Fiesta. Bautismo del Señor
“Pasó haciendo el bien”
Pautas para la homilias
Era necesario un cambio.
La fuerza de la fe del pueblo de Israel se había fosilizado. Había perdido el coraje,
el vigor y el Espíritu. No es que fuera una sociedad secularizada, sin Dios, como hoy
entendemos y somos. La ley de Yahvé, su culto y sacrificios en el templo, el
recuerdo de sus gestas en la historia del antiguo Israel, permanecían vivos en la
práctica y en el recuerdo de los contemporáneos de Juan el Bautista y de Jesús de
Nazaret, que lo rememoraban con particular intensidad en sus grandes fiestas
anuales. Pero todo ello, si bien focalizado hacia Dios, carecía de la vida de Dios, del
Espíritu de Dios.
Por eso Juan comenzó a predicar y a bautizar, llamando a una vivencia más
auténtica de la fe en Yahvé. Y barruntó una nueva presencia del Espíritu, que se
manifestó tras el bautismo de Jesús, cristalizando en el Nazareno la identidad de
Hijo amado y predilecto del Padre.
A partir de aquí, Jesús comienza a vivir de forma plena y en exclusiva para el
proyecto del Padre, manifestado ya desde antiguo en la predicación profética:
implantar la justicia y el derecho, ser luz para los ciegos y libertad para los
cautivos, oferta de bondad y liberación de todo mal. Nuevo impulso de vida, en
definitiva, para una humanidad anquilosada y desnortada.
He oído estas últimas semanas a personas distintas decir: “parecemos tristes”.
Hace veintisiete años, Jesús Burgaleta, recordado y querido profesor, escribía en
una pauta homilética para este mismo domingo: la crisis que padecemos “es crisis
económica, crisis política, crisis de convivencia, crisis de valores, crisis de modelos,
crisis de identidad, crisis religiosa. Se nos ha juntado todo a la vez: estamos
enfermos y sin defensas. Soñamos con la salida, estamos ansiosos de descubrir
nuevos valores, nos bebemos las páginas del periódico cuando nos da la noticia de
nuevas tecnologías, de fuentes de energía sustitutoria, de nuevas perspectivas de
trabajo”.
Sin ánimo de pesimismos o derrotismos estériles hemos de convenir en que mucho
de todo esto también lo vivimos hoy, casi treinta años después. Y la salida,
hermanos, ya está aquí, entre nosotros. El Espíritu que hizo de Jesús el Hijo amado
y predilecto del Padre se nos ha dado también a nosotros. Su Fuerza nos habita. Su
Vida nos vivifica. Su Programa de acción es el camino a recorrer cada día.
El proyecto de Dios sobre la Tierra y sobre la humanidad está aún
lejos de su realización.
En la mente de cada uno de nosotros están los puntos oscuros de la historia que en
este preciso momento estamos gestando. Alguien ha definido nuestro tiempo y
nuestra cultura contemporáneos con los preocupantes calificativos de ansiedad,
frustracin, desengao, indignacin… Porque somos muchos los que seguimos sin
luz para entendernos, sin libertad para realizarnos, sin bondad para crecer
equilibrados y sanos. Porque somos muchos los que nos sentimos engañados,
defraudados, desconsolados, amenazados; por no decir explotados, cosificados,
arrinconados o como material de desecho.
Y en medio de todo esto, el Espíritu de Dios nos impulsa hoy, como antaño a Jesús,
a pasar por el mundo, por este mundo, haciendo el bien y liberando a todos los
oprimidos por el mal. ¡Qué hermoso y beneficioso para nuestra humanidad que hoy
nos pongamos humildes y generosos a la escucha del Espíritu que nos fue dado en
nuestro propio bautismo, para que descubramos por dónde quiere guiar nuestros
pasos y encaminar nuestros esfuerzos! Seámosle fieles. Están en juego la vida y la
esperanza, la justicia y la paz. La dignidad. Esa huidiza y vaporosa realidad que
llamamos dicha, o felicidad.
Fr. Cesar Valero Bajo O.P.
Casa San Martín de Porres – Móstoles (Madrid)