Comentario al evangelio del Viernes 03 de Febrero del 2012
Queridos hermanos:
En el trabajo de los evangelistas, no sólo merece atención la selección que han realizado dentro del
enorme acervo de tradiciones sobre Jesús que poseían; cuenta mucho el orden en que han colocado
esos recuerdos del pasado.
Pues bien, la narración de la muerte del bautista –cuya sincronía con la actividad de Jesús no es fácil
establecer- Marcos la sitúa curiosamente entre la marcha de los discípulos de Jesús en misión y el
regreso de la misma. Al parecer, con esta “estructura bocadillo”, el evangelista anuncia de antemano
cuál es el destino probable del predicador cristiano; tendrá que arriesgar, afrontar peligros, jugarse la
vida,… porque cree en bienes mayores.
El bautista, tan elogiosa y frecuentemente recordado por Jesús, tuvo la valentía de proclamar la
voluntad de Dios incluso ante el frívolo reyezuelo Antipas; se sentía tan comprometido con la causa de
Dios, tan en sintonía con la Alianza y tan “gustosamente obligado” a vivir según ella y a reconducir a
Israel a ese mismo género de vida, que no vaciló en jugarse el tipo. Es el modelo anticipado de
aquellos testigos mártires que menciona el Apocalipsis: “no amaron tanto su vida que temieran la
muerte” (Ap 12,11).
Herodes Antipas es digno de un estudio psicológico; aun con sus “desviaciones” éticas, le queda
sensibilidad para percibir dónde hay un profeta auténtico, digno de respeto y admiración, y de dejarse
guiar por su consejo. Pero en esa mente confusa y revuelta, y en esa afectividad alocada, hay otras
fuerzas que pueden más. Así llega a la contradicción personal de hacer apresar y dar muerte a quien
considera “hombre justo y santo” y a quien muchas veces ha buscado como consejero.
Frente a este tipo humano dividido, “esquizofrénico”, Jesús busca personas bien definidas e
interiormente “unificadas”, que saben a dónde se dirigen y por qué optan. A sus enviados no les oculta
que andarán “como corderos en medio de lobos” (Lc 10,3); al “espontáneo” para su seguimiento le
advierte que no va a tener “nido ni madriguera” (Lc 9,58) y que no podrá seguir contemplando otras
posibilidades, volviendo la vista atrás.
Una mirada superficial encontraría en Jesús y los suyos un grupo de “masocas”, que se meten a
sabiendas en la boca del lobo. Pero esto sería olvidar que la predicación de Jesús comienza con las
bienaventuranzas y con el anuncio del reino que llega, y que a él le gustaba “celebrar fiesta”, hasta el
punto de ser tildado de “comilón y borracho” y de andar en malas compañías (Mt 11,19). No, Jesús no
busca sufrientes, ni –menos aún- amargados, sino felices. Y él sabe, eso sí, que sólo es feliz el
entusiasmado a fondo con lo que lleva entre manos; a ese no se le ocurrirá disimular, negar, ocultar,…
Más bien exhibirá con sano orgullo lo que es la motivación de su vivir,… aunque ello quizá en algún
momento le grajee riesgos o rechazos.
Vuestro hermano
Severiano Blanco cmf
Severiano Blanco, cmf