EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Sábado de la quinta semana del tiempo ordinario
Primer Libro de los Reyes 12,26-32.13,33-34.
Pero Jeroboám pensó: "Tal como se presentan las cosas, el reino podría volver a la
casa de David.
Si este pueblo sube a ofrecer sacrificios a la Casa de Dios en Jerusalén, terminarán
por ponerse de parte de Roboám, rey de Judá, su señor; entonces me matarán a mí
y se volverán a Roboám, rey de Judá".
Y después de haber reflexionado, el rey fabricó dos terneros de oro y dijo al pueblo:
"¡Basta ya de subir a Jerusalén! Aquí está tu Dios, Israel, el que te hizo subir del
país de Egipto".
Luego puso un ternero en Betel y el otro en Dan.
Aquello fue una ocasión de pecado, y el pueblo iba delante de uno de ellos hasta
Dan.
Jeroboám erigió templetes en los lugares altos, e instituyó sacerdotes de entre el
común de la gente, que no eran hijos de Leví.
Además, celebró una fiesta el día quince del octavo mes, como la fiesta que se
celebraba en Judá, y subió al altar. Esto lo hizo en Betel, donde ofreció sacrificios a
los terneros que había fabricado. En Betel estableció a los sacerdotes de los lugares
altos que había erigido.
Después que sucedió esto, Jeroboám no se convirtió de su mala conducta. Volvió a
instituir como sacerdotes de los lugares altos a personas tomadas del común de la
gente; todo el que lo deseaba era investido por él y se convertía en sacerdote de
los lugares altos.
Esto fue una ocasión de pecado para la casa de Jeroboám, y provocó su destrucción
y su exterminio de la faz de la tierra.
Salmo 106(105),6-7a.19-20.21-22.
Hemos pecado, igual que nuestros padres;
somos culpables, hicimos el mal:
nuestros padres, cuando estaban en Egipto,
no comprendieron tus maravillas;
no recordaron la multitud de tus favores,
y en el Mar Rojo desafiaron al Altísimo.
En Horeb se fabricaron un ternero,
adoraron una estatua de metal fundido:
así cambiaron su Gloria
por la imagen de un toro que come pasto.
Olvidaron a Dios, que los había salvado
y había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en la tierra de Cam
y portentos junto al Mar Rojo.
Evangelio según San Marcos 8,1-10:
En esos días, volvió a reunirse una gran multitud, y como no tenían qué comer,
Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
"Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen
qué comer.
Si los mando en ayunas a sus casas, van a desfallecer en el camino, y algunos han
venido de lejos".
Los discípulos le preguntaron: "¿Cómo se podría conseguir pan en este lugar
desierto para darles de comer?".
El les dijo: "¿Cuántos panes tienen ustedes?". Ellos respondieron: "Siete".
Entonces él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo, después tomó los siete
panes, dio gracias, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que los
distribuyeran. Ellos los repartieron entre la multitud.
Tenían, además, unos cuantos pescados pequeños, y después de pronunciar la
bendición sobre ellos, mandó que también los repartieran.
Comieron hasta saciarse y todavía se recogieron siete canastas con lo que había
sobrado.
Eran unas cuatro mil personas. Luego Jesús los despidió.
En seguida subió a la barca con sus discípulos y fue a la región de Dalmanuta.
Comentario del Evangelio por
Catecismo de la Iglesia católica
§ 1391-1395
Cristo se da a sí mismo en alimento
La comunión acrecienta nuestra unión con Cristo. Recibir la Eucaristía en la
comunión da como fruto principal la unión íntima con Cristo Jesús. En efecto, el
Señor dice: "Quien come mi Carne y bebe mi Sangre habita en mí y yo en él" (Jn
6,56). La vida en Cristo encuentra su fundamento en el banquete eucarístico: "Lo
mismo que me ha enviado el Padre, que vive, y yo vivo por el Padre, también el
que me coma vivirá por mí" (Jn 6,57)...
Lo que el alimento material produce en nuestra vida corporal, la comunión lo realiza
de manera admirable en nuestra vida espiritual. La comunión con la Carne de Cristo
resucitado, vivificada por el Espíritu Santo y vivificante (PO 5), conserva, acrecienta
y renueva la vida de gracia recibida en el Bautismo. Este crecimiento de la vida
cristiana necesita ser alimentado por la comunión eucarística, pan de nuestra
peregrinación, hasta el momento de la muerte, cuando nos sea dada como viático.
La comunión nos separa del pecado. El Cuerpo de Cristo que recibimos en
lacomunión es "entregado por nosotros", y la Sangre que bebemos es "derramada
por muchos para el perdón de los pecados". Por eso la Eucaristía no puede unirnos
a Cristo sin purificarnos al mismo tiempo de los pecados cometidos y preservarnos
de futuros pecados."Cada vez que lo recibimos, anunciamos la muerte del Señor" (1
Co 11,26). Si anunciamos la muerte del Señor, anunciamos también el perdón de
los pecados...
Como el alimento corporal sirve para restaurar la pérdida de fuerzas, la
Eucaristía fortalece la caridad que, en la vida cotidiana, tiende a debilitarse; y esta
caridad vivificada borra los pecados veniales (Cf. Cc. de Trento: DS 1638). Por la
misma caridad que enciende en nosotros, la Eucaristía nos preserva de futuros
pecados mortales.
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