SOLEMNIDAD DE LA EPIFANIA DEL SEÑOR
Is 60,1-6; Sal 71; Ef 3,2-3.5-6; Mt 2,1-12
Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que
venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: « ¿Dónde está el Rey de
los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a
adorarle.» Al oírlo, el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén. Convocó a
todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, y por ellos se estuvo informando
del lugar donde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: «En Belén de Judea,
porque así está escrito por medio del profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres,
no, la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo
que apacentará a mi pueblo Israel.» Entonces Herodes llamó aparte a los magos y
por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella. Después, enviándolos
a Belén, les dijo: «Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le
encontréis, comunicádmelo, para ir también yo a adorarle.» Ellos, después de oír al
rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente
iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el
niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al
niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le
ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sueños que no volvieran
donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino.
Con la presente fiesta de Hoy se cierra el ciclo del tiempo de Navidad. Para la
Iglesia Oriental, representa la fiesta más importante pues Jesús, se manifiesta a la
humanidad, a través de la presencia de los magos, la Sagrada Escritura nos
presenta a todos los paganos llamados a conformar el Nuevo Pueblo de Dios. Al
respecto el Papa Benedicto XVI nos dice: para los Magos fue indispensable
escuchar la voz de las Sagradas Escrituras: sólo ellas podían indicarles el camino.
La Palabra de Dios es la verdadera estrella que, en la incertidumbre de los discursos
humanos, nos ofrece el inmenso esplendor de la verdad divina (Benedicto XVI,
Homilía en la Solemnidad de la Epifanía del Señor, 6 de enero de 2011).
Precisamente el Papa Benedicto XVI, les dijo a los jóvenes seminarista el 19 de
agosto del 2005, en Colonia, lo que significó el encuentro de los magos con el Niño
recién nacido, en Belén: «... He aquí por fin el momento tan esperado: el encuentro
con Jesús. Entraron en la casa (...), en cierto modo la Iglesia (...), para encontrar
al Salvador hay que entrar en la casa que es la Iglesia. (...), termina así el
itinerario, el encuentro se convierte en adoración...». Esta solemnidad nos remarca
el destino y el significado universal del nacimiento de Cristo. Quien al hacerse
hombre en el seno de María, vino no sólo para el pueblo de Israel, representado por
los pastores de Belén, sino también para toda la humanidad, representada por los
Magos venidos del oriente.
La estrella que siguen los magos, como es el consenso unánime de la tradición de
los Padres de Iglesia: la "estrella", está significando la misión que Cristo ha dado-
legado a su Iglesia: "Id y anunciad el evangelio a todos los hombres". La Iglesia
de Cristo, en su misión debe llevar a los hombres al encuentro con el Mesías-
Emmanuel, porque su misión, de Ella, es diaconal, como la de su fundador. El Papa
Benedicto XVI nos habla así del significado de esta “estrella”: ¿Qué clase de
estrella era la que los Magos vieron y siguieron? A lo largo de los siglos esta
pregunta ha sido objeto de debate entre los astrónomos. Kepler, por ejemplo, creía
que se trataba de una «nova» o una «supernova», es decir, una de las estrellas que
normalmente emiten una luz débil, pero que pueden tener improvisamente una
violenta explosión interna que produce una luz excepcional. Ciertamente, son cosas
interesantes, pero que no nos llevan a lo que es esencial para entender esa estrella.
Debemos volver al hecho de que esos hombres buscaban las huellas de Dios;
trataban de leer su «firma» en la creación; sabían que «el cielo proclama la gloria
de Dios» (Sal 19, 2); es decir, tenían la certeza de que es posible vislumbrar a Dios
en la creación. Pero, al ser hombres sabios, sabían también que no es con un
telescopio cualquiera, sino con los ojos profundos de la razón en busca del sentido
último de la realidad y con el deseo de Dios, suscitado por la fe, como es posible
encontrarlo, más aún, como resulta posible que Dios se acerque a nosotros
(Benedicto XVI, Homilía en la Solemnidad de la Epifanía del Señor, 6 de enero de
2011).
El presente evangelio, se debe leer bajo la óptica de la profecía de Isaías. Pues
aquí, el profeta ve a los reyes de las naciones yendo a adorar a un único rey. Al
mismo tiempo podemos decir, que se abre una entrada nueva, un nuevo camino,
que todos estamos llamados a emprender. El hecho de la encarnación de Cristo, su
nacimiento, daba inicio al cumplimiento de las profecías hechas por los profetas,
que sin duda tendrán su pleno cumplimiento en su misterio pascual. En este
sentido, el significado de la estrella, no lo debemos tomar en un sentido
simplemente metafórico o como un género literario. Para llegar a Cristo debemos
ser guiados, ayudados; por eso las lecturas del tiempo de adviento han remarcado
con intensidad la figura de Juan Bautista: “...voz que clama en el desierto...".
Desde este punto de vista, el Evangelio de hoy es una "Buena Noticia", pero
también tenemos que decir, que aquí, se encierra un gran misterio: todos no
participan de este acontecimiento. La actitud de Herodes, contrapuesta con la de
los magos y pastores, pone en evidencia, que para abrazar la fe, necesitamos de la
intervención divina. Los magos son guiados por una estrella; a los pastores, los
ángeles les anuncian el hecho inaudito del nacimiento del Mesías. Tenemos por eso
que decir: que no sólo los que ostentan el poder o las riquezas están excluidos del
reino de los cielos; sino incluso aquellos que no teniéndolo, piensan que allí está
contenida la felicidad y la plenitud del hombre y por consiguiente su realización y
seguridad; estos son para Mateo: los sabios e inteligentes.
Ahora, podemos llegar, al momento de donde muchas veces partimos para explicar
la presencia de los magos: el momento de la entrega de las ofrendas. Como bien
sabemos, al Niño se le ofrecen: oro, en cuanto el reconocimiento de su realeza; el
incienso, en cuanto el reconocimiento de su divinidad; y la mirra, en cuanto el
anuncio de su pasión. Pero dando un paso más adelante, en los magos el
evangelista nos está contraponiendo la actitud de Herodes, en vez de ver al niño
como un adversario, en cuanto su reinado, ven en el recién nacido: al Señor de la
Historia, al Dios con Nosotros, al Yo Soy el que Soy. No sólo es un reconocimiento
de jerarquía real, ante un rey más poderoso, sino es un someterse a Aquél, que es
el soberano, el Señor de la historia, de la vida y de la muerte. Las ofrendas, tienen
el significado que hemos dicho en líneas anteriores, pero a su vez también
expresan la sumisión al Rey Soberano, Dios en medio de nosotros.
Creo oportuno hacer resonar nuevamente las palabras de nuestro actual Papa
Benedicto XVI: dejémonos guiar por la estrella, que es la Palabra de Dios;
sigámosla en nuestra vida, caminando con la Iglesia, donde la Palabra ha plantado
su tienda. Nuestro camino estará siempre iluminado por una luz que ningún otro
signo puede darnos ((Benedicto XVI, Homilía en la Solemnidad de la Epifanía del
Señor, 6 de enero de 2011). De esta manera el encuentro con Jesús se convierte
en contemplación, pues es comprender las maravillas del plan de Dios, que en
nosotros sólo se puede ver realizado en su Hijo Amado. El contemplar al redentor,
no se debe entender como estar fuera de la realidad; contemplar significa vivir
como Gracia el misterio que se nos revela y certifica en nuestros corazones al Dios
que nos ha nacido como nuestro Redentor-Señor-Pastor de nuestras vidas.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar