6 de Enero o dia de la semana que correponda antes de Epifania
Mc 1, 7-11
Tú eres mi Hijo amado, yo tengo en ti mis complacencias. En el
Jordán, en el bautismo de Jesús se produce la manifestación de Dios Uno y
Trino: Jesús, a quien el Padre señala como su Hijo predilecto, y el Espíritu
Santo, que baja y permanece sobre Él. En efecto, el evangelio de este día
vemos cómo San Juan bautiza a Jesús, y cómo cuando es bautizado se oyó
“La voz del Señor sobre las aguas”: “al salir Jesús del agua, una vez
bautizado, se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que descendía
sobre El en forma como de paloma y se oyó una voz desde el cielo”, la voz
del Padre que lo identificaba como su Hijo, el Dios-Hombre. (Mt 3, 16-17)
Jesucristo, el Dios Vivo, no tenía necesidad de bautismo. Pero en el
Jordán quiso presentarle al Padre los pecados del mundo; es decir, quiso
presentarnos a nosotros como lo que somos: pecadores. ¡Todo un Dios, en
Quien no puede haber pecado alguno, se pone en lugar de la humanidad
pecadora, haciéndose bautizar!
El Sacramento del Bautismo no es igual al Bautismo del Jordán. Es
mucho más: por nuestro Bautismo, por obra del Espíritu Santo somos
limpiados del pecado original, nos hacemos hijos de Dios; somos injertados
en Cristo, templos vivos del Espíritu santo, habitación de la trinidad;
recibimos la fe católica como un tesoro que debemos hacer crecer y
compartir con los demás.
El día de nuestro bautismo, hechos hijos de Dios, el Padre como a
Jesús también nos dijo: tú eres mi hijo amado en quien tengo mis
complacencias…
La conciencia de esta predilección que Dios nos tiene no puede menos
de impulsarnos a aceptar a Cristo en la menta y en el corazón, como
Salvador y Señor…
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)