Él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalias
Jn 1, 19-28
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
1. YO NO SOY EL MESÍAS.
Este es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos de Jerusalén enviaron una
comisión de sacerdotes y levitas para preguntar a Juan quién era. El confesó rotundamente:
Yo no soy el Mesías.
Estas palabras introductorias podrían ser una alusión literaria a la misión del Bautista, que
se dijo en el prólogo que era la de dar testimonio de Cristo (Jn 1:6-8), aunque allí nada se
dijo de la forma histórica en que el Bautista cumplió ese testimonio.
El momento en que el Bautista hace su aparición en el valle del Jordán, predicando la
proximidad del reino de Dios y orientando hacia él los espíritus y preparándoles con un
bautismo que era símbolo de la renovación total, era un momento en Israel de máxima
expectación mesiánica.
La figura y predicación de Juan el Bautista era lo que más contribuía a crear este interés
mesiánico en las multitudes. Los evangelios sinópticos hablan ampliamente de la persona
ascética del Bautista: se presenta con una vestidura austera, que evocaba la vestidura de
viejos profetas de Israel, y con ausencia de ellos después de tantos siglos, y con gran
austeridad en su vida y su escenario era el desierto de Judá, de donde, conforme al
ambiente de entonces, se esperaba saldría el Mesías.
La manifestación del Bautista en la región del Jordán, en aquel ambiente de expectación
mesiánica, y anunciando que “llegó el reino de Dios” (Mt 3:2), produjo una conmoción
fortísima en Israel. Ante esta fuerte conmoción religioso-mesiánica, es cuando el
evangelista recoge la comisión que le enviaron desde Jerusalén los judíos.
En el Evangelio de Juan los Judío tiene diversas acepciones, pero en este caso, se puede
decir con bastante probabilidad que los judíos que enviaron a Juan Bautista, son una
delegación de sacerdotes y levitas, son las autoridades religiosas de Jerusalén, los grandes
sacerdotes, excitados y movidos por los fariseos.
A primera vista extraña el porqué se incluyen en esta delegación oficial a los levitas, ya que
éstos no eran miembros del Sanedrín. Los levitas eran especialistas en los actos cultuales,
eran los liturgistas o ritualistas del culto. Y el Bautista se caracterizaba por un especial
bautismo, de tipo desconocido en Israel, y del que esta delegación le pedirá cuenta porque
lo hace. Talvez por eso la delegación está formada por especialistas en materia de
purificación cultual.
El diálogo de este interrogatorio, tal como lo relata el evangelista, es sintético, pero preciso,
y acusa la austeridad, y puede pensarse como de sagacidad, del Bautista.
“¿Tú quién eres?” Naturalmente, lo que les interesa no es su origen, sino su misión, la
respuesta del Bautista es clara y terminante: Yo no soy el Mesías. Acaso hubo preguntas
más explícitas sobre este punto. Pero, en todo caso, el Bautista responde al ambiente de
expectación que había sobre su posible mesianismo. Lc dice, a propósito de la acción y
conmoción que produce la presencia del Bautista: se hallaba el pueblo en expectación, y
pensando todos en sus corazones acerca de Juan si seria él el Mesías (Lc 3:15; cf. Hech
13:25).
2. NO SOY ELÍAS.
Ellos le preguntaron: Entonces, ¿eres tú Elías? Juan respondió: No soy Elías.
Descartado que fuese el Mesías, su aspecto y conducta, anunciando la proximidad de la
venida del reino, hizo pensar, en aquellos días de expectación mesiánica, que él, vestido
como un viejo profeta pudiera ser el precursor del Mesías, el cual, según las creencias
rabínicas, sería el profeta Elías.
Los rabinos habían ido estableciendo las diversas funciones que ejercería Elías en su
venida precursora. Vendría a reprochar a Israel sus infidelidades, para que se convierta,
vendría a resolver cuestiones difíciles, que aún no estaban zanjadas, tendría una misión
cultual y restituiría al templo el vaso del maná, la redoma del agua de la purificación, la vara
de Aarón, y traería la ampolla con el aceite de la unción mesiánica. Y según una tradición
judía, recogida por San Justino, Elías anunciaría la venida del Mesías, le daría la
consagración real y le presentaría al pueblo. Tal era el ambiente que sobre la función
precursora de Elías, que había en el Israel contemporáneo de Cristo, como reflejan estos
escritos. Jesucristo mismo hizo ver que esta función de Elías precursor la había cumplido el
Bautista (Mt 17:10-13; Mc 9:11-13).
Por otra parte, dado el grado de suficiencia y petulancia farisaicas, sería difícil saber el
grado de sinceridad que hubo en este interrogatorio. Las respuestas secas del diálogo,
¿serán simple resumen esquemático, acusándose literariamente el intento polémico del
Evangelista, o reflejarán el desagrado del Bautista ante el interrogatorio y tono exigente y
escéptico de aquella misión farisaica jerosolimitana?
3. ¿ERES EL PROFETA QUE ESPERAMOS?
Luego volvieron a preguntarle: ¿Eres el Profeta que esperamos? El respondió: No. No de
no ser ninguno de estos personajes mesiánicos, no cabría más que preguntar, ante aquella
figura y conducta del Bautista, si era un profeta, cuya investigación es uno de los puntos de
competencia explícitamente citados en la legislación sobre el Sanedrín. ¡Hacía tanto tiempo
que la voz del profetismo había cesado en Israel! ¡Unos cinco siglos!
Pero el problema está en que aquí le preguntan si él es el Profeta, en singular y con
artículo, determinándolo de modo preciso. Los rabinos no parecen que hayan interpretado
este pasaje de ningún profeta insigne en concreto. Los judíos entendían un confuso modo,
sea del Mesías (Jn 6:14), sea de alguno de entre los grandes personajes de Israel (Jn 7:40):
como Samuel, Isaías, Jeremías. Y hasta se pensó que pudiera referirse al mismo Moisés,
pues se tenía la creencia popular de que no había muerto, sino que había sido arrebatado
corporalmente al cielo.
Lo más extraño es que el Bautista niega ser el Profeta, cuando, en realidad, su misión era
profética. En el Benedictus se le reconoce por tal: será llamado profeta del Altísimo (Lc
1:76). Y Cristo dirá de él mismo que no hay entre los nacidos de mujer profeta más grande
que Juan (Lc 7:28).
Acaso la solución se encuentra en el mismo evangelio de Jn. Después de la multiplicación
de los panes, los “hombres, viendo el milagro que había hecho, decían: Verdaderamente
éste es el Profeta que ha de venir al mundo (Jn 6:14). Juan entiende probablemente el
profeta en un sentido equivalente a Mesías; de ahí su respuesta negativa.
4. ¿QUÉ DICES DE TI MISMO?
De nuevo insistieron: Entonces dinos quién eres. Tenemos que dar una respuesta a los que
nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? Y el Bautista, ante aquella delegación oficiosa del
Sanedrín, va a dar: testimonio de la Luz (Jn 1:7). Y va a dar el testimonio oficialmente, para
que lo transmitan a la autoridad de la nación. Yo soy la voz que grita en el desierto:
enderecen el camino del Señor.
El Bautista se figura que él es el mensajero que, estando en el desierto, desde él pide a
todos que se preparen para la inminente venida del Mesías.
Algunos de la comisión eran fariseos. No sería improbable que, si el Sanedrín fue el que
envió esta delegación, lo hiciese, como antes se dijo, movido por los fariseos. Estos le
preguntaron: Si no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta esperado, ¿por qué bautizas?
Estos enviados fariseos, especialistas en todo lo de la Ley, al ver que él negaba ser el
Mesías, o Elías, o el Profeta, le preguntan por qué entonces bautiza. Que éstos instituyesen
ritos nuevos, nada tenía de particular; como enviados de Dios, podían obrar conforme a sus
órdenes. Pero un simple asceta, ¿podría arrogarse este derecho?
En la época de Cristo, los judíos practicaban numerosos ritos de purificación. Pero no eran
verdaderos bautismos. El verdadero bautismo para ellos era el de los prosélitos, que se
administraba a los paganos que se incorporaban al judaísmo. Los demás ritos de lavado,
entre los judíos, no tenían carácter bautismal, y ninguno estaba en función de la venida del
reino. Pero el Bautista había introducido un rito nuevo, pues estaba en función de la
purificación del corazón, conversión, y en relación con la inminencia de la venida del reino
de Dios. ¿Qué potestad tenía él para esto? Era lo que le exigía la autoridad religiosa,
encargada de velar por las tradiciones de Israel.
5. YO BAUTIZO CON AGUA.
Entonces Juan, afirmó: Yo bautizo con agua. En efecto, a la primera parte de la respuesta
del Bautista: Yo bautizo con agua, se esperaría la contraposición que Cristo bautizaría en
fuego o en Espíritu Santo. El Bautista no conoció el bautismo en el Espíritu Santo, como
apropiación de una persona divina; no salió de la mentalidad del ambiente del A.T., en el
que el Espíritu Santo era la acción del Dios “ad extra.”
En efecto, el bautismo de Juan no tenía valor legal moral, sino que tenía valor en cuanto,
siendo un símbolo externo de purificación, excitaba y protestaba la confesión de los
pecados (Mt 3:6; Mc 1:5). Hasta el historiador judío Flavio Josefo destaca esto, así es como
escribe que: este bautismo no era usado para expiación de crímenes, sino para la
purificación del cuerpo, una vez que ya las mentes estaban purificadas por la justicia.
Pero, en lugar de contraponer a su bautismo el de Cristo, hace el elogio de éste en
contraposición consigo mismo, “pero en medio de ustedes hay uno a quien no conocen. Es
ello una alusión al tema mesiánico conocido en Israel. Según creencia popular, el Mesías,
antes de su aparición, estaría oculto en algún lugar desconocido. Llama así la atención
mesiánica sobre Cristo, conforme a la creencia ambiental. Luego dirá el Bautista cómo supo
él que Cristo era el Mesías (Jn 1:31-34). Por eso, si Cristo está oculto, el que los judíos no
le conozcan no es reproche. Precisamente la misión del Bautista es presentarlo a Israel (Jn
1:31). Así evocaba la creencia ambiental en el Mesías oculto, Cristo, y en Elías precursor,
cuya función realizaba el Bautista (Mt 11:14; Lc 7:27).
6. EL VIENE DETRÁS DE MÍ, AUNQUE YO NO SOY DIGNO DE DESATAR LAS
CORREAS DE SUS SANDALIAS.
Luego dice: El viene detrás de mí, aunque yo no soy digno de desatar las correas de sus
sandalias. El Bautista, de forma enigmática, anuncia que él sólo es el precursor de una
persona cuya dignidad anuncia, pero que él no es digno de desatarle las correas de la
sandalia. Era este oficio propio de esclavos.
Aprendemos de este fragmento del Evangelio, que profetizar es proclamar un mensaje de
salvación, ya que el profeta es un mensajero, un porta voz que habla en nombre de Dios, y
todos nosotros podemos ser como Juan Bautista, pero al modo de él, sin avanecerse por su
misión. Recordemos que el niega lo que es, pero da a conocer lo que es y lo hace
defiriéndose a Cristo y lo alaba juzgándose a si mismo, indigno aún de desatar las correas
de sus sandalias.
El Bautista nos da demostración que su razón de ser es dar testimonio del Mesías, a él no
le interesa otra cosa que dar testimonio de Cristo, el nos demuestra que no hace falta
perder tiempo en defender posiciones propias, y lo que importa no es el concepto que otros
tengan de nosotros y si tenemos o no autoridad, lo que vale es el testimonio de Cristo. No
tengamos miedo de hablar de Jesucristo, podemos hacerlo en cualquier momento, en
cualquier ocasión, hablar de El nunca esta de más, al contrario, es positivo y da mucha paz
hacerlo.
7. EN MEDIO DE USTEDES HAY ALGUIEN AL QUE USTEDES NO CONOCEN
Avivemos hoy nuestra fe de creyente, hagamos notar la bondad activa que nos ha
enseñado Jesús para con nuestros hermanos, esto será un medio importante y eficaz para
dar testimonio de Cristo, pero por sobre todo, darlo a conocer al mundo. Tengamos
presente las palabras del Bautista: “Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay
alguien al que ustedes no conocen”. Es Jesús el que esta en medio de nosotros, en medio
de la Iglesia, en la Eucaristía, y en la gracia por la cual esté presente y operante en los
bautizados. “Hay alguien al que ustedes no conocen”.
En efecto, el mundo no lo conoce, y esto sucede porque a nuestro pesar, muchos prefieren
cerrar los ojos, y también porque no son muchos los que dan testimonio del Evangelio
vivido de esa bondad que revele al mundo de la bondad de Cristo Jesús. Y también
tenemos que reconocer, que en medio de nosotros, hay muchos hermanos que son
creyentes, y tampoco lo conocen, porque nos se dan el tiempo a estar muy unidos con el
Señor a través de la oración, o porque su frialdad no les permite reconocer donde él se
esconde, allí en los mas pobres, en los afligidos, en los que buscan consuelo, en los que
sufren de enfermedad física o espiritual.
El Evangelio, nos muestra a un Juan Bautista, que es modelo de testimonio de Cristo; que
nos revela una fe pujante, que es austero, desinteresado, humilde y que: “Vino como
testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.”
El Señor les Bendiga