¡AHORA ES CUANDO COMIENZA TODO!
Por Javier Leoz
Con el Bautismo del Señor clausuramos este tiempo de fe, días de familia y de
fiesta compartida, con la que hemos festejado y celebrado el Misterio de la Santa
Navidad.
1.- Sin apenas horas ni días para recuperarnos del gozo de la Navidad asistimos
hoy, no como espectadores y sí cómo adoradores de ese Niño que se hace grande,
al Bautismo de Jesús. Un Bautismo que le empuja a sumergirse de lleno, no
solamente en el agua fresca del río Jordán, sino también en el camino de
conversión y de justicia, de dedicación y de entrega dejándose totalmente inspirar y
dirigir por la voluntad del Padre. ¿Hay mayor y más exigente bautismo que ese?
Si ya Jesús comparte nuestra condición humana, hoy con el Bautismo, se pone
junto a nosotros, se suma a la fila de aquellos que nos sentimos pecadores pero
para devolvernos la gracia, la vida de Dios. Para arrancarnos de un mundo de
oscuridades a una atmósfera de luz divina.
¡Gracias, Padre! No contento con presentarte como humilde siervo en Belén, nos
muestras a tu Hijo Jesús para rescatarnos del mal y hacernos sentir lo que a veces
perdemos por el camino: Hijos de Dios.
2.- Amigos y hermanos; no podemos quedarnos electrificados (o quemados… quién
sabe) en y por las luces de la Navidad. Mucho menos distraídos por el ambiente
consumista que, entre otras cosas, nos invita a dar gusto al paladar de la boca en
detrimento de aquel otro que residen en el alma.
El Bautismo del Señor es la consecuencia de su nacimiento en Belén: ha venido
para salvarnos y no para quedarse tapadito en una cuna. Ha nacido para crecer y
enseñarnos el camino del amor.
Jesús no ha comparecido para cobijarse permanentemente al calor del buey o de la
mula, con los agasajos de los Magos o la espontaneidad de los pastores. ¡Jesús va
mucho más allá! ¡Quiere y desea nuestra salvación! Al descender al río Jordán
comienza a remar en la dirección marcada por su Padre. Al acoger el Bautismo de
manos de Juan, nos invita a subirnos en su barca para conquistar un horizonte
marcado por sus palabras y sus hechos. ¿Estamos dispuestos a seguirle? ¿Qué
hemos hecho nosotros con nuestro bautismo? ¿Lo hemos dejado solamente
plasmado en una bonita fotografía, película de DVD o excusa para una fiesta
familiar?
Que la Solemnidad del Bautismo del Señor nos ayude a sacar de nosotros ese Niño
Jesús que, hoy más que nunca, necesita crecer en nuestro interior y ser
testimoniado ante el mundo.
Flaco favor haríamos a la Navidad recientemente celebrada si pensáramos que,
Dios, ha nacido para quedarse en el recuerdo de un infante, en nuestra niñez, en
nuestra incapacidad para sumergirnos de lleno en esas aguas bautismales que nos
hacen sentirnos hijos de Dios y llamados a una nueva vida. ¿Estamos dispuestos?
En el Bautismo de Jesús, el Espíritu Santo descendió sobre Él, para indicarnos que,
con su fuerza, que es el amor, va a llevar adelante la misión que el Padre le
encomendó. Por lo tanto, el Bautismo es para Jesús el momento en el que inaugura
su misión evangelizadora. Por eso es la culminación del tiempo de la Navidad.
3.- Esta fiesta nos invita a reflexionar un poco sobre el Bautismo que recibimos
cada uno de nosotros. Es un sacramento que hemos descuidado mucho, que lo
hemos distorsionado por una serie de costumbre sociales y que, en realidad, es el
sacramento que debe marcar el rumbo de nuestra vida cristiana.
Nosotros no podemos quedarnos indiferentes. Recordemos que no solamente
promueve el mal aquel que lo realiza, sino también aquel que pudiendo sembrar el
bien no lo hace. Dios nos va a juzgar no solamente por nuestras obras, sino
también por nuestras omisiones.
4.- DE LOS TUYOS, SEÑOR
Saltando con pasión y con gozo
para anunciar el Evangelio.
Hoy, Señor, contigo y por Ti
desciendo el Jordán de mi propio Bautismo
¡Necesito tanto de tu Gracia y de tu poder!
¡Deseo tanto tu Espíritu y tu fuerza!
Hoy contigo y por Ti, Señor
salto de la cuna de mi comodidad
a los caminos que llevan paz al mundo
Hoy contigo y por Ti, Señor
dejo el aliento del buey y de la mula
para ser soplo que infunda valor y esperanza
ilusión y optimismo a una tierra perdida
Hoy contigo y por Ti, Señor
quiero decir que Tú eres la Salvación
que, la mano de Dios, te acompaña
que, el dedo del Padre, te señala
que, el río Bautismal,
nos convierte en voceros de tu amor y de tu gracia
DE LOS TUYOS, SEÑOR
¡Sí! ¡De los tuyos yo quiero siempre ser!
Y recordando que, si no hablo de ti,
nunca podré decir que estoy en Ti
DE LOS TUYOS, SEÑOR
Que para eso he nacido en las aguas del Bautismo
para ser heraldo y profeta
para ponerme a tu servicio y en tu senda
para no olvidar que, no hay mayor gozo,
que servirte, amarte y pregonarte con generosidad
¡DE LOS TUYOS, SEÑOR!
¡PARA SIEMPRE!