Ciclo B. III Domingo del Tiempo Ordinario
Julio Suescun, C.M.
Se ha cumplido el plazo
En una sociedad como la nuestra, acostumbrada a comprar a plazos, entendemos
bien lo que significa el apremio del cumplimiento de cada uno los plazos en que nos
vemos implicados: hipoteca, lavadora, televisión…
A los ciudadanos de Nínive, la ciudad perversa, prototipo de una sociedad que vive
al margen de Dios, se les ofreció un plazo para convertirse de sus pecados. Jonás
(1ª lectura) recorrió la ciudad anunciando el límite del plazo. Los ninivitas hicieron
penitencia y Dios les perdonó. San Pablo (2ª lectura) habla del momento
apremiante en que estamos viviendo. Esta vida pasa pronto y lo sensato es no
aferrarse a las cosas temporales como si durasen para siempre. El plazo de su
existencia se acaba.
Jesús habla también de un plazo que se ha cumplido. Se ha cumplido ya el plazo de
la espera. El Reino que esperaban los judíos ya está cerca; está ya entre nosotros;
no hay que esperarlo; hay que trabajar en él. Se ha cumplido el plazo de la espera
y hemos llegado al tiempo de la acción. Es el mensaje fundamental de Jesús: la
llegada del Reino de Dios. Y la consecuencia: convertíos y creed el Evangelio.
No todos acogerán el mensaje. En una pincelada, el evangelista nos cuenta que
Juan, el precursor había sido arrestado. Los judíos representarán a lo largo de
evangelio la oposición al mensaje de Jesús como se habían opuesto al mensaje de
Juan. Hoy como ayer el mensaje de Jesús exige valentía para asumir el riesgo,
porque no todos acogen el mensaje del Evangelio.
Jesús llama a trabajar en este Reino de justicia, de amor y de paz que el predica, a
quien quiere. A diferencia con lo que sucedía en el relato evangélico de San Juan,
que leíamos el domingo pasado, en el que eran los discípulos los que iban en busca
de Jesús, aquí es Jesús quien sorprende a los que llama, centrados en sus tareas de
cada día. Unos pescadores, echando el copo en el lago, repasando las redes en la
barca, oyen la llamada de Jesús y dejándolo todo le siguen. No hay contradicción
alguna entre los dos relatos, aunque se refieran, al menos en parte, a las mismas
personas: Simón y Andrés. Cada uno de los relatos tiene su propio intento: Juan
quiere hacernos ver que el encuentro con Jesús ha hecho de los discípulos, testigos
de Jesús ante sus amigos y próximos; Marcos pone de relieve que cuando Jesús
llama, no caben resistencias. Se deja todo y se pone uno a disposición para lo que
él quiera.
Hoy la llamada puede llegar a nosotros. Y lo importante es que no nos hagamos
sordos a su llamada, que no presentemos excusas inconsistentes. Cada uno habrá
de encontrar su puesto en el Reino, sin esperar cómodamente que otros realicen la
tarea.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)