Ciclo B. II Domingo del Tiempo Ordinario
Pedro Guillén Goñi, C.M.
El evangelio de San Juan, en este segundo domingo del tiempo ordinario, nos narra
de forma sencilla y profunda la elección de los dos primeros discípulos -Andrés y su
hermano Pedro- por parte de Jesús. El Señor se da cuenta que para comenzar la
ardua tarea de la instauración del Reino de Dios necesitaba, además de la fe y la
ayuda de Dios Padre en el cumplimiento del compromiso adquirido, la colaboración
de unos hombres que vivieran como Él, lo acompañaran, aprendieran y luego
transmitieran a los demás sus propias experiencias de encuentro con el Maestro. El
Señor, ya desde el comienzo de su misión, intuía que iba a vivir situaciones
especiales: incomprensión, aceptación, rechazo, alegrías, tristezas y estas vivencias
contrapuestas era mejor compartirlas con sus propios discípulos.
“¿Que buscan?” (Jn. 1,38) será la pregunta clave que el Seor les hace a Andrés y
su hermano Pedro en el momento de la elección para provocar sus propias
intenciones, sus objetivos, sus proyectos de vida. El encuentro con la persona que
ansían, el Mesías esperado, es el inicio de su propia vocación. Jesús les llama de
forma simple pero directa y ellos responden desde la generosidad, la disponibilidad
y la acogida. No les ofrece bienes materiales, ni satisfacciones placenteras sino la
aventura y el riesgo del “vengan y vean ”(Jn. 1, 39). Encontrarse con el Seor,
fiarse de su palabra, no presupone satisfacer nuestros gustos personales, nuestros
intereses sino la subordinación de nuestros planes al proyecto de vida que nos
ofrece el Señor.
Por el bautismo todos somos llamados al encuentro con el Señor. Algunos intuyen
esa llamada en acontecimientos especiales y extraordinarios y otros en los detalles
de la vida ordinaria y sencilla del día a día. Lo importante es que no descuidemos la
voz de Dios que nos dirige a la interioridad y generosidad de nuestro corazón. La
llamada de Dios es permanente y nos exhorta a una respuesta pronta y
comprometida. El Señor nos debe encontrar, como a sus primeros discípulos,
vigilantes, receptivos y atentos. Si miramos a nuestro alrededor, si nos fijamos en
las necesidades de la parroquia descubriremos el clamor del Señor que nos espera
a dar respuesta y aportar nuestro granito de arena en favor de los demás.
El espíritu del documento de “Aparecida” nos llama, en sintonía con el ejemplo y el
esquema del evangelio de hoy, a seguir siendo discípulos del Señor y apóstoles de
su mensaje. Cada vez que nos encontramos con Él desde la sinceridad y la fidelidad
de nuestra vida “sufriremos” una transformacin interior que desembocará en
seguimiento y anuncio de quien es “el camino , la verdad, y la vida” (Jn 14,6)
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)