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Día litúrgico: Lunes IV del tiempo ordinario
Texto del Evangelio ( Mc 5,1-20): En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos
llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos. Apenas saltó de la
barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo
que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con
cadenas (). Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante Él y gritó con gran voz:
«¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no
me atormentes». Es que Él le había dicho: «Espíritu inmundo, sal de este hombre».
Y le preguntó: ¿Cuál es tu nombre?. Le contesta: Mi nombre es Legión ().
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto
XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)
El demonio es un "número"
Hoy Jesucristo nos desenmascara al "adversario" de Dios. La bestia, el poder
adverso, no lleva un nombre, sino un número: "666 es su número", dice el vidente
en el "Apocalipsis". En esta ocasión se presenta a sí mismo como "legión". Es un
número y convierte a la persona en un número.
¿Una señal? Si bien el demonio es "indemostrable", quienes han vivido el mundo de
los campos de concentración saben a qué equivale eso: su horror se basa
precisamente en que borra el rostro, en que cancela la historia, en que hace de los
hombres números, piezas recambiables de una gran maquinaria. Uno es una
función y nada más. Y, si sólo existen funciones, entonces el hombre no es tampoco
nada más. Lo que no es función no es nada. La bestia es número y convierte en
número.
—Señor, porque tienes un nombre y me das un nombre y me llamas por mi
nombre, yo no soy para ti una función en una maquinaria cósmica. ¡Soy tu hijo!
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