Comentario al evangelio del Miércoles 04 de Enero del 2012
Queridos amigos:
Hay cosas de las uno no puede olvidarse, si es que no tiene una enfermedad que le afecta a su
memoria. Las recuerda con todo lujo de detalles y como si estuvieran pasando en este preciso
momento. Cuando uno rememora estos acontecimientos, los revive y los actualiza. A ver, ¿qué
matrimonio, de los que van bien y se quieren, no se acuerda de cuándo empezaron su relación, de su
primer beso, de la fecha de boda, del parto de sus hijos y de cómo vivieron juntos momentos de gozo y
de tristeza significativos?; ¿o que consagrado, que aún se siente ilusionado, no se acuerda de los hitos,
grandes y pequeños, que marcaron su respuesta al Señor y a los hermanos? Si cada uno de nosotros
escribiera sus memorias, desempolvando recuerdos, tendríamos mucho que escribir y poco espacio en
blanco para hacerlo. Tendríamos que resumir y que esquematizar. Pero, sin duda, recogeríamos ciertos
acontecimientos y detalles que se nos quedaron marcados y de los que fuimos únicos testigos directos.
Esto es lo que pasa en ciertos relatos vocacionales como el que se nos narra hoy en el evangelio de
Juan: la vocación de dos discípulos. Ellos se acuerdan, por ejemplo, de que eran “las cuatro de la
tarde” (v. 39), cuando sucedieron esos acontecimientos tan importantes para la vida de esos dos
discípulos. Este detalle confiere a todo este relato el sello de un testimonio personal.
Los dos son discípulos de Juan, antes que de ningún otro. Pero su Maestro es humilde y anda en
verdad. No quiere retenerlos junto a él. Por eso, al pasar Jesús, le reconoce por lo que es. Y dice,
señalándolo: “Éste es el Cordero de Dios” (v. 36). Con este testimonio cualificado de Juan acerca de
Jesús, a los dos discípulos se les abre la puerta de la confianza radical. Y a partir de ahí “siguieron a
Jesús” (v. 37). Pero este seguimiento habrá que profundizarlo en otros encuentros íntimos y
personales: en una vida compartida, que ponga sobre el tapete los rasgos más importantes de la
existencia. El texto usa tres verbos para expresar lo que han de vivir los discípulos junto a Jesús:
“fueron… vieron… se quedaron con Él” (vv. 38-39). El coloquio, de un día de dura-ción, entre Jesús y
los discípulos no sabemos qué tema abordaron. Lo que sí sabemos es que esta experiencia de
intimidad termina con una profesión de fe: “hemos encontrado al Mesías” (v. 41), que sucesivamente
se hace apostolado y misión.
Si algún día aciago me decidiera a escribir mis memorias, me gustaría muchísimo terminarlas, diciendo
que he encontrado al Mesías.
Un abrazo de Pepe Vico
Pepe Vico