5to dia de la octava de Navidad
29 de diciembre
Lc 2, 22-35
Cristo es la luz que alumbra a todas las naciones . En el misterio de la Navidad,
la luz de Cristo se irradia sobre la tierra, difundiéndose como en círculos
concéntricos. Ante todo, sobre la Sagrada Familia de Nazaret: la Virgen María y
José son iluminados por la presencia divina del Niño Jesús. La luz del Redentor se
manifiesta luego a los pastores de Belén, que, advertidos por el ángel, acuden
enseguida a la cueva y encuentran allí la „señal‟ que se les había anunciado: un
niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre (cf. Lc 2, 12).
El apóstol san Juan escribe en su primera carta: ¡Dios es luz, en él no hay
tiniebla alguna! (1 Jn 1, 5); y, más adelante, añade: “Dios es amor”. Estas dos
afirmaciones, juntas, nos ayudan a comprender mejor: la luz que apareció en
Navidad y hoy se manifiesta a las naciones es el amor de Dios, revelado en la
Persona del Verbo encarnado. Atraídos por esta luz, llegan los Magos de Oriente.
El Señor Jesús es, al mismo tiempo e inseparablemente, “luz para alumbrar a
las naciones, y gloria de su pueblo, Israel” (Lc 2, 32), como, inspirado por Dios,
exclamará el anciano Simeón, tomando al Niño en los brazos, cuando sus padres lo
presentarán en el templo.
Los Magos adoraron a un simple Niño en brazos de su Madre María, porque en
él reconocieron el manantial de la doble luz que los había guiado: la luz de la
estrella y la luz de las Escrituras. Reconocieron en él al Rey de los judíos, gloria de
Israel, pero también al Rey de todas las naciones.
El Padre de la Luz, que ha hecho resplandecer en Cristo su rostro de
misericordia, nos colme con su felicidad y nos haga mensajeros de su bondad.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)