DOMINGO SEXTO. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B.
Mc. 1, 40-45
En aquel tiempo se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
-- Si quieres, puedes limpiarme.
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó diciendo:
-- Quiero: queda limpio
La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él le despidió
encargándole severamente:
-- No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al
sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.
Pero cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones,
de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se
quedaba fuera, en descampado; y aún así acudían a él de todas partes.
CUENTO: PERSONALIZAR ES LA CLAVE
Darío, rey de Persia, estaba cazando un día cuando se encontró apartado de
sus sirvientes. Cabalgaba solo a través de una pradera y observó que un
hombre corría hacia él.
- Es un enemigo – pensó, y colocando una flecha en su arco, apuntó.
-Mi señor – gritó el hombre lleno de miedo- No disparéis. ¿No me
reconocéis? Soy vuestro caballerizo y cuido de vuestros corceles.
-Da gracias a tu buen ángel – dijo Darío sonriendo, mientras guardaba la
flecha- Un minuto más y estarías muerto.
El caballerizo rio nerviosamente, se acercó y se inclinó.
-Espero que me perdonéis, mi señor, si os ofrezco un consejo – dijo - ¡Tiene
que haber algo verdaderamente errado cuando un rey no distingue a un
amigo de un enemigo! Una de las exigencias de la gran posición que
ocupáis es la de saber quién es cada uno de vuestros servidores. He estado
a menudo en vuestra presencia y hemos discutido varias veces sobre los
caballos que cuido para vos. Pero ahora, cuando corría lleno de alegría para
daros la bienvenida, no deberíais haber pensando que era un enemigo.
- ¿Veis todos estos caballos? – dijo el caballerizo extendiendo los brazos -.
¡Hay cientos de ellos, miles de ellos! Y conozco el nombre de todos.
Nombrad uno y os lo traeré. Esta es la razón de que me confiaseis este
puesto. ¡Oh, majestad! Deberíais atender a vuestros súbditos con el mismo
cuidado.
Se dijo que Darío se dirigió amablemente al hombre y que grabó el consejo
en su corazón.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Hay Evangelios que, por muchas veces leídos y escuchados, dejan de tener
la fuerza revolucionaria que tuvieron en su momento. Nos hemos
acostumbrado a leer que Jesús tocaba leprosos y los curaba. Pero hemos
olvidado que tocar un leproso era algo terrible en aquella época, algo
transgresor y provocador. Tocar era algo más que un ejercicio físico de
contacto. Era comunión con la persona a la que se tocaba. En el Israel de
entonces, los leprosos eran algo más que unos simples enfermos de piel.
Eran personas marginadas social y religiosamente. Debía vivir aislados,
alejados de las poblaciones de gente sana. No podían asistir al Templo y su
curación debía certificarla un sacerdote. O sea, además de excluidos de los
hombres eran impuros ante Dios, sin haber hecho nada para merecer tal
castigo. Y va Jesús y lo toca. Se hace cómplice de esa marginación e
impureza, se arriesga a contaminarse física y religiosamente. Pero aquí
tenemos al Jesús más genuino de los Evangelios, el Cristo que ha venido a
revolucionar la imagen y la relación con Dios, a subvertir las leyes religiosas
de los hombres cuando oprimen a los pobres y excluidos. Jesús se pone
claramente de parte de los de abajo, de los que sufren, de los que son
rechazados. Dios, en la persona, en la vida, en los actos y palabras de
Jesús, toma partido, deja su realeza de las alturas y se hace compañero de
camino con nosotros, compartiendo nuestro dolor y alentando nuestra
esperanza. Nos conoce a cada uno de sus hijos, por nuestro nombre, no
como el rey Darío del cuento de hoy. Jesús se acerca a nosotros, no en tono
prepotente, sino bajo el signo humilde del que necesita también aprender
de nosotros. Mendigo con los mendigos, leproso con los leprosos. Como lo
debe ser la Iglesia, como lo debe ser todo cristiano. Esta es la verdadera
solidaridad que nos recuerda la miseria y la pobreza y el hambre en que
viven millones de seres humanos, esos modernos leprosos excluidos de la
mesa del bienestar y del consumo mundial, y nos invita a poner un
pequeño grano de trigo de lo que nos sobra!. La solidaridad verdadera no es
dar de lo que nos sobra ni tener sólo buenos sentimientos o grandes planes
sociales y políticos, siempre mirando desde la altura, sino acercarse al
pobre, escucharlo, conocer su nombre, compartir con él, hacerle sentir
nuestra mano acogedora y amiga. A veces, muchas veces, es lo que más
valoran los pobres, no las migajas de una limosna que se da desde la
distancia, sino el cariño y el amor que acoge y sabe compartir. La madre
Teresa de Calcuta, experta en eso de los pobres, decía que la verdadera
pobreza es no sentirse amado por nadie. Y eso lo comprobamos en nuestras
ciudades occidentales, llenas quizá de bienestar económico, pero donde
muchos seres humanos pasan como entes anónimos de cuyo nombre nadie
se acuerda, sociedades vacías y necesitadas de contacto humano cálido y
sanador. Más que nunca necesitamos ser tocados, acariciados, acogidos,
sentirnos útiles, saber que somos amados como personas, con nuestro
nombre. Más que nunca necesitamos de una solidaridad que no sea
exhibición de lo que nos sobra. El dinero es importante y necesario para
ayudar a cambiar el mundo, la política es fundamental y la justicia y la
distribución de los bienes equitativa de los bienes de la tierra una urgencia
improrrogable. Pero mientras llega todo eso, y luchamos porque llegue
pronto, no nos olvidemos de ese amor, de esa bondad de la vida diaria, que
muchas veces no tiene nada que ver con el dinero, sino con la capacidad de
entrega. ¡Cuánta gente daría todo su dinero por tener un poco de amor, por
tener más salud, por recuperar su matrimonio o ganarse el afecto de sus
hijos, por poder tener a alguien que lo escuche!. Empecemos por la
solidaridad cotidiana, seamos más cariñosos y expresivos con quienes nos
rodean, hagamos esas cosas pequeñas de cada día con mucho amor, y
seremos capaces de cosas grandes, de luchar por grandes causas, de
enrolarnos en organizaciones estratégicas para cambiar el mundo. Sin duda
que cuanto más damos, más sentimos la felicidad de quien recibe más de lo
que da. Ayer fue san Valentín, la fiesta del amor. No olvidemos que el mejor
regalo que podemos hacer a los demás, especialmente a las personas que
amamos es intensificar nuestras manifestaciones y pequeños detalles de
cariño, de ternura y de agradecimiento por ese amor que recibimos de ellas.
¡FELIZ Y AMOROSA SEMANA PARA TODOS!.