ELEGIDOS, CONSAGRADOS, ENVIADOS
(BAUTISMO DEL SEÑOR)
8 enero 2006 B
"En aquel tiempo, proclamaba Juan: Detrás de mí viene el que puede más que yo, y
yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias...llegó Jesús desde
Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán" (Mc 1, 6b-11)
En su Bautismo, Jesús es proclamado y consagrado oficialmente por el Padre, para
el servicio de los hombres, como su Enviado, el Mesías, el "Hijo amado", el
mensajero de la Buena Nueva de salvación para el mundo. Es, pues, este
acontecimiento una verdadera proclamación profética de la misión de Jesús. Por
eso, Marcos nos lo presenta, inmediatamente después, proclamando ya en Galilea
su mensaje: "Cumplido es el tiempo y el reino de Dios está cercano".
Pero Jesús ha de realizar esta misión por el camino del "Siervo sufriente"; no por el
camino del triunfo, sino por el de la cruz.
Como sucede a todos los llamados y enviados por Dios, para llevar a cabo en el
mundo esta misión, Jesús no marcha solo: recibe la fuerza del Espíritu. Como los
profetas, como el rey David, como los apóstoles. Es la fuerza de Dios su garantía.
El último detalle que debemos tener en cuenta para comprender lo más
perfectamente posible este pasaje evangélico, es la finalidad de la misión: como el
"Siervo de Yahvé", Jesús es elegido "para que traiga el derecho a las naciones...
para abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de la prisión y de la mazmorra
a los que habitan en las tinieblas". Es decir, su misión tiene dimensión comunitaria.
Y no por la fuerza, sino con comprensión y ayuda a la debilidad de los otros. Es una
misión liberadora; ciegos y prisioneros representan a los hombres esclavizados por
el mal y las múltiples formas de opresión.
Es lo que el Evangelio nos dice sobre Jesús. Pero esta unción del Espíritu se
comunica a los cristianos en el bautismo, y los consagra haciéndolos hijos de Dios y
designándolos para continuar la misión del Señor.
Se nos ha encomendado, pues, la misma misión que el mismo Cristo. La Iglesia
entera está comprometida, como comunidad salvada y salvadora. Y, en ella, todos
los bautizados, que somos Iglesia. Todos, además, estamos confirmados: poseídos
por los carismas del Espíritu.
Es el misterio del Bautismo. Por él, hemos sido hechos hijos de Dios. Por él, hemos
empezado a formar parte de la familia de los hijos de Dios, la Iglesia. Y, por él,
estamos comprometidos para continuar en medio de los hombres la misma misión y
estilo de Jesús, a quien nos hemos incorporado por el bautismo Es este último un
aspecto que solemos olvidar con facilidad. Incluso llegamos a pensar que no tiene
nada que ver con nuestro bautismo el compromiso a favor de los demás.
Como Jesús, totalmente abierto a Dios, su Padre, y totalmente abierto y entregado
a los demás, sus hermanos, debemos vivir por bautizados. Es difícil, pero también
nosotros, los bautizados, como elegidos por Dios, contamos con la fuerza y ayuda
del Espíritu.
Miguel Esparza Fernández