EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Sábado de tiempo de Navidad después de la Epifanía del Señor
Epístola I de San Juan 3,22-24.4,1-6.
Y él nos concederá todo cuanto le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y
hacemos lo que le agrada.
Su mandamiento es este: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos
amemos los unos a los otros como él nos ordenó.
El que cumple sus mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en él; y
sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.
Queridos míos, no crean a cualquiera que se considere inspirado: pongan a prueba
su inspiración, para ver si procede de Dios, porque han aparecido en el mundo
muchos falsos profetas.
En esto reconocerán al que está inspirado por Dios: todo el que confiesa a
Jesucristo manifestado en la carne, procede de Dios.
Y todo el que niega a Jesús, no procede de Dios, sino que está inspirado por el
Anticristo, por el que ustedes oyeron decir que vendría y ya está en el mundo.
Hijos míos, ustedes son de Dios y han vencido a esos falsos profetas, porque aquel
que está en ustedes es más grande que el que está en el mundo.
Ellos son del mundo, por eso hablan el lenguaje del mundo y el mundo los escucha.
Nosotros, en cambio, somos de Dios. El que conoce a Dios nos escucha, pero el que
no es de Dios no nos escucha. Y en esto distinguiremos la verdadera de la falsa
inspiración.
Salmo 2,7-8.10-11.
Voy a proclamar el decreto del Señor:
El me ha dicho: Tú eres mi hijo,
yo te he engendrado hoy.
Pídeme, y te daré las naciones como herencia,
y como propiedad, los confines de la tierra.
Por eso, reyes, sean prudentes;
aprendan, gobernantes de la tierra.
Sirvan al Señor con temor.
Evangelio según San Mateo 4,12-17.23-25.
Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea.
Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines
de Zabulón y Neftalí,
para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías:
¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania,
Galilea de las naciones!
El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las
oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz.
A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: "Conviértanse, porque el
Reino de los Cielos está cerca".
Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena
Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente.
Su fama se extendió por toda la Siria, y le llevaban a todos los enfermos, afligidos
por diversas enfermedades y sufrimientos: endemoniados, epilépticos y paralíticos,
y él los curaba.
Lo seguían grandes multitudes que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de
Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.
Comentario del Evangelio por
San León Magno (?-hacia 461), papa y doctor de la Iglesia
3er sermón para la Epifanía, §5
«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz»
Amados míos, instruidos sobre los misterios de la gracia divina, celebremos
con gozo espiritual el día de nuestras primicias y la primera llamada de las naciones
a la fe. Agradezcamos al Dios misericordioso que, según las palabras del apóstol
Pablo, «nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de
su Hijo querido» (Col 1,12-13). ¿No es esto lo que había anunciado el profeta
Isaías? «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; habitaban tierras de
sombras, y una luz les brilló» (Is 9,1)...
Abrahán vio este día y se alegró al conocer que sus hijos según la fe serían
bendecidos en su descendencia, es decir, en Cristo, y de lejos contempló la
paternidad que, por su fidelidad, se extendería sobre todas las naciones: «Dio
gloria a Dios totalmente convencido que las promesas que Dios le había hecho, se
cumplirían» (Jn 8,56; Ga 3,16; Rm 4,18-21). Es este día también el que David
cantó en los salmos: «Todos los pueblos vendrá a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre» (Sl 85,9). Y en otra parte: «El Señor da a conocer su
victoria, revela a las naciones su justicia» (Sl 97,2).
Nosotros sabemos que todo eso se realizó cuando los magos, llamados de su
lejano país, fueron conducidos por una estrella para que conocieran y adoraran al
Rey de cielo y tierra. La docilidad de esa estrella nos invita a imitar su obediencia y
hacernos, en cuanto nos sea posible, los servidores de esa gracia que llama a todos
los hombres a Cristo. Cualquiera que en la Iglesia vive con devoción y castidad,
cualquiera que aprecie las realidades de arriba y no las de la tierra (Col 3,2), se
asemeja a esa luz celeste. Tanto en cuanto mantiene en él el resplandor de una
vida santa, como una estrella muestra a los demás el camino que lleva a Dios.
Tened todos esta preocupación, amados míos...; brillaréis en el Reino como hijos de
la luz (Mt 13,13; Ef 5,8).
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”