Ciclo B. IV Domingo del Tiempo Ordinario
Julio Suescun, C.M.
Hablaba con autoridad
La reacción a la enseñanza de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún es de asombro,
porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad. Enseñar con autoridad
puede significar no hacerlo como los letrados que necesitaban citar a otros letrados
y profetas para asegurar la verdad de sus enseñanzas. Pero Jesús enseñaba con
Autoridad, con el Poder del reino de Dios que se hace presente en la Palabra. La
misma Palabra del Creador que dijo exista la luz y la luz existió (cfr Gen.1,3), se
hace ahora presente en Jesús realizando lo que dice. Si dice que el reino está cerca,
es que efectivamente está presente, no ya como esperanza de futuro, sino como
poder liberador de la situación de esclavitud y alienación en que vive el hombre.
No importa que los poderes opresores se alboroten y griten tratando de impedir la
enseñanza de Jesús, la acción de su Poder libertador. El hombre poseído del espíritu
inmundo, personificación de las fuerzas del mal que oprimen al hombre, quedará
curado por la sola Palabra de Jesús: Cállate y sal de él. La fuerza del mal es vencida
por el poder del reino anunciado por Jesús. De ello es buena muestra, el hombre
curado en la sinagoga.
Después de la narración de está curación del poseído por el espíritu inmundo, el
evangelista vuelve a decir que todos se quedaron estupefactos por este nuevo
modo de enseñar con autoridad: hasta a los espíritus inmundos les manda y le
obedecen. No se puede decir de manera más clara que el anuncio del reino incluye
la acción liberadora. Hay que evangelizar como Jesús, con palabra y con obras,
enseñando y liberando a los hombres de toda opresión que les impide ser ellos
mismos.
Así lo viene haciendo la Iglesia, con más o menos evidencia, a lo largo de sus
veinte siglos de historia. De ella surgieron, hospitales, albergues, asociaciones de
caridad y un amor al hombre por Dios, que no se contenta con la beneficencia, sino
que intenta la promoción del hombre para que alcance a vivir en plenitud su
dignidad de hijo de Dios.
Casi en nuestros días el Plan Pastoral de la Iglesia en España para el triennio1987-
1990, se titulaba: Anunciar a Jesucristo en nuestro mundo, con obras y palabras.
Es una urgencia que sigue siendo actual, porque estos es hacer lo que hizo Jesús.
Hace ya más de 350 años, San Vicente de Paúl decía a sus sacerdotes: si hay
algunos de entre nosotros que crean que están en la Misión para evangelizar a los
pobres y no para cuidarlos, para remediar sus necesidades espirituales y no las
temporales, les diré que tenemos que asistirles y hacer que les asistan de todas las
maneras, nosotros y los demás, si queremos oír esas agradables palabras del
soberano Juez de vivos y de muertos: «Venid, benditos de mi Padre; poseed el
reino que os está preparado, porque tuve hambre y me disteis de comer; estaba
desnudo y me vestisteis; enfermo y me cuidasteis». Hacer esto es evangelizar de
palabra y de obra; es lo más perfecto; y es lo que nuestro Señor practicó y tienen
que practicar los que lo representan en la tierra.
La Eclesiología actual nos permite aplicar hoy a todos los miembros de la Iglesia, lo
que San Vicente de Paúl decía a sus sacerdotes.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)