Domingo II del Tiempo Ordinario Ciclo B.
Padre Emilio Betancur Múnera
¿Dónde VIVES?
VENGAN A VER
Casi todos los creyentes conocen o han oído alguna vez parte del texto que narra la
vocación de Samuel.
Samuel es un milagro de su madre Ana porque era estéril. Por desespero o por fe
hizo un voto y una promesa: “si tengo un hijo lo dedicare al servicio del Seor”. Así
fue como nació Samuel que luego fue confiado al sacerdote Elí, sacristán del
santuario de silo. Este Elí es distinto a Elías quien vivió mas tarde, Silo es hoy una
ruina arqueológica ubicada al norte de Jerusalén. Silo fue un lugar donde se
reunían las doce tribus de Israel en torno al Arca. Allí Josué distribuyó las tribus
para conquistar el territorio y regresar en peregrinación; fue allí donde Ana hizo su
voto y nació Samuel hacia el 1040 A.C, quien sería uno de los mas importantes
líderes de Israel y el último juez, Jeremías lo compara con Moisés y Aarón (Sal
99,6).
El relato de la vocación de Samuel, primera lectura, es muy actual por ser
respuesta al llamado de Dios que determina su vocación profética y no requiere ser
anciano. Samuel era un niño cuando fue llamado, es en la debilidad humana cuando
Dios se manifiesta. También a Jeremías le sucedió que se sentía joven y no era
capaz de hablar por lo que Dios tuvo que decirle: “no digas que eres un joven
temeroso porque yo estoy contigo para liberarte”.
No fue Samuel sino Elí, sacerdote, quien fue primero en ser llamado; quien hizo el
discernimiento de la voz del Señor para llamar a Samuel, en su respuesta a Dios,
Elí no interfiere, aclara al niño el llamado de Dios.
Entonces comprendió Elí que era el Señor quien llamaba al joven y dijo a Samuel:
“Ve a acostarte, y si te llama alguien, responde: “Habla Seor que tu siervo
escucha” y Samuel se fue a acostar. De nuevo el Seor se present y lo llam
como antes (carta vez): “Samuel, Samuel” Este respondi: “habla Seor que tu
siervo escucha”.
La última frase es también una leccin para nosotros: “Samuel creci y el Seor
estaba con él, todo lo que el Seor le decía, se cumplía”. En cada momento de
nuestra vocación cristiana está la presencia y fortaleza del Señor, Jesús.
SAMUEL Y JUAN BAUTISTA
Sería interesante que el lector hiciera un paralelo entre Samuel y Juan Bautista
junto a sus dos discípulos cuando se encontraron con Jesús (evangelio de hoy).
Samuel es figura del Cristo que se pone en pie al llamado de Dios.
Samuel estaba en su cuarto, Juan Bautista a orillas del Jordán, cuando se le acerca
Jesús, y cuando el precursor lo ve y le habla de Él a los discípulos, diciéndoles:
“este es el Cordero de Dios” El cordero de Dios es el cordero de la Pascua,
presencia de Dios.
El cordero de Dios es el “Siervo de Yahve” proyecto salvífico de Dios para el hombre
a través del sufrimiento y la persecución.
Después del exilio en Babilonia muchos esperaban al Mesías con el perfil de un
servidor, cordero inocente que lleva en sus hombros los pecados de la comunidad
(Is 52-53). Sin olvidar que el servidor sufriente será victorioso: “mi servidor
triunfará, será elevado a un lugar alto, y exaltado al extremo” (Is 52-13).
Cordero de Dios significa también el Cordero como don, significado en el episodio
del sacrificio de Abraham. “Donde está el cordero para el holocausto”. Había
preguntado Abrahán, “Dios proveerá, hijo mío, respondi Abrahán”.
Juan Bautista presenta a Jesús como el cordero preparado por Dios. “Sacrificios y
ofrendas no quisiste, abriste en cambio más oídos a tu voz, no exigiste holocaustos
por la culpa, así que dije: “Aquí estoy” (Sal 39).
Juan Bautista ve en Jesús un nuevo Moisés, que ha liberado al pueblo de la
esclavitud de Egipto, Jesús ha efectuado una liberación más profunda de la
esclavitud del mal.
Los comentarios judíos del Éxodo comparan a Moisés con un cordero, que frente a
los faraones estaba luchando por la liberación. En el ministerio pascual Jesús es el
cordero- victima.
SOMOS PIEDRAS ANGULARES
Jesús nos pregunta en Andrés y el otro discípulo: ¿qué buscáis?...”Venid y veréis”
Mas tarde Juan dirá: “lo que estaba al inicio, que nosotros hemos conocido, lo que
hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, lo que nuestras manos
tocaron, el verbo de la vida… os lo anunciamos ahora a vosotros” (1 Jn 1,1).
Gracias a lo que Juan Bautista vio, creyó y testimonió, Andres y Simn, “fueron a
ver dónde vivía Jesús y se quedaron con El ese día, siendo como las cuatro de la
tarde” “Andrés, hermano de Simn Pedro, era uno de los dos que oyeron, lo que
Juan el Bautista decía y siguieron a Jesús. El primero a quien encontró Andres fue
a su hermano Simn… lo llev a donde estaba Jesús y éste fijando en el la mirada,
le dijo: “tú eres Simn hijo de Juan, tú te llamarás Kefás” (que significa Pedro, es
decir “Roca”. En el relato de la vocacin de Simn éste recibe un nuevo nombre:
Pedro (piedra), porque Jesús ha cambiado su vida.
Lo mismo que le ocurrió a Juan Bautista, Andrés y Pedro nos ocurre a cada uno de
nosotros cuando nos llama Jesús por el bautismo a la evangelización y al
compromiso de la misión continental, nos constituye en piedras angulares, testigos
(memoriales) de la construcción de la casa (la Iglesia), sabiendo de antemano que
“en vano se edifica si el Seor no la constituye” (Sal 127):
EL CUERPO Y LA CONSTRUCCIÓN
En dicha construcción el cuerpo, nuestro cuerpo, hace parte del fundamento (la
piedra) de la construccin: “El cuerpo es para servir al Seor, no para fornicar, “es
el Seor quien santifica” esta base de toda construccin en la fe, el cuerpo. En la
construcción de la Iglesia debemos saber que nuestro cuerpo es miembro de la
piedra angular, Cristo según el pensamiento de Pablo (Segunda lectura) “El que se
une al Seor, se hace un solo espíritu con él”.
Dios, en Jesucristo ha comprado nuestros cuerpos a precio muy caro, porque nos
ama, que habita en él el Espíritu Santo. La construcción de la Iglesia y la
evangelizacin son el camino para “glorificar a Dios con nuestro cuerpo”. Nos nos
pertenecemos, nuestro cuerpo es decir, nuestra vida, pertenece a Jesús (Gal 3,29),
“todo os pertenece a vosotros, pero vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios” (1
Cor 3,21) “Vosotros que habéis sido bautizados os habéis revestido de Cristo” (Gal
3,27).
Nuestro cuerpo, (vida) es miembro del cuerpo de Cristo, templo del Espíritu Santo,
destinado a la vida eterna por llevar en nuestro cuerpo la semilla de la muerte y
resurrección de Jesús.