“Por el nacimiento de Jesús somos los predilectos del Padre”
Estamos celebrando la fiesta del
Bautismo del Señor concluyendo
así el Tiempo de Navidad. Quizás
nos preguntemos sobre cómo es
posible este salto que desde la
contemplación del Niño recién
nacido lleguemos a mirar a Cristo
ya adulto. Precisamente al cerrar
el tiempo litúrgico de Navidad, el
bautismo del Señor nos deja bien
en claro que el Hijo de Dios
hecho hombre ingresó a nuestra
historia humana para
manifestarnos no sólo el misterio
e intimidad de la Trinidad divina
sino el camino que conduce a la
participación de esa vida divina.
El bautismo (Mc. 1, 7-11) señaló
el comienzo de la vida pública de
Jesús. De su niñez y adolescencia
es poco lo que sabemos por los
evangelios, pero fue un tiempo de preparacin en el que Jesús “crecía en
sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres” (Lc. 2,
52).
El misterio que hoy contemplamos se desarrolla en el río Jordán cuando es
bautizado por Juan el Bautista quien dice de sí mismo que bautiza en agua
mientras Jesús bautiza en el Espíritu. Y sin necesitar el bautismo, ya que no
tenía pecado, el Señor nos habla de la necesidad de recibir la adopción de
hijos de Dios por medio del agua y del espíritu, anticipado ya en su
nacimiento en carne de Madre Virgen.
El bautismo de cada uno de nosotros está unido al del Señor Jesús ya que en
ambos el Padre manifiesta su predilección, ya por su Hijo unigénito en el
Jordán, ya por nosotros que somos sus hijos adoptivos en la pila bautismal.
También en ambos se manifiesta la acción del Espíritu que consagra a cada
uno y envía para la misión, salvar al mundo en Jesús, continuar con su obra
por medio de nosotros.
Con la vida pública de Jesús entre los hombres comienza con su misión de
salvar, enviado por el Espíritu. De la misma manera también nosotros somos
impulsados desde el bautismo a ir al encuentro del hombre de hoy para
llevarles la persona y enseñanza de Jesús.
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El bautismo que hemos recibido nos compromete a la vida propia de los hijos
de Dios.
Precisamente el profeta Isaías (55, 1-11) nos habla de la necesidad de la
conversión, de una nueva Alianza, la que sella el bautismo, para culminar en
la participación del banquete al que estamos llamados, el de la vida divina.
El profeta insiste en el llamado a buscar a Dios hasta encontrarlo, siendo
nosotros convocados a los esfuerzos necesarios para lograrlo.
De allí que advierte “por qué gastan dinero en algo que no alimenta y sus
ganancias en algo que no sacia”, para indicar que el ser humano se desgasta
en lo que no colma su corazón en lugar de buscar al único que satisface
totalmente al hombre.
Esta búsqueda de Dios permite que nosotros como dice el apóstol san Juan
(1 Jn. 5, 1-9) triunfemos sobre el mundo. En efecto, la cultura en la que
estamos insertos trata de desalojar a Dios de nuestra vida personal, de la
familia, del trabajo, de la política, economía y vida social, como si todo eso
fuera algo totalmente independiente de la trascendencia. Juan nos dice que
como bautizados debemos vencer ese espíritu del mundo a través de la fe.
Nos dice san Juan “¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que
Jesús es el Hijo de Dios?”. Vivir de la fe nos lleva a proclamar al mundo de
hoy el mensaje del Hijo de Dios que está entre nosotros. La fe nos muestra
que la existencia humana ha cambiado por la filiación divina de cada uno.
El ser humano se preocupa incansablemente de ser feliz, pero cada día
comprueba - a pesar del inocultable progreso humano en muchos ámbitos de
la vida- su infelicidad, porque ha desalojado al Creador. De allí la invitación
de ir hacia el Señor de la vida que es el único puede dar la felicidad plena.
La fe debe ir acompaada de las obras, ya que “la seal de que amamos a los
hijos de Dios es que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos”.
El amor a Dios “consiste en cumplir sus mandamientos y sus mandamientos
no son una carga”. Todos somos conscientes, de hecho, que si cumpliéramos
los mandamientos de Dios la vida humana sería distinta. No habría injusticia,
ni hambre, ni atentados contra el hombre de diverso tipo, reinaría la paz y
armonía en todos los corazones por la ausencia del odio o el desprecio al otro.
Hermanos: en este día del bautismo del Señor y recuerdo del nuestro,
acudamos al Hijo de Dios hecho hombre que es el Hijo predilecto del Padre,
llamados a serlo también nosotros a través del crecimiento en la fe
prolongada en la vivencia del amor a Dios y a nuestros hermanos.
Sigamos transcurriendo este año realizando siempre el bien que nos
identificará realmente como hijos amados del Padre.
Padre Ricardo B. Mazza.Curapárrocodelaparroquia“SanJuan
Bautista”,enSantaFedelaVeraCruz.Argentina.HomilíaenlaFiesta
del Bautismo del Señor. O8 de enero de 2012. ribamazza@gmail.com ;
http://ricardomazza.blogspot.com .
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