COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires –
ciclo 2012)
Domingo 12 de Febrero de 2012
6º domingo del tiempo ordinario
Evangelio según San Marcos 1,40-45 (ciclo B)
Entonces se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de
rodillas, le dijo: "Si quieres, puedes purificarme". Jesús, conmovido,
extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". En
seguida la lepra desapareció y quedó purificado. Jesús lo despidió,
advirtiéndole severamente: "No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte
al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés,
para que les sirva de testimonio". Sin embargo, apenas se fue, empezó a
proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que
Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía
quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.
Acercarnos con misericordia
Las actitudes de Jesús son docentes, nos enseñan. Ustedes saben que en
Israel de aquella época, la lepra era una enfermedad social y al enfermo se
lo apartaba, se lo aislaba, porque era “un impuro” y además podía
“contaminar”, según las creencias de aquellos tiempos; era un separado, un
excomulgado de la comunidad.
Pero Jesús permite que este leproso se acerque y, con fe, le pida por su
vida, por su salud: “si quieres puedes purificarme y Jesús extendi la mano
y lo toc.” Veamos esto: tocar, tocar con cario, tocar con amor, tocar con
bondad. ¡Cuántas veces un médico, en un hospital, en un sanatorio, en una
clínica, o en una casa, se acerca a un enfermo y lo toca!, ¡y qué bien hacen!
Porque no es solamente la parte científica o medicinal, porque el enfermo
no es un número de cama o un protocolo, es una persona; y que la toque
con autoridad ¡hace un gran bien al alma!
Creo que los médicos están recuperando algo que, hace tanto tiempo, se ha
ido perdiendo.
Jesús lo toca al leproso y al tocarlo le dice “lo quiero, quedas purificado”.
Ahora bien, ¿cuántas enfermedades, tipo lepra, hay en nuestra sociedad?
¡Cuántos marginados, cuántos drogadictos, cuántos enfermos de sida,
cuántos presos, cuántos separados y aislados, cuántos que no entran en el
sistema, cuántos excluidos! Estas realidades son dolores que a veces la
sociedad permite, pero muchas otras veces nosotros las generamos y las
consentimos. Al que tiene mal aspecto, no lo tratamos igual que a la
persona que tiene un buen aspecto y enseguida le desconfiamos, lo
tratamos como un excluido. Es importante superar las dificultades viendo el
ejemplo de Jesús, que lo escuchó y lo tocó. También nosotros deberíamos
imitar ese ejemplo del Señor.
Realmente nuestra sociedad está enferma, no le aumentemos cargas
negativas a estas enfermedades. Sé que siempre hay razones, por ejemplo:
cuando uno va con su auto y tiene que preguntar por una calle que no
encuentra, la persona que es consultada inmediatamente tiene miedo
porque piensa que puede ser un robo; en otro caso, si alguien se acerca a
otra persona, esta inmediatamente piensa “con qué me va a salir?” o “de
qué manera me va a complicar la vida?”, y uno tiene miedo. Estas cosas son
reales, pero me parece que tenemos que superarlas con el bien y la bondad
todo intento de mal.
Pidamos al Señor que cure nuestras enfermedades, nuestras lepras, porque
al Seor no le da “asco” nuestra vida; El nos mira con misericordia, si
pudiéramos aprender de Él, al mirar con misericordia a los demás, yo les
aseguro que el mundo sería distinto!
Aprendamos de Él, acerquémonos y acerquemos a los demás. Les dejo mi
bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.