Solemnidad. Epifanía del Señor.
“Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría"
Pautas para la homilias
La epifanía es la fiesta de la luz
La Navidad abre el ciclo de las manifestaciones de Dios. Pero la salvación revelada
en la Encarnación no puede quedar escondida. Con esta fiesta celebramos que con
la Encarnación del Hijo de Dios una luz brilla para todos: “La Palabra era la luz
verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo... y la Palabra se
hizo carne” (Jn 1, 9.14). La estrella subraya que Dios ha entrado en nuestra
historia. Por eso, el tema esencial de esta “segunda navidad” es la manifestación de
Dios. El profeta Isaías, que nos lleva acompañando desde el comienzo del Adviento,
sigue con su profunda fe en la reconstrucción de Jerusalén, a la que ahora
pronostica la llegada de una gran luz: “Levántate, Jerusalén, que llega tu luz”.
También san Pablo nos advertirá que ahora ha sido revelado el misterio de que
Atambién los gentiles son partícipes de la Promesa en Jesucristo. Por eso, esta
fiesta está tan íntimamente relacionada con la Navidad.
Esa luz es la que se proyecta en todo el texto evangélico. “Vimos su estrella en el
Oriente y hemos venido a adorarle”, confiesan en Jerusalén los Magos. Lo más
importante del evangelio de hoy es la manifestación del Señor. Dios ha aparecido
en nuestra historia. El nombre antiguo de epifanía significa manifestación, pero
también presencia como la llegada de un príncipe con su séquito y ejército. Es la
forma de traducir la experiencia que el pueblo tenía de las epifanías o apariciones
de Dios en determinados hechos de su historia. Nosotros llamamos epifanías a
todas las manifestaciones individuales o comunitarias que nos orientan y nos
marcan el camino a seguir. Se enciende una luz interior, cuando alguien nos
escucha de verdad o cuando alguien se identifica con nosotros en momentos de
agobio, porque al final en estas iluminaciones reconocemos la presencia de Dios.
Hemos visto salir su estrella
Los antiguos estaban convencidos de que todo personaje importante tenía su
estrella y el “rey de los judíos” no podía ser menos a la hora de presentarlo ante
toda la humanidad. Aunque nuestro conocimiento de los orígenes del cristianismo
son fragmentarios, sabemos sin embargo que hubo comunidades compuestas por
judíos y miembros de otras razas y religiones. El evangelio de Mateo está dirigido a
una comunidad de este tipo. Por eso, acude tanto al Antiguo Testamento para
corroborar su fe. La relación entre la condición mesiánica de Jesús y su nacimiento
en Belén estaba consolidada en la tradición de las Escrituras, como indicaba la
profecía de Miqueas 5, 1. Lo importante es que los primeros cristianos de origen
judío tenían que rebuscar en la Escritura para aceptar a Jesús como el Mesías
verdadero, que traería la salvación a todos. Lo que manifiesta aquí este evangelio
es la convicción profunda de aquella comunidad de judíos y gentiles sobre la
condición mesiánica de Jesús. Este será el punto débil de estas comunidades,
cuando entren en crisis.
La estrella deja de guiarles, cuando los magos llamaron a la puerta equivocada, el
palacio de Herodes. En realidad las autoridades judías y todo Jerusalén, pese a
conocer las Sagradas Escrituras, se sobresaltan ante el nacimiento del Mesías y no
lo reconocen. Entonces es necesario que los valientes buscadores del “rey de los
judíos” salgan fuera del palacio, abandonen las discusiones eruditas de los
consejeros y se confíen a la estrella. Es la señal que Dios les ofrece para descubrir
el nuevo “lugar santo”, donde Dios ha decidido salir en busca de los hombres. Los
magos, a pesar de ser paganos, siguen su búsqueda hasta que lo encuentran y lo
adoran.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría
Hoy, guiados por una estrella que indica orientación y meta, llegan unos adoradores
imprevistos. El evangelio subraya como una gran tragedia la desaparición de esa
estrella, pero la espera y perseverancia les hizo emprender el camino verdadero. En
realidad los Magos, extraños al judaísmo y a su religión, representan a todos los
que han buscado la promesa de Dios y han aceptado también al niño de Belén
como su luz. Por eso, la búsqueda de Dios de todos hombres de buena voluntad es
la segunda enseñanza de esta fiesta.
Los magos son las primicias de la humanidad que camina en la búsqueda de Dios.
La aparición de Dios no es un privilegio para algunos pueblos ni es un privilegio
personal o exclusivo, sino que el evangelio con esta historia nos enseña que la fe en
Cristo es universal. Todos los pueblos comparten y son depositarios de la misma
promesa. La iniciativa divina no consiente apropiación alguna y exclusiva ni por
parte de Herodes, ni de sus consejeros religiosos ni mucho menos del pueblo
elegido en su conjunto. La presencia de Jesús ilumina a todos los pueblos.
La estrella aparece de nuevo al encontrar a Jesús. La búsqueda esforzada de estos
Magos, hasta caer de rodillas ante el Niño en actitud de adoración, es una invitación
a emprender todos nosotros la misma difícil senda hasta llegar a venerar el misterio
salvador de Cristo. Aquí la “luz que se revela a todas las naciones” es Jesucristo. “Y
cayendo de rodillas le adoraron”.
No debemos temer arrodillarnos ante Dios, porque entones nuestra vida alcanza su
mayor grandeza. La adoración es siempre el acto religioso reservado para Dios. De
nuevo el evangelio de Mateo nos indica la condición divina del Salvador. También
sus regalos se convierten en símbolos: oro para la realeza divina; incienso para la
divinidad; mirra en previsión de que el Hijo de Dios moriría. La actitud de adoración
es una llamada a todos los creyentes. Sólo la fe permite contemplar la gloria que se
contiene en aquel niño. Siempre se ha visto en este episodio, de unas personas
ajenas al pueblo judío, la representación de los fieles intérpretes de los signos de la
presencia de Dios en el niño de Belén.
Fray Gregorio Celada Luengo
Convento de San Esteban (Salamanca)