la presencia de nuestro Redentor,
el Cordero de Dios (Jn 1,29). Miéntras que sus padres, habían perdido toda
esperanza de obtener una descendencia, el ángel, el mensajero de un gran
misterio, lo envió para servir de precursor al Señor, incluso antes de nacer (Lc
1,41)...
Llenó de alegría eterna el seno de su madre, cuando lo llevaba en su
interior... En efecto, en el Evangelio, leemos estas palabras que Isabel le dice a
María: "Cuando oí tu saludo, el niño se estremeció de alegría en mi vientre. ¿De
dónde a mí, que la madre de mi Señor me visite? «(Lc 1,43-44)... Mientras que, en
su vejez, se afligía por no haber dado un niño a su marido, de repente, dio a luz a
un hijo, que era también el mensajero de la salvación eterna para el mundo entero.
Y un mensajero tal, que antes de su nacimiento, ejerció el privilegio de su futuro
ministerio, cuando difundió su espíritu profético por las palabras de su madre.
Luego, por la fuerza del nombre, que el ángel le había dado por anticipado,
abrió la boca de su padre cerrada por la incredulidad (Lc 1,13.20). Cuando Zacarías
se quedó mudo, no fue para siempre, sino para recobrar divinamente el uso de la
palabra y confirmar por un signo venido del cielo, que su hijo era un profeta. El
Evangelio dice sobre Juan: " Este hombre no era la Luz, pero estaba allí para dar
testimonio y que todos crean por él " (Jn 1,7-8). Ciertamente, no era la Luz, pero
permanecía por entero en la luz, el que mereció dar testimonio de la Luz verdadera.
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