II Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo B (Año Par)
Con permiso de dominicos.org
Jueves
"Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban
encima para tocarlo."
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del primer libro de Samuel 18, 6-9
Cuando volvieron de la guerra, después de haber matado David al filisteo, las
mujeres de todas las poblaciones de Israel salieron a cantar y recibir con bailes
al rey Saúl, al son alegre de panderos y sonajas.
Y cantaban a coro esta copla: «Saúl mató a mil, David a diez mil.»
A Saúl le sentó mal aquella copla, y comentó enfurecido: «iDiez mil a David, y a
mí mil! iYa sólo le falta ser rey!»
Y, a partir de aquel dia, Saúl le tomó ojeriza a David. Delante de su hijo Jonatán
y de sus ministros, Saúl habló de matar a David.
Jonatán, hijo de Saúl, quería mucho a David y le avisó: «Mi padre Saúl te busca
para matarte. Estate atento mañana y escóndete en sitio seguro; yo saldré e iré
al lado de mi padre, al campo donde tú estés; le hablaré de ti y, si saco algo en
limpio, te lo comunicaré.»
Así, pues, Jonatán habló a su padre Saúl en favor de David: «¡Que el rey no
ofenda a su siervo David! Él no te ha ofendido. y lo que él hace es en tu
provecho: se jugó la vida cuando mató al filisteo, y el Señor dio a Israel una
gran victoria; bien que te alegraste al verlo. ¡No vayas a pecar derramando
sangre inocente, matando a David sin motivo!»
Saúl hizo caso a Jonatán y juró: «¡Víve Dios, no morirá!»
Jonatán llamó a David y le contó la conversación; luego lo llevó adonde Saul, y
David siguió en palacio como antes.
Sal 55,2-3.9-10.11-12.13 R/. En Dios confío y no temo
Misericordia, Dios mío, que me hostigan,
me atacan y me acosan todo el día;
todo el día me hostigan mis enemigos,
me atacan en masa. R/.
Anota en tu libro mi vida errante,
recoge mis lágrimas en tu odre, Dios mío.
Que retrocedan mis enemigos cuando te invoco,
y así sabré que eres mi Dios. R/.
En Dios, cuya promesa alabo,
en el Señor, cuya promesa alabo,
en Dios confío y no temo;
¿qué podrá hacerme un hombre? R/.
Te debo, Dios mío, los votos que hice,
los cumpliré con acción de gracias. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 3, 7-12
En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del lago, y lo siguió
una muchedumbre de Galilea. Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha
gente de Judea, de Jerusalén y de Idumea, de la Transjordania, de las cercanías
de Tiro y Sidón. Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una lancha,
no lo fuera a estrujar el gentío.
Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban
encima para tocarlo. Cuando lo veían, hasta los espíritus inmundos se postraban
ante él, gritando: "Tú eres el Hijo de Dios". Pero él les prohibía severamente que
lo diesen a conocer
II. Oramos con la Palabra
SEÑOR, deja que por una vez una mi voz al grito de los espíritus inmundos y te
aclame: ¡Tú eres el Hijo de Dios! ¿Quién puede atraer hacia sí tantos millones de
gentes, ayer hoy y mañana, si no es el Hijo de Dios?
Esta oración está incluida en el libro: Evangelio 2011 de
EDIBESA.
III. Compartimos la Palabra
La envidia y la amistad
Dos actitudes destacan en la primera lectura. Una de signo negativo: la envidia.
Otra de signo positivo: la amistad. Saúl sentía envidia por David, experimentaba
“tristeza por el bien ajeno”. El pueblo apreciaba más a David que a él, y lo
reflejaban hasta en sus coplas: “Saúl mató a mil, David a diez mil”. Uno de los
secretos para no envidar a nadie reside en “estar a gusto consigo mismo, en
aceptarse a si mismo”. Para lo cual es clave acoger y vivir la escala de valores
de Jesús de Nazaret, donde el amor a los demás y a uno mismo, basados en el
amor que recibimos de Jesús es lo principal, y excluye la envidia. En esta misma
línea y con la misma base, está la amistad, personifica en Jonatán hacia David.
Quien sigue a Jesús, porque vive como su Maestro el amor y la amistad, no
puede padecer la envidia.
“Al enterarse de las cosas que hacía…”
Leído este evangelio desde el hoy de nuestra sociedad, al menos la occidental,
nos encontramos con dos contrastes. El primero, el evangelio nos relata que
acudía mucha gente de varias regiones a ver a Jesús, “al enterarse de las cosas
que hacía” buscando la curación de sus males. En varias de nuestras actuales
regiones y países se da hoy el fenómeno contrario: sus gentes no acuden a
Jesús, más bien un buen número se aleja de él. El segundo, en su tiempo, Jesús
pedía a los que curaba que no propagasen tal suceso, lo que se ha llamado “el
secreto mesiánico” para que nadie desfigurase el auténtico rostro del Jesús
Mesías, muy distinto del que muchos esperaban. Hoy día, los cristianos somos
conscientes de que tenemos que seguir hablando y proclamando a Jesús, el Hijo
de Dios, el que ha venido a ofrecernos a los hombres no una ayuda cualquiera,
sino la ayuda del mismo Dios para que logremos llevar una vida con sentido, con
esperanza, con felicidad terrena limitada sabiendo que nos espera la felicidad
total.
Fray Manuel Santos Sánchez
La Virgen del Camino