Carta del Obispo de Posadas para el 08 de enero de 2012.
LOS RESPONSABLES DE LA EDUCACIÓN
(Parte II)
El fin de semana pasado los invitaba a reflexionar en estos domingos de enero en torno al
mensaje para la XLV Jornada Mundial de la Paz, del Papa Benedicto XVI, que este año
tiene como eje central la educación de nuestros jóvenes en la Justicia y la Paz.
El Papa nos dice: “La educación es la aventura más fascinante y difícil de la vida. Educar,
que viene de educere en latín, significa conducir fuera de sí mismos para introducirlos en la
realidad, hacia una plenitud que hace crecer a la persona. Ese proceso se nutre del
encuentro de dos libertades, la del adulto y la del joven. Requiere la responsabilidad del
discípulo, que ha de estar abierto a dejarse guiar al conocimiento de la realidad, y la del
educador, que debe de estar dispuesto a darse a sí mismo. Por eso, los testigos auténticos, y
no simples dispensadores de reglas o informaciones, son más necesarios que nunca; testigos
que sepan ver más lejos que los demás, porque su vida abarca espacios más amplios. El
testigo es el primero en vivir el camino que propone.
¿Cuáles son los lugares donde madura una verdadera educación en la paz y en la justicia?
Ante todo la familia, puesto que los padres son los primeros educadores. La familia es la
célula originaria de la sociedad. «En la familia es donde los hijos aprenden los valores
humanos y cristianos que permiten una convivencia constructiva y pacífica. En la familia es
donde se aprende la solidaridad entre las generaciones, el respeto de las reglas, el perdón y
la acogida del otro» .Ella es la primera escuela donde se recibe educación para la justicia y
la paz.
Vivimos en un mundo en el que la familia, y también la misma vida, se ven constantemente
amenazadas y, a veces, destrozadas. Unas condiciones de trabajo a menudo poco
conciliables con las responsabilidades familiares, la preocupación por el futuro, los ritmos
de vida frenéticos, la emigración en busca de un sustento adecuado, cuando no de la simple
supervivencia, acaban por hacer difícil la posibilidad de asegurar a los hijos uno de los
bienes más preciosos: la presencia de los padres; una presencia que les permita cada vez
más compartir el camino con ellos, para poder transmitirles esa experiencia y cúmulo de
certezas que se adquieren con los años, y que sólo se pueden comunicar pasando juntos el
tiempo. Deseo decir a los padres que no se desanimen. Que exhorten con el ejemplo de su
vida a los hijos a que pongan la esperanza ante todo en Dios, el único del que mana justicia
y paz auténtica.
Quisiera dirigirme también a los responsables de las instituciones dedicadas a la educación:
que vigilen con gran sentido de responsabilidad para que se respete y valore en toda
circunstancia la dignidad de cada persona. Que se preocupen de que cada joven pueda
descubrir la propia vocación, acompañándolo mientras hace fructificar los dones que el
Señor le ha concedido. Que aseguren a las familias que sus hijos puedan tener un camino
formativo que no contraste con su conciencia y principios religiosos.
Que todo ambiente educativo sea un lugar de apertura al otro y a lo transcendente; lugar de
diálogo, de cohesión y de escucha, en el que el joven se sienta valorado en sus propias
potencialidades y riqueza interior, y aprenda a apreciar a los hermanos. Que enseñe a gustar
la alegría que brota de vivir día a día la caridad y la compasión por el prójimo, y de
participar activamente en la construcción de una sociedad más humana y fraterna.
Me dirijo también a los responsables políticos, pidiéndoles que ayuden concretamente a las
familias e instituciones educativas a ejercer su derecho deber de educar. Nunca debe faltar
una ayuda adecuada a la maternidad y a la paternidad. Que se esfuercen para que a nadie se
le niegue el derecho a la instrucción y las familias puedan elegir libremente las estructuras
educativas que consideren más idóneas para el bien de sus hijos. Que trabajen para
favorecer el reagrupamiento de las familias divididas por la necesidad de encontrar medios
de subsistencia. Ofrezcan a los jóvenes una imagen límpida de la política, como verdadero
servicio al bien de todos.
No puedo dejar de hacer un llamamiento, además, al mundo de los medios, para que den su
aportación educativa. En la sociedad actual, los medios de comunicación de masa tienen un
papel particular: no sólo informan, sino que también forman el espíritu de sus destinatarios
y, por tanto, pueden dar una aportación notable a la educación de los jóvenes. Es importante
tener presente que los lazos entre educación y comunicación son muy estrechos: en efecto,
la educación se produce mediante la comunicación, que influye positiva o negativamente en
la formación de la persona.
También los jóvenes han de tener el valor de vivir ante todo ellos mismos lo que piden a
quienes están en su entorno. Les corresponde una gran responsabilidad: que tengan la
fuerza de usar bien y conscientemente la libertad. También ellos son responsables de la
propia educación y formación en la justicia y la paz.”
Les envío un saludo cercano y hasta el próximo domingo. Mons. Juan R Martínez.