Viernes 13 de Enero de 2012
Viernes 1ª semana de tiempo ordinario 2012
1Samuel 8, 4-22a
En aquellos días, los ancianos de Israel se reunieron y fueron a entrevistarse
con Samuel en Ramá. Le dijeron: "Mira, tú eres ya viejo, y tus hijos no se
comportan como tú. Nómbranos un rey que nos gobierne, como se hace en todas
las naciones. A Samuel le disgustó que le pidieran ser gobernados por un rey, y se
puso a orar al Señor. El Señor le respondió: "Haz caso al pueblo en todo lo que te
pidan. No te rechazan a ti, sino a mí; no me quieren por rey".
Samuel comunicó la palabra del Señor a la gente que le pedía un rey: "Estos
son los derechos del rey que os regirá: A vuestros hijos los llevará para enrolarlos
en sus destacamentos de carros y caballería, y para que vayan delante de su
carroza; los empleará como jefes y oficiales en su ejército, como aradores de sus
campos y segadores de su cosecha, como fabricantes de armamento y de
pertrechos para sus carros. A vuestras hijas se las llevará como perfumistas,
cocineras y reposteras. Vuestros campos, viñas y los mejores olivares, os los
quitará para dárselos a sus ministros. De vuestro grano y vuestras viñas, os exigirá
diezmos, para dárselos a sus funcionarios y ministros. A vuestros criados y criadas,
y a vuestros mejores burros y bueyes, se los llevará para usarlos en su hacienda.
De vuestros rebaños os exigirá diezmos. ¡Y vosotros mismos seréis sus esclavos!
Entonces gritaréis contra el rey que os elegisteis, pero Dios no os responderá".
El pueblo no quiso hacer caso a Samuel, e insistió: "No importa. ¡Queremos
un rey! Así seremos nosotros como los demás pueblos. Que nuestro rey nos
gobierne y salga al frente de nosotros a luchar en nuestra guerra". Samuel oyó lo
que pedía el pueblo y se lo comunicó al Señor. El Señor le respondió: "Hazles caso
y nómbrales un rey".
Salmo responsorial: 88
R/Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.
Dichoso el pueblo que sabe aclamarte: caminará, ¡oh Señor!, a la luz de tu
rostro; tu nombre es su gozo cada día, tu justicia es su orgullo. R.
Porque tú eres su honor y su fuerza, y con tu favor realzas nuestro poder.
Porque el Señor es nuestro escudo, y el Santo de Israel, nuestro rey. R.
Marcos 2, 1-12
Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaúm, se supo que estaba en
casa. Acudieron tantos, que no quedaba sitio ni a la puerta. El les proponía la
palabra. Llegaron cuatro llevando un paralítico, y como no podían meterlo por el
gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y
descolgaron la camilla con el paralítico.
Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados quedan
perdonados". Unos letrados que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros:
"¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados fuera de
Dios?"
Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: "¿Por qué pensáis eso?
¿Qué es más fácil: decirle al paralítico: "Tus pecados quedan perdonados", o
decirle: "Levántate, coge la camilla y echa a andar?" Pues para que veáis que el
Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados..., entonces le
dijo al paralítico: "Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa"". Se
levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos.
Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios diciendo: "Nunca hemos visto una
cosa igual".
COMENTARIOS
Su enseñanza, sus curaciones, sus liberaciones y, sobre todo, su inmediata
cercanía a los más excluidos del pueblo colocan a Jesús en el ojo del huracán. Al
volver a Cafarnaún se encuentra con la expectativa del pueblo sencillo, que ya lo
reconoce como un gran maestro; pero también se topa con la oposición de sus
adversarios, que lo acusan de blasfemia – el pecado religioso más grave. El
conflicto no se hace esperar. Los intérpretes autorizados de la Escritura consideran
inapropiada la libertad con la que Jesús actúa.
Consideran que son sólo ellos los únicos administradores de las enseñanzas
religiosas. Jesús les muestra su error, al mostrarles cómo la tremenda fe del
paralítico es suficiente para recibir el beneficio del perdón y la sanación. Así se
enfrentan la costumbre humana y la novedad de Dios. Y de este enfrentamiento
sale beneficiada una persona que de ahí en adelante puede decidir a dónde ir y qué
hacer con su vida.
Cada día enfrentamos una cultura que pretende decirnos quiénes somos, qué
debemos hacer y sobre todo, qué es lo importante, basada únicamente en criterios
de consumo, apariencia y poder. Jesús nos enseña a ser libres, así desfondemos el
techo con nuestras decisiones.
Juan Alarcón, s.j..
(Extracto de servicios KOINONÍA)