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IV Domingo del Tiempo Ordinario (Año Par)
Martes
Mc 5, 21-43
“¡Óyeme, niña, levántate!” La resurrección de la hija de Jairo, la cual -
puntualiza San Marcos- “tenía doce aos” (Mc 5, 42). Jesús, como en tantas otras
ocasiones, está junto al lago, rodeado de gente. De entre la muchedumbre sale
Jairo, quien con franqueza expone al Maestro su pena, la enfermedad de su hija, y
con insistencia le suplica su corazn: “Mi nia está en las últimas; ven, pon las
manos sobre ella, para que se cure y viva” ( Ibíd ., 5, 23).
“Jesús se fue con él”, con Jairo a su casa ( Mc 5, 24), entra en la habitación
donde está la nia, la toma de la mano, y le dice: “ Contigo hablo, niña, levántate
( Ibíd. , 5, 41). El corazón de Cristo, que se conmueve ante el dolor humano de ese
hombre y de su joven hija, no permanece indiferente ante nuestros sufrimientos.
Cristo nos escucha siempre, pero nos pide que acudamos a Él con fe.
Todo el amor y todo el poder de Cristo -el poder de su amor - se nos revelan en
esa delicadeza y en esa autoridad con que Jesús devuelve la vida a esta niña, y le
manda que se levante. Al contacto de Jesús despunta la vida. Lejos de Él sólo hay
oscuridad y muerte. Cristo ha resucitado, por eso resucita y cura, y por eso nos
cura y nos resucitará.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)