Comentario al evangelio del Sábado 31 de Diciembre del 2011
En buena parte del mundo... casi en todo él, hoy la gente se prepara para despedir el año civil, natural,
social... Excesos de fiestas, cenas, vestidos, lujos... sí, no vamos a negarlo. Peor nadie nos obliga a
vivirlo de ese modo, ¿verdad? Los primeros cristianos se caracterizaban por vivir en medio del mundo
que les tocaba vivir... como uno más... como el Maestro, que quiso ser uno de tantos (Flp2) y bailaba y
cantaba en las fiestas que le invitaban. Ahora bien: desde el principio los primeros cristianos fueros
criticados por no plegarse al “modo” de celebrar, o por no acudir a ciertos espectáculos que les
parecían contrarios al evangelio, a la dignidad humana, etc... Su “modo” no era “el modo” de Jesús.
La Navidad y en concreto el evangelio de hoy podrían ser un estupendo criterio o un buen conjunto de
pistas para quien quiera adentrarse en los “modos” de Jesús, del Dios cristiano: nace pobre, vive pobre,
muere pobre, es amigo de los pobres... pero nunca rehúsa la conversación y la mesa compartida con
nadie (ricos, publicanos, estafadores, levitas... todo eran posibles compañeros de Jesús... ¡nadie
quedaba fuera de entrada!). Y a la vez, su “modo” de estar en el mundo, siendo Dios, es el de una
presencia tan honda como inapreciable... Este Niño pobre... este joven Jesús que baila en las bodas y le
llaman borracho y comilón en el pueblo... este hombre que ora al Padre en lo secreto y cura las
dolencias de quien se acerca a Él... este es la Palabra... “Y la Palabra era Dios. La Palabra en el
principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo
que se ha hecho”.
¿Cómo es posible que “la luz brille en la tiniebla y la tiniebla no la reciba”?, ¿cómo es posible que
Alguien “venga a su casa, y los suyos no le reciban”?... No sé cómo, pero es posible. Y no hay que irse
muy lejos ni pensar en alguien malvado y maligno que no reconoce a Cristo como el Salvador... No:
sólo hace falta repasar este año que termina y contemplar tu vida... y reconocer la tiniebla y la luz que
has dejado entrar en ella... y la que has podido poner a tu alrededor... Y silenciar y orar y “contemplar
su gloria” en tus días y tus noches... porque es en tu vida y en tu carne donde el Dios de la Gloria ha
puesto su tienda para quedarse. No lo dudes. Sólo queda que tú y yo y quien quiera creerle, lo acoja, lo
contemple, lo ame y deje que su luz ilumine todas las tinieblas.
¿De verdad no podremos dedicar ni unas horas al terminar al año (o mañana o al otro) para silenciar y
pasar por el corazón el año vivido? Si lo haces, no dudes que encontraras más motivos de alabanza que
de reproche, pues en ti la Palabra que es la Vida quiere hacerse cada vez más grande... como el Niño.
Vuestra hermana en la fe, Rosa Ruiz. Misionera Claretiana ( rosaruizarmi@gmail.com )
Rosa Ruiz. Misionera Claretiana