Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
La mejor de las terapias
El descanso es una necesidad, no sólo física, sino también psíquica. Los problemas y las
dificultades las necesitamos compartir, sacar fuera, desahogarnos para sentirnos aliviados y
con ánimo para arrostrarlas con mejores disposiciones.
Existen distintos métodos para descansar: practicar un deporte, salir de paseo al campo,
cambiar de ambiente, todo esto es igualmente recomendable. Algunos descansan bailando,
charlando o saliendo con los amigos en sana diversión.
Este domingo, Jesús nos muestra una terapia sumamente eficaz para descansar y fortalecer
el espíritu, que se llama, la oración. Entrar en nosotros mismos en el silencio del alma,
retirarnos del bullicio del ruido para recuperar el recogimiento. Dirigir la mirada hacia
nuestro interior y hacia lo alto, para que Dios toque nuestra alma y nos llene de su paz. La
oración es tan importante que el mismo Cristo la buscaba con ahínco. Se levantaba de
madrugada, cuando todavía estaba oscuro, para irse a lugares solitarios a orar.
¿Qué es y en qué consiste el beneficio de la oración? La oración es hablar con Dios, de
corazón a Corazón, con la certeza de que siempre nos escucha. “Te doy gracias, Padre,
porque siempre me escuchas” (Jn. 11,41). En el suplicio de la cruz vuelve elevar sus ojos
al cielo para interceder por sus verdugos: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”
(Lc. 23,34). Jesús estaba tan convencido de la presencia de Dios en nuestro corazón que
nos enseñó cómo debíamos orar: “Cuando quieras orar, entra en tu habitación y, después de
cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto,
te recompensará” (Mt. 6,6).
La oración produce ubérrimos frutos: en primer lugar ordena la vida porque todo adquiere
su debida proporción e importancia; nos libra del vicio del activismo para enseñarnos
infinidad de realidades hermosas que dejamos a un lado por estar absorto en el torbellino
del trabajo. La oración nos libra de absolutizar las cosas temporales que con tanta facilidad
nos roban la paz siendo en el fondo banales y superficiales. En la oración podemos pedir a
Dios por nuestras necesidades y penas, consciente de que Dios es bueno y misericordioso.
A los incrédulos Jesús les echó en cara su necedad: “Hasta ahora no habéis pedido nada en
mi nombre. Pedid y recibiréis” (Jn 16,24).
Dios sana las heridas más dolorosas, consuela las penas más profundas, alegra los más
tristes momentos de la vida. Dios comprende todo nuestro ideal, Dios embellece los
campos y hace cantar a los pajarillos, Dios es objeto digno del amor de nuestros corazones,
es amigo, padre y hermano, Dios nunca falta, Dios es fiel.
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