II Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B.
Pruebas al canto, más que las palabras
Padre Pedrojosé Ynaraja
En la época que mis tareas sacerdotales me exigían ocuparme de los trámites
referentes a las celebraciones matrimoniales, me encontraba con cierta frecuencia,
con que alguno de los pretendientes se declaraba ateo y lo decía con
convencimiento y hasta orgullo. Para creer en Dios debía presentarle pruebas
científicas, oía. Acostumbraba yo a decir a continuación, supongamos que se
trataba del novio: tu novia no existe. ¿Cómo que no existe? Preséntame pruebas, le
decía yo. Quiero el número del DNI. No lo sé, era la respuesta. Muéstrame su huella
dactilar, no la tengo. Me bastaría una fe de vida, firmada y rubricada por el juez, de
fecha reciente, tampoco la he solicitado. Ya lo ves, como no tienes ninguna prueba,
es señal de que no existe tu novia. No diga tonterías, ella y yo nos queremos y eso
es suficiente. Completamente de acuerdo, añadía por mi parte, lo mismo me pasa a
mí, que creo en Dios porque siento que me ama, y yo le quiero a Él y resulta que
como prueba de amistad me hace dichoso de tal manera, que no siento envidia de
la felicidad de los demás, tal es la que siento y eso es lo que me gustaría que os
pasase a vosotros.
Creer en Jesucristo no es estar enterado por suficientes pruebas científicas que nos
aseguren su existencia. Hay pruebas para todo y muchos embaucadores se sirven
de ellas, para engañarnos. Goethe decía: para conocer a la gente hay que ir a su
casa y ver como se está en ella. Pensaba en estas cosas, mis queridos jóvenes
lectores, cuando leía el texto evangélico de la misa de hoy, que os quería comentar.
Las narraciones de los otros evangelistas son tan esquemáticas, que uno, si se las
toma al pie de la letra, piensa que a la llamada de Jesús, le falta delicadeza. Con
seguridad que no fue una orden y una respuesta automática. Me estoy refiriendo a
aquello de seguidme, os hare de inmediato pescadores de hombres. Escriben con
lenguaje telegráfico. Juan conserva unos recuerdo que le impactaron de tal manera
que al cabo de muchos años, todavía recuerda la hora del encuentro y algunos
detalles más, como quien era su acompañante.
A vuestro alrededor os encontrareis con muchos que pasan de hacerse preguntas
de importancia. Otros creerán de tal manera en Dios, que no dudarán en afirmaros
que todo está ya escrito, que nada sucede, ni el más mínimo detalle, que no sea
por deseo explícitamente divino, sin que la voluntad del hombre intervenga.
Adoran, se sienten seguros y temen. Esta es, en resumen, su fe. Algunos, de más
refinado pensamiento, prescinden de la referencia a Dios. Lo importante es la
serenidad, la paz, el amor universal, la ausencia total de violencia alguna. Se trata
de una fe muy impersonal, que diluye la individualidad personal. No lo olvidéis, mis
queridos jóvenes lectores. Jesús nos ha escogido para una aventura que viviremos
en común, sin perder nosotros personalidad creativa, sin que Él deje, al ser nuestro
amigo, de ser Dios.
Era poco después del mediodía, cuando ocurrió el encuentro y empezó la
experiencia. El cambio que se operó en la interioridad fue tan grande, que no pudo
quedárselo para él solo, se lo fue a contar de inmediato a su amigo. Jesús ya sabía
aquello que después decimos nosotros: los amigos de mis amigos, son también
amigos míos. Le hizo gracia desde un principio aquel rudo pescador y ya le anunció
que para Él tendría otro nombre, que sonaba fuerte, que anunciaba grandes gestas.
¿Qué podéis decir vosotros de los encuentros con el Señor? A lo mejor os pasa
como a una tía mía, que le tocó viajar a América de un tirón, junto a un hombre de
tez oscura, al que ignoró y después, para su infortunio, supo que se trataba del
cantante que ella más admiraba y le gustaba. Pero ya habían desembarcado y
lamentó haber perdido la ocasión de relacionarse con él, poder contarlo a las
amigas que lo había conocido y conservar algún autógrafo.
¿en qué momentos de vuestra vida, la experiencia de Dios ha supuesto un cambio
de rumbo de vuestros proyectos y realizaciones?
Padre Pedrojosé Ynaraja