V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO B
A LO ESENCIAL, SIN OLVIDAR MENUDENCIAS
Padre Pedrojosé Ynaraja
Para empezar esta homilía-mensaje, mis queridos jóvenes lectores, os advierto que
el inciso de que la suegra de Pedro estaba enferma, detalle que aparece en el
fragmento del evangelio de hoy, lo repiten una y mil veces los autores, para afirmar
que los apóstoles, excepto el jovencito Juan, estaban casados. Un poco atrevida es
la afirmación, máxime cuando alguno de ellos se atreve a decir que la palabra
escrita en el texto original no necesariamente corresponde al término suegra, en el
sentido exacto que le damos hoy. Pero como, burla burlando, en nuestro contexto,
las suegras no caen bien, se me ocurre insinuar, para su consuelo y ayuda, que
debería proponérsela como su patrona universal.
La acción ocurre toda ella en Cafarnaún. Aunque antiguamente no se ponían
letreros en las vías que unían los poblados que indicasen su nombre, nadie duda de
la autenticidad de las ruinas que hoy visitamos y que protegen los buenos
franciscanos de la Custodia. El lugar que ocupaba la mansión familiar de Pedro,
está hoy en día, perfectamente delimitado y hasta en algunos espacios, puede uno
ver los sitios por donde pasaría Jesús y hasta donde descansaba. Se conserva
también el pavimento de toscas losas (nada de mármoles, ni mosaicos).
Los estudios arqueológicos serios son recientes, efectuados por personas
competentes. Tuve un día la suerte de encontrarme con un buen profesor, que
estaba redactando la tesis doctoral sobre ello. Hace años, en mi primera visita en
1972, conocí el área cubierta por vulgares placas de fibro-cemento. Se estaba
entonces excavando con esmero y esta simple materia, hoy en desuso, era
suficiente. Acabada la tarea de investigación, era preciso proteger, resaltar y
honrar, tales lugares y aquí vinieron las disputas. Desde la altura que debería tener
el monumento, el gobierno no permitía que superase a la sinagoga, hasta su
diseño. Confieso que el resultado ha sido óptimo para posibilitar la visita, la oración
y las celebraciones litúrgicas. Reconozco que las soluciones técnicas para sostener
la edificación son sorprendentes. Pero como el peregrino generalmente tiene prisa y
no para en detalles, no acostumbra a satisfacerle estéticamente el edificio, que
visto de lejos, carece de esbeltez, dándole con sorna nombres que no quiero yo
ahora repetir por el amor que le tengo a tal espacio.
Vamos al relato. Entra el Señor en la casa del gran jefe pescador y resulta que la
abuela está enferma (abuela que es la madre de su esposa). De inmediato la cura,
y ella con prontitud les sirve. El pequeño detalle de que la cogió de la mano y la
levanto, que a nosotros nos puede parecer la cosa más natural, no lo era en aquel
tiempo. La mujer de aquellos tiempos, marginada hasta en su propio hogar, no
merecía esta deferente ternura. Pero Él se salta estas normas sociales, que no
corresponden al mensaje que predica. A la generosidad del Maestro, responde ella
con prontitud sirviéndoles a todos agradecida. Podía haberse quedado descansando,
la fiebre siempre produce desgana, debilidad y cansancio, o incorporarse al grupo y
disfrutar charlando. Pero no, fiel a su papel doméstico, trabaja y sirve.
Primera reflexión. Abundan hoy los rebeldes, aquellos que reclaman exigiendo,
cambios y ayuda, y con ello, se sienten satisfechos y creen haber cumplido una
misión social importante. Se limitan a esto, no vencen la pereza y, sin que lo
quieran admitir, llevan vida de vagos egoístas.
No descansa Jesús, no tiene horas de despacho o de atención al cliente. Ahora bien,
para mantener este ritmo de vida, necesita la oración, la soledad y el silencio. Se
levanta temprano, antes que los otros. Si el comer y dormir son necesarios para
mantener la capacidad de trabajo y el equilibrio mental, la plegaria también lo es
para ser fiel al mandato del Padre.
Oye o lee uno con frecuencia lo siguiente: soy católico, pero no practicante.
Generalmente, significa que aquella persona admite la orientación ideológica y la
esperanza, que dicta la Iglesia, pero con ello se acaba su adhesión, no tiene tiempo
para nada más e ir a misa no tiene sentido para él.
Ser católico practicante es comportarse como Jesús, con generosidad y amabilidad.
Saber acoger y orientar. Para conseguirlo, sin mezclas, sin esconder satisfacciones
egoístas, sin precipitarse, siendo constante y no abandonando la tarea iniciada, es
precisa la oración. Cargar pilas, se dice en argot juvenil cristiano.
El Maestro recurre a la soledad de la campiña, vosotros, mis queridos jóvenes
lectores, seguramente no podréis conseguirlo. Os voy a confesar un proceder mío,
que nunca me había atrevido a contar por escrito. Hundido en las discusiones
apasionadas y densas de algunos encuentros juveniles, en ciertas ocasiones, me
veía incapaz de saber responder a la cuestión que se debatía. Necesitaba ayuda y el
barullo y desorden que acostumbran a acompañar este tipo de reuniones, no
permitían concentrarse en oración. No os enfadéis, ya sé que es estrambótico lo
que os diré, pero real y eficiente. Siempre se permite que uno diga: tengo que ir al
WC. Más de una vez lo hice y, en aquella situación y lugar extravagantes, le decía,
gritando interiormente al Señor: tienes que ayudarme, que yo no sé cómo
responder, dame ideas oportunas y que convenzan, mueve su inteligencia y
corazón, que yo no puedo hacer más…
Recuperado espiritualmente, pese a haber perdido parte del tiempo que se dedica
al dormir, el Maestro parte con ellos. La misión que tiene no puede abandonarla. La
decisión que pone en el empeño, la contagia a los demás. Ahora, pensando en
vosotros, por quienes ruego al Señor junto al sagrario, os pregunto: la desgana y
las excusas que os alejan del camino que el Señor os tiene programado a cada uno
¿no será que a vuestro interior le falta combustible espiritual?
Padre Pedrojosé Ynaraja