Octava de Navidad
Jueves 29/12/2011
“Porque mis ojos han visto a tu Salvador”
I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 2,3-11:
Queridos hermanos: En esto sabemos que conocemos a Jesús: en que
guardamos sus mandamientos. Quien dice: "Yo le conozco", y no guarda sus
mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su
palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto
conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él debe vivir como
vivió él.
Queridos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo
que tenéis desde el principio. Este mandamiento antiguo es la palabra que
habéis escuchado. Y, sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo -lo cual es
verdadero en él y en vosotros-, pues las tinieblas pasan, y la luz verdadera brilla
ya. Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano está aún en las
tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero
quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no
sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.
Sal 95,1-2a.2b-3.5b-6 R/. Alégrese el cielo, goce la tierra
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R/.
Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.
El Señor ha hecho el cielo;
honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 2,22-35:
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de
Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo
escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor»,
y para entregar la oblación, corno dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o
dos pichones.» Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre
justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba
en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes
de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por
la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor,
según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han
visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para
alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María su madre: «Mira, éste está puesto para que
muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así
quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará
el alma.»
II. Oramos con la Palabra
JESÚS, no viniste a abolir la Ley, y me das ejemplo de obediencia desde tus
primeros días: siendo Dios dejas que te lleven al templo para presentarte a Dios.
¿O lo hiciste por Simeón y Ana, que esperaban la gloria de Israel? Tú eres la
gloria de Israel, la vida de la Iglesia, mi Salvador y mi Señor.
Esta oración está incluida en el libro: Evangelio 2011 de
EDIBESA.
III. Compartimos la Palabra
Conocer a Jesús es vivir como él vivió
San Juan nos ofrece sabrosas enseñanzas con evidentes ecos evangélicos.
Conocer a Jesús equivale a guardar sus mandamientos. San Juan afirma que
quien diga que conoce a Jesús y no guarda sus mandamientos es un mentiroso.
Miente porque quien conoce a Jesús, quien sabe quién es Jesús, quien sabe que
sus palabras llevan a la vida, al sentido, a la esperanza… necesariamente guarda
sus mandamientos, le hace caso, “vive como vivió él”. Si no le hace caso es que
miente, es decir, miente al decir que conoce a Jesús porque quien conoce a
Jesús le sigue.
Quien sigue a Jesús, quien le hace caso… se encuentra con el milagro de
experimentar que Dios le ama y que habita en su corazón y que gozar de la
intimidad con Dios no es una quimera, sino una sublime realidad, “permanece en
él”.
San Juan aplica lo dicho a su preferido “mandamiento nuevo y antiguo”: el amor
al hermano. Ahora la mentira la traduce en ceguera. “Quien aborrece a su
hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va,
porque las tinieblas han cegado sus ojos”.
“Porque mis ojos han visto a tu Salvador”
Moviéndonos entre al Antiguo y Nuevo Testamento, nos encontramos con
Simeón, “hombre honrado y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel” y que
esperaba el cumplimiento de la gran promesa de Dios de enviar a la tierra a su
Salvador. Saluda a Jesús Niño alborozado, con el corazón colmado de gozo ante
la promesa cumplida. Es lo que estamos celebrando en estos días de navidad y
siempre, el gran regalo de Dios a toda la humanidad, el regalo de su Hijo, el
Salvador del mundo, la luz del mundo, el gran amador del mundo y sus
habitantes. Acojamos gozosos el mejor regalo de navidad.
Fray Manuel Santos Sánchez
La Virgen del Camino
Con permiso de dominicos.org