III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
"Levántate, vete a Nínive... ...y te haré pescador de hombres"
¡Levántate!
En la primera lectura vemos a Jonás en su mejor momento. Jonás no es un profeta
escritor como Isaías, Jeremías o Ezequiel; su libro es una narración didáctica que
nos presenta una vida con todas sus peculiaridades: su identidad –el profetismo-,
su misión –la conversión de Nínive- y sus miedos y pecados. Sin embargo, el
fragmento escogido por la liturgia para la primera lectura nos presenta un escenario
esperanzador.
Dios llama al profeta, este responde y su respuesta obtiene un resultado. El
mandato de Dios es claro y no hay lugar para la improvisación: “Levántate, ve a
Nínive y pregona lo que yo te diga”. Parece tan sencillo como cumplir exactamente
con esa orden. Eso hace Jonás, y el resultado es la conversión de la ciudad, que se
libra de la catástrofe absoluta cuando Dios ve el arrepentimiento de sus habitantes.
Qué más quisiéramos, muchas veces, que ver tan claro el camino para cambiar el
mundo, y que este cambio se realice. No estaría mal escuchar con nitidez las
instrucciones de Dios. Independientemente de nuestra calidad como profetas –y
quien conozca cómo sigue el libro de Jonás entiende por qué decimos esto- ni los
caminos son tan claros ni la voluntad de Dios tan nítida. Ahora bien, de lo que no
hay duda es de que quien quiere hacer un camino sólo puede comenzar dando un
primer paso: “¡Levántate!” Esta palabra sigue siendo actual y esta acción
imprescindible: levantarnos de nuestra desesperanza y de nuestro comodismo es
ya ponernos en camino.
¡Convertíos!
Pablo es apremiante en sus letras a los corintios: este mundo se termina. Sin entrar
en grandes y complicadas teologías respecto a la parusía y los ramalazos de
milenarismo que ha originado a lo largo de la historia, el mensaje es claro, y otra
vez el mismo: convertíos, levantaos, ¡arriba! Hacedlo todo nuevo...
… y seguidme!
En los evangelios la conversión adquiere un color nuevo. Jesús llama
constantemente al seguimiento. Si la conversión en el Antiguo Testamento, como
vemos en el libro de Jonás, se traduce en obras externas, manifestación de dolor
interior –ayuno, frugalidad, sobriedad, cambio externo del vestido, y Pablo insta a
estar preparados radicalmente para un mundo nuevo, Jesús, a lo largo de su
evangelio predicado con su vida y plasmado de forma narrativa en los evangelios,
llama a una nueva forma de conversión: vivir la Buena Noticia, seguirle.
En el relato de hoy parece que Jesús predique dos formas diferentes de conversión:
una en toda Galilea, más próxima al Antiguo Testamento: “Convertíos y creed en la
Buena Noticia”. Sabemos por los evangelios que muchos le siguieron, hasta que las
exigencias del Reino y la persecución hicieron a casi todos abandonar el camino.
Como los ninivitas, muchos esperaban buenas noticias en tiempo de Jesús, y
muchos siguen esperándolas hoy, pero ¿hasta dónde estamos dispuestos a soportar
la persecución?
Por si esto es poco, aún hay otro tipo de conversión a la que Jesús llama, no a voz
en grito sino a algunos pocos. Todos los que conocemos a Cristo somos parte de
este grupito de “privilegiados” a quienes se nos exige más que a nadie. Aunque los
relatos de vocación no son exclusivos de los evangelios, en estos adquieren una
intensidad distinta: deja todo, hazlo ahora y ponte en camino YA.
Cuando Jesús se acerca a los que serán sus discípulos más próximos y les dice que
le sigan no está inventando una casta de privilegiados del tipo casta sacerdotal, a la
que está reservado todo lo que es sagrado y para lo cual hay que pertenecer a una
determinada tribu, como vemos en el Antiguo Testamento. Jesús no crea con
cuatro pescadores una liga de puros y perfectos seguidores libres de todo mal y
pecado. Jesús no quiere un grupito de agraciados que estén fuera del mundo y
cerca de El. Cuando Jesús se acerca y llama lo hace a quien ya está en movimiento.
Jesús insta a seguir en movimiento, pero de manera diferente: con Él. En el
evangelio se nos presenta a los cuatro primeros: Simón y Andrés, Santiago y Juan;
los cuatro estaban trabajando y los cuatro son llamados a seguir con esa actividad.
Sin embargo, también los cuatro se ven atraídos por Jesús y seguirán con Él,
cuántas veces en contacto con el mar. Jesús aprovecha lo que ellos ya saben hacer:
a los pescadores les anima a seguir pescando… hombres.
Todos nosotros, con nuestras cualidades, conocimientos, costumbres, forma de
vida… estamos siendo constantemente llamados por Jesús, a quien conocemos de
verle rondando constantemente nuestro lago. Sin duda está presente en nuestra
vida de diferentes maneras, y quiere convertir nuestra actividad cotidiana en una
manera nueva de hacer: seguir pescando, pero con Él. Quiere que le sigamos, pero
constantemente nos mandará remar mar adentro, seguir ejerciendo de pescadores.
No querrá separarnos de los nuestros ni de nuestra barca, pero sí que le
convirtamos a Él en nuestro anuncio, y a su manera de hacer las cosas en nuestra
manera de hacer las cosas. Esta es nuestra conversión: hacer de nuestra vida
cotidiana una BUENA NOTICIA, y tener la valentía de, cuando sea necesario, vivirla
con coherencia hasta el extremo aunque este pueda ser, tal vez, la persecución.
Esta debe ser nuestra conversión: levántate y haz lo que estás haciendo, pero
como Jesús, siendo Buena Noticia, siendo evangelio.
Hna. Eloísa Braceras
Colegio Ntra. Sra. del Rosario (Barakaldo - Vizcaya)