IV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
La autoridad de Jesús
El evangelio de este domingo empieza la narración de la actividad taumatúrgica de
Jesús. El primero de los milagros narrados por Marcos es un exorcismo, acaecido en
la sinagoga de Cafarnaún, donde Jesús lleva a cabo la expulsión de un espíritu
inmundo de un hombre poseído (Mc 1,21-27).
Inmediatamente antes Jesús había anunciado la proximidad inminente del Reinado
de Dios. Parece que las obras milagrosas de Jesús están orientadas a mostrar esa
cercanía, aunque no todavía su plena manifestación. En este sentido los milagros
son sólo signos de la cercanía del Reino, pero no la llegada plena del Reino. El
milagro, que con ligeras variantes está narrado también en el evangelio de Lucas,
tiene varios aspectos que son significativos. Se trata de un milagro
de confrontación con el espíritu del mal y de revelación de la gran autoridad de
Jesús frente al modo de enseñar de los dirigentes religiosos. En él se manifiesta la
potencia de la palabra de Jesús que increpa al maligno, lo expulsa del poseso e
inicia el proceso de su eliminación, suscitando el asombro de todos y la primera
cuestión acerca de su identidad y del misterio de su persona, que debe ir
madurando progresivamente a lo largo de todo el Evangelio: ¿Qué es esto? ¡Una
nueva enseñanza con autoridad! Hasta a los espíritus inmundos se impone, y le
obedecen (Mc 1,27).
La confrontación de Jesús con el espíritu inmundo constituye el núcleo del milagro,
pues los demonios sí reconocen al Santo de Dios y su fuerza antagónica respecto a
los seres humanos. El hombre, poseído por el espíritu maligno, pasa a un segundo
plano en la narración, dejando paso al protagonista, Jesús, en su enfrentamiento
contundente, potente y eficaz con el demonio. La palabra de Jesús es contra él. La
Buena Noticia de Dios, que Jesús proclama, es una palabra de increpación, de
indignación y de lucha contra el mal en cualquiera de sus manifestaciones. La
posesión diabólica puede ser entendida de diversas maneras según los contextos
culturales en los que ésta se sitúe. En todo caso es una fuerza espiritual maligna,
personalizada, exterior o interior, que atrapa, domina y somete a la persona
humana tomando posesión de ella. La verificación histórica de que Jesús realizó
este tipo de milagros expulsando demonios es indiscutible si aplicamos los criterios
de historicidad. Baste decir que es un hecho que hasta los adversarios lo constatan,
aunque lo interpreten de forma diferente. En el tiempo presente creo que este tipo
de posesión dominadora y aniquiladora del ser humano se puede aplicar a toda
fuerza interior o exterior que somete a una persona y no se debe excluir ninguna de
las formas de poder económico y político que diabólicamente destrozan vidas y
familias humanas. Frente a ellas y contra ellas también Jesús diría
nuevamente: “Cállate y sal fuera! Y ojalá que pueda oírse esta voz a través de los
creyentes en esta palabra.
Pero un relato de milagro evangélico no permite quedarnos meramente en el hecho
como tal, sino que reclama una interpretación adecuada del mismo. Por eso es
importante descubrir su valor de signo de la otra realidad a la cual apunta el hecho
en sí. En Marcos el milagro, en primer lugar, nos revela la gran autoridad de Jesús
y de su palabra, y en segundo lugar, nos remite al misterio todavía indeclarable de
su identidad como Hijo de Dios, pues esto no se debe decir hasta que él muestre
toda su identidad de forma inequívoca no a través de las obras de poder, sino
mediante su muerte en la cruz.
La autoridad de Jesús no tiene que ver nada con el poder sino con la fuerza de su
palabra, con la coherencia armónica y total entre su ser, su obrar y su hablar, y con
la capacidad de convicción de su discurso mostrando la soberanía absoluta de Dios
en su vida. En griego autoridad se dice exousia, palabra que evoca
etimológicamente y desde su raíz filosófica, ex+ousia, la profundidad del ser y de la
identidad de una persona. Es la esencia de la persona que se manifiesta con
convicción. Con el milagro se manifiesta la gran autoridad moral de Jesús para
intervenir contra todo poder que someta al ser humano haciendo visible la cercanía
del Reinado de Dios gracias a su palabra liberadora a favor del hombre, dominado y
poseído.
Quiera Dios que la Iglesia y cada uno de nosotros, los creyentes, fieles al espíritu
profético y siguiendo a este Jesús del Evangelio, seamos capaces de intervenir
también con la verdadera autoridad moral que deriva del mesianismo liberador de
Jesús, y podamos hacer frente sin rodeos a las múltiples manifestaciones del mal
que acosan al ser humano, desde el pecado personal hasta sus derivaciones fatales
de carácter estructural, entre las cuales sobresale la gran crisis económica del
mundo. Ésta ciertamente consiste en la manipulación diabólica de los pueblos y de
los pobres por parte de los intereses de los opulentos y de los “mercados”, los
cuales promueven hasta sus últimas consecuencias este doble proceso de
empobrecimiento de muchos y de enriquecimiento de unos pocos, que pone en
evidencia lo que ya algunos denominan la “fascistización” de los mercados y de la
economía, y cuyos golpes de Estado se dejan notar por doquier en este planeta
tremendamente desigual e injusto.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura