Encuentros con la Palabra
Domingo VI del tiempo ordinario – Ciclo B (Marcos 1, 40-45)
“Si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Alcohólicos Anónimos (A. A.) es una organización fundada en 1935 por un corredor de
bolsa de Nueva York y un médico de Ohio (ambos ya fallecidos), que se consideraban
borrachos desesperados . Su intención era ayudar a otros que sufrían de la enfermedad
del alcoholismo. A. A. creció con la formación de grupos autónomos, primero en los
Estados Unidos y luego por todo el mundo.
En virtud de que la ciencia médica dictaminó que el alcoholismo es una enfermedad, la
persona deberá tomar en cuenta que nadie puede rehabilitarse si no se acepta la
enfermedad. Entonces la persona, que con sinceridad quiere dejar de beber, debe
aceptar su incapacidad por controlar la bebida; de lo contrario le podrá causar la locura o
la muerte prematura. Por tanto, el criterio con el que se trabaja en A. A. es que los
alcohólicos son personas enfermas que pueden recuperarse si siguen un sencillo
programa que ha demostrado tener éxito para más de dos millones de hombres y mujeres
a lo largo y ancho del mundo. La experiencia demuestra que el programa de A. A.
funcionará para todos los alcohólicos que son sinceros en sus esfuerzos por dejar de
beber y que, por lo general, no funcionará para aquellos que no tienen la certeza absoluta
de que quieran hacerlo.
Los Doce Pasos de A. A. son los siguientes: (1) Admitimos que éramos impotentes ante el
alcohol, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables. (2) Llegamos a creer que un
Poder superior a nosotros mismos podría devolvernos el sano juicio. (3) Decidimos poner
nuestras voluntades y nuestras vidas al cuidado de Dios, como nosotros lo concebimos.
(4) Sin miedo hicimos un minucioso inventario moral de nosotros mismos. (5) Admitimos
ante Dios, ante nosotros mismos, y ante otro ser humano, la naturaleza exacta de
nuestros defectos. (6) Estuvimos enteramente dispuestos a dejar que Dios nos liberase de
todos estos defectos de carácter. (7) Humildemente le pedimos que nos liberase de
nuestros defectos. (8) Hicimos una lista de todas aquellas personas a quienes habíamos
ofendido y estuvimos dispuestos a reparar el daño que les causamos. (9) Reparamos
directamente a cuantos nos fue posible el daño causado, excepto cuando el hacerlo
implicaba perjuicio para ellos o para otros. (10) Continuamos haciendo nuestro inventario
personal y cuando nos equivocábamos lo admitíamos inmediatamente. (11) Buscamos a
través de la oración y la meditación mejorar nuestro contacto consciente con Dios, como
nosotros lo concebimos, pidiéndole solamente que nos dejase conocer su voluntad para
con nosotros y nos diese la fortaleza para cumplirla. (12) Habiendo obtenido un despertar
espiritual como resultado de estos pasos, tratamos de llevar este mensaje a los
alcohólicos y de practicar estos principios en todos nuestros asuntos.
El leproso que se acerca a Jesús, pidiendo ser curado de su enfermedad, necesitó
reconocerla primero y, al mismo tiempo, confió en que este profeta tenía la fuerza para
sanarlo. El Señor le pide que solamente cumpla con las ofrendas que manda la ley de
Moisés por su curación, pero que no se lo diga a nadie más; sin embargo, el leproso “se fue
y comenzó a contar a todos lo que había pasado”. Como los alcohólicos anónimos, no podía
dejar de llevar a otros el mensaje de su propia experiencia de salvación.
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
Si quieres recibir semanalmente estos “Encuentros con la Palabra ”,
puedes escribir a herosj@hotmail.com pidiendo que te incluyan en este grupo.